¿LE GUSTO, MI REY?

Poco a poco Anatole fue despertando, aún adolorido por recibir el ataque de ácido en su espalda. Gracias a que fue llevado a una tina de agua bendita, su herida iba sanando lento pero con un paso mayor que si se hubiera tratado con medicina tradicional.

Aunque su vista estaba borrosa, podía ver no solo que el estaba desnudo, sino que a lo lejos se acercaba una hermosa y voluptuosa mujer que solo llevaba puesto una bata con tirantes.

Clara, al ver que su futuro esposo ya estaba despierto, se acercó con paso seductor aprovechando que todo su cuerpo y ropas estaban mojadas. Deseaba que ese hombre frente suyo admirara su cuerpo, del mismo modo que ella lo hacía con el suyo.

—Veo que ya despertó, mi rey—dijo tomando un pequeño cuenco y bañando la cabeza del rey con este—estas aguas son milagrosas, dentro de poco se recuperará.

—pensé que moriría—respondio entre abriendo un poco los ojos—¿Cuanto tiempo he estado durmiendo?

Con una sonrisa maliciosa, Clara comenzó a masajear un poco el pecho y el abdomen tonificado del rey, haciendo que este empezara a sentirse estimulado en su entrepierna.

—Ha estado más de una semana durmiendo—se acercó a su pecho haciendo que el rey sintiera como sus senos estaban estimulados y se marcaban contra la fina pijama que traía—y con respecto a lo otro, uní mi alma con la suya. Por lo que mi energía vital está unida para siempre a la suya. Así que mientras yo viva, usted lo hace, y viceversa.

—Tu..—le costaba hablar ante el tacto de la diosa—¿Sabes lo que has hecho?

—Si y lo volvería a hacer—empezó a acariciar los la labios del rey—es algo similar a unir dos almas en matrimonio, solo que más fuerte el enlace. Por lo que ahora usted es mio.

Se sentó encima del rey, haciendo que ambas entrepiernas comenzaran a rozarse y uno de los tirantes de la pijama se cayera.

—¿Le gusto, mi rey?—sonrió ante la pregunta, ya que el rostro del monarca no dejaba de verle el busto.

—¿por qué me escogiste a mi, en realidad?—cuestionó desviando un poco su mirada muy sonrojada—habiendo tantos hombres guapos y más jovenes que yo, con un poder muy superior.

—por la misma razón por la cual usted me salvó de ese ataque—tomó la mano del rey e hizo que este acariciara su retaguardia—usted es el hombre con el alma más pura y hermosa que he conocido, ya entiendo la razón por la cual el primer monarca te quiere tanto. Usted me gusta, mi rey.

Anatole no pudo resistirse más y comenzó a acariciar la retaguardia de la diosa, mientras esta acariciaba su entrepierna con su virilidad.

—Sabes que una vez te haga mía, no hay vuelta atrás—exclamó mordiéndose los labios—serás parte de mí para siempre.

—Quiteme la ropa, su majestad—ordenó sin aguantar más las ganas de que ese hombre la hiciera suya.

Anatole con un movimiento desgarró la ropa de la diosa, dejándola completamente desnuda. Sorprendido de como tenía el cuerpo tonificado la chica, que aunque se veía que había luchado por mucho tiempo no dejaba de tener esa feminidad que tanto lo embriagaba.

Frente a ella, todas las mujeres con las que había estado y tendría que estar debido a su harem no era nada. Su corazón empezó a latir ante aquello que sentía, solo podría tener ojos para la pelirosa que respiraba atormentada cun el rostro sonrojado esperando que el la reclamara.

Decidido, la acercó de golpe, teniendo cuidado de su herida, y comenzó a moder y saborear su pechos. Sin aguantar más, Clará comenzó a besar su cabello y morder sus orejas, haciendo que la pasión incrementara.

Cargó a la joven en sus manos, y aún débil por haber dormido tanto tiempo, la llevó con cuidado a una cama que había al lado de la tina.

—Dime, ¿Qué quieres?—preguntó el rey mientras rozaba su virilidad con la entrada de la chica.

—Que usted sea mio—respondió casi como una orden.

El rey descendió con una sonrisa, abrió las torneadas piernas y comenzó a saborear el lugar que lo recibiría dentro de poco.

“Es bueno”

Pensó la diosa retorciéndose del gozo, cada que sentía la lengua del monarca. Tomó el cabello de Anatole y lo jaló hasta ella, haciendo que ambos se besaran.

Primero fue suave el ritmo, pero luego fue aumentando como si los dos quisieran demostrar quién mandaba en la relación.

—cuidado o lo como por completo—dijo la diosa mordiendo el labio del rey, haciendo que sangrara un poco.

—veamos a ver quién cede primero—respondió el rey embistiendola.

El dolor debido a que su cuerpo humano aún era virgen se sentía muy grande; sin embargo, el rey empezó a dilatarla de tal forma que a los cinco minutos pudieron sentir como este atravesaba su virginidad.

Con cuidado comenzó a moverse, mientras seguía saboreando sus pechos, mientras Clara agarraba con fuerza su cabello llena de una mezcla de gozo y dolor.

Llegando un punto en que sabía que faltaba poco para implantar su semilla, Anatole hizo que la diosa se sentara encima suyo y sin dejar de besarla, siguió el vaivén mientras le daba pequeñas palmadas a su retaguardia.

—Sienteme—dijo Anatole antes de descargar todo en su interior.

Clara se agarraba fuerte de su hombro, ya que estaba muy conmocionada por lo intenso que fue el momento y sintiendo como la semilla caliente del rey ingresaba hasta lo más profundo de ella.

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