FREY, EL DIOS DE LOS ELFOS

Tras salir después de recobrar su compostura, se reunió con los demás en el invernadero donde estaba un pequeño kiosco con una larga mesa. Encima de esta estaba tanto el mapa de Argeli, como el del estrecho de Bering. Pudo ver como Henry y Clara se encontraban observándolo, mientras que Claire estaba sentada sobando un poco su vientre.

—¿Estás segura de que podremos derrocar a nuestro padre en tres años?—preguntó incrédula la duquesa—no es que dude de ti hermana, es solo que ha pasado tantas cosas que me cuesta pensar en el hecho de que su tiranía se acabe pronto.

Henry sobó un poco la cabeza de su esposa, sabiendo lo mucho que le afectaba esa situación aunque intentara hacerse la fuerte. Apenas supo la verdad de lo ocurrido con su cuñada, y que era precisamente ese monstruo, juró vengarla a como diera lugar.

—Si lo hacemos solos no, en especial porque tienen el apoyo de casi todos los dioses del panteón terrestre—tragó fuerte ante ese hecho—por eso necesitamos ampliar nuestra red de apoyo, aunque contemos con los dioses pertenecientes a la liga universal, lo más importante es que los habitantes del estrecho decidan unirse a nosotros. Por esa razón le propuse matrimonio al rey.

Aquella revelación no solo tomó sorprendida a Claire, quién abrió los ojos como si viera un fantasma, sino que casi hizo que Anatole perdiera el equilibrio. En definitiva le sería difícil acostumbrarse a lo directa que era la diosa.

—¿Cómo que... tú te casarás con el rey?—dijo tartamudeando.

—Sí, aunque solo ocuparé el puesto de concubina—respondió sin titubear—pero eso no quitará el hecho de que disfrutaré mucho mi luna de miel...

Ante lo que iba a decir Clara, Anatole le metió un pedazo de pan para que se atragantara, sonrojado a más no poder. Aunque la diosa había dicho aquello para bajar un poco la tensión en el aire y que su hermana embarazada no se tensionara más, no podía negar el hecho de lo mucho que le encantaba poner nervioso al rey.

—¿Están seguros?—preguntó Henry aguantando la risa—si lo desean puedes usar mi nombre para eso.

—Lo sé y se lo agradezco, pero nadie sabe que Claire es hija del líder de la secta, por lo que es ventajoso que solo yo siga siendo su única hija con vida—respondió observando directo a su cuñado—, ya que ella está embarazada y que su bebé es la reencarnación del único humano que ha podido derrotar a un dios, y en vista que nuestro propio padre no pudo hacerse con su poder embarazándola, por su seguridad es mejor no solo que siga viviendo acá hasta su nacimiento, sino que nadie de Argeli sepa que somos hermanas.

Ambos duques asintieron ante esa respuesta, por lo que la única opción si o si era que ella se casara con el rey. Teniendo el apoyo de la realeza, Clara podría moverse con mayor libertad en búsqueda de aliados.

—¿Cómo están ellos?—dijo Anatole viendo el mapa, pensando en todos los ciudadanos que quedaron por fuera de las fronteras de la actual Argeli.

—Mal, muy mal—argumentó suspirando con fuerza—no les voy a mentir, la situación es muy delicada. Algunos pueblerinos que son humanos pasan entre comillas las cosas menos duras; sin embargo, para que se den una idea, seres como las hadas o los elfos están siendo dados de caza por los soldados del imperio con el fin de hacer con sus cuerpos brebajes anti envejecimiento, afrodisiacos y maquillaje milagroso.

Anatole cerró con fuerza sus ojos, aterrado ante esas palabras. Sabía muy bien que la situación era crítica, pero no pensaba que incluso Azuri intentara llevar al borde de la extinción a más de la mitad de los habitantes del estrecho.

—¿Hay alguna forma de poder bajar y ver más de cerca?—preguntó sin apartar la vista del mapa.

—Justo Frey llevará hoy a cabo una toma para recuperar una aldea de elfos que está bajo el yugo azuriano—vio como Anatole la miraba confundido—Frey, el dios de los elfos.

—¿Te refieres al dios Yer? ¿Frey, no es un dios nórdico?—cuestionó el rey.

—Muchos dioses tienen distintos nombres en varias culturas, pero sí, no solo es un dios nórdico, sino también argelino—asintió ante la duda del monarca—pero sí, puedo llevarlo al lado del dios; sin embargo, ¿Está seguro de querer meterse en la pelea?

—Se los debo—un nudo se le formó en su garganta—sigo siendo su rey, juré a mi padre defender a su pueblo y ellos siguen siendo ciudadanos de Argeli.

Clara no pudo evitar sonreír ante esa respuesta, en definitiva cada minuto que pasaba al lado de Anatole le gustaba mucho y mucho más.

—Claire, sé que está en una situación delicada, pero ¿Puedo seguir contando con su apoyo para reforzar las defensas del ejército?—preguntó preocupado por la situación—sé que es mucho pedir por tu estado....

—Tranquilo, su majestad—la maga le dio una sonrisa de consuelo—justo mi esposo me estaba poniendo al tanta de como logró convencer a la torre efímera de seguir trabajando, por lo que me pondré en contacto con ellos para seguir trabajando a su lado.

—Muchas gracias, Claire—respondió de manera sincera, sintiéndose muy alivianado—cuento contigo para que la ayudes, Henry.

El general asintió y con una reverencia vio partir tanto al rey como a su cuñada en un portal que ella había creado. Tanto su esposa como él no sabían de la verdadera identidad de Clara, mucho menos se imaginaban que era en realidad la diosa reencarnada; sin embargo, Henry podía sentir que ella no era una chica común y corriente, capaz de llevar una guerra civil contra un imperio.

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