— Lo que te haré en estos momentos es una buena forma de combinar masajes relajantes con los eróticos —le explicó Erea con sus manos en la espalda de Velkan.
— Pero ¿qué estás diciendo? Claro que no permitiré que hagas eso conmigo —moviéndose para ponerse de pie, le contestó él.
Erea cambió su tono de voz a uno más seductor, se colocó encima de él con sus rodillas a cada lado, recargada en los glúteos de él, y acercó su boca a su oreja: "Gané la apuesta, Kan, así que solo relájate, amor".
Erea comenzó a dar masaje nuevamente en su espalda, aunque ahora duró menos. Se dedicó un poco más a su cuello y de vez en cuando acercaba su boca dándole leves besos en el lóbulo y en la nuca, mientras le susurraba lo guapo y sexy que se veía. Después, ella se movió seductoramente para colocarse a un lado y quitó la toalla de golpe. Se colocó aceite en las manos y comenzó en la parte baja de las nalgas, muy cerca de la zona genital, pero sin hacer contacto. Creó suaves movimientos con sus dedos haciendo la forma de un círculo y subió poco a poco hasta el inicio del trasero. Velkan emitió un leve gemido que calló colocando su boca en la toalla para que no se escuchara. Ella siguió con el masaje por unos segundos y luego bajó hasta alcanzar las piernas. Estaba feliz de ver y escuchar cómo el hombre a quien ama respondía a sus caricias. Después, metió lentamente su mano más allá de lo que Evelin se imaginaria, mientras masajeaba. Él, al no tener experiencia con aquellos toques, estaba cobrando vida a su elemento, así que se movió rápido, pues se lo estaba aplastando y le comenzaba a doler.
— Será mejor terminar aquí —dijo el asustado y avergonzado Velkan, pues no quería que ella lo viera así.
— Es normal, no te preocupes. Y no te vas a parar de aquí hasta que termines. Perdón, corrigió Erea, hasta que yo termine. Ahora acuéstate boca arriba, así como estás ahora.
— Claro que no dejaré que me veas así —Velkan se cubrió con sus manos su virilidad.
"Por primera vez en tu aburrida vida, relájate y déjate llevar, amor. Ándale", habló Erea con voz autoritaria pero sin ser agresiva. Además, le hizo unos ojitos de gatito y él no pudo decirle que no.
Y allí estaba ella, masajeando su pecho y dejando caer el aceite mientras ella no dejaba de mirarlo a los ojos y él tampoco dejaba de verla. Aunque se sentía avergonzado y con cierto rubor en sus mejillas, no dejó de mirarla. Después, bajó a ese abdomen muy marcado, hasta que llegó a su virilidad que ya estaba a punto de explotar. Le dejó caer directamente el aceite para comenzar ese vaivén de placer para los dos. Él por sentir el contacto de su pequeña y cálida mano y ella por ver el rostro de satisfacción de Velkan que no emitía ningún tipo de ruido. Al ser su primer contacto ante una mujer, no duró demasiado, así que se escuchó un fuerte gruñido de satisfacción y un gran derrame.
— Lo siento —dijo apenado.
— Amor, no te disculpes. Sabes lo sexy y provocativo que fue tu gruñido gutural.
— Con voz apenada, contestó: "No, nunca nadie me había tocado".
— Entonces, gracias por haberme dejado tener tan grande privilegio —le dijo dándole un beso en la mejilla.
— ¿Por qué hiciste eso?
— Aún no te has dado cuenta.
— La verdad no —dijo frunciendo su ceño, pero no de molestia sino porque no sabía bien lo que quería decir.
— Mi amor, eres muy lento para las señales. Me gustas, Velkan, y créeme que me gustas demasiado.
Hubo un gran silencio...
— No dirás nada —mirándolo a los ojos.
— No sé qué decirte. La verdad me tomas desprevenido. Nunca y de verdad nunca me habían dicho que les gusté —mirándola muy sonrojado.
— Y eso te hace único y especial, Kan. Por eso te amo... Me gustas.
— Pues gracias por tus palabras. A decir verdad, tú también me gustas y mucho, pero como te habrás dado cuenta, no tengo mucha experiencia —girando su rostro para que no lo siguiera viendo.
— No importa. Yo te puedo enseñar, claro, si tú quieres —tomando su rostro de la barbilla para girarlo y que se vieran los dos.
— ¿Sí, qué pasa?
— ¿Te molesta si te abrazo?
— No, al contrario, me encantaría.
Los dos se abrazaron y se quedaron dormidos, sin hacer nada más que disfrutar de la compañía del otro.
— Dime.
— ¿Puedo abrazarte?
— Claro, amor, todo el tiempo que quieras.
Y así, él la abrazó y ella colocó su cabeza en su pecho, rodeó su cintura en un abrazo y así se quedaron los dos dormidos. Lo que no contaban es que alguien interrumpiría su agradable sueño.
— ¿Alguien sabe dónde está Erea? -preguntó Esmeralda.
— Bueno, debe de seguir en su cuarto durmiendo -contestó Elda.
— La busqué en su cuarto para despertarla y no está en su habitación.
— Por Dios, se habrá ido de la casa -dijo Emiliano, visiblemente preocupado.
— ¿Por qué dices eso, hijo?
— Muy fácil, ayer vi a mi querido hermano y esa hermosa mujer discutiendo, para variar, en la fiesta.
— Esos dos terminarán casados antes de que termine el año -dijo Elda con una gran sonrisa.
— Ya en serio, deberíamos decirle a Velkan que ella se fue, a ver si así reacciona mi amado hermano -contestó Emiliano.
Todos subieron la escalera corriendo como niños para ver quién llegaba primero. Claro está que el primero en llegar fue el líder de esa pequeña manada, y sí, Dragos fue el primero en abrir la puerta gritando y bailando: “¡Gané, soy el primero!”. Pero todos se quedaron en silencio cuando vieron a los dos en la cama con cara de espantados.
— Creo que ya sabemos dónde pasó la noche Erea, madre -dijo Emiliano con una hermosa sonrisa y levantando las cejas.
— Puedo explicar lo que pasó aquí -contestó Velkan nervioso, además se iba a levantar, pero Erea lo jaló de nuevo.
— No puedes levantarte así -le tomó la mano para decirle-, estás desnudo.
— Maldición, puedo explicar lo que pasó -repitió Velkan nervioso.
— Hijo, por Dios -habló Dragos para darle confianza a su hijo-, eres un adulto y no tienes por qué darnos explicaciones. Los esperamos abajo para desayunar.
Todos salieron y los dejaron solos, quedándose acostados. Ella jaló su brazo para que la siguiera abrazando y le dijo que no se preocupara, que en un rato bajarían, que le dejara sentir su agradable calor corporal. Velkan, después de pasar aquel bochorno, lo hizo gustoso, pues él quería seguir sintiendo esa sensación tan agradable. Después bajaron a desayunar y dejaron que el día fluyera como cualquier otro día, para más tarde disfrutar de su salida a las pirámides, como él le prometió.
Ya habían regresado de las pirámides. Recorrieron la Calzada de los Muertos, la Pirámide de la Luna y el Sol, así como algunas otras pirámides de sacrificios. Comieron y tomaron fotos, algo que Velkan nunca había hecho solo con su familia. Se sentía en las nubes con esa mujer, aunque la desesperación lo invadía. Sentía en su corazón y en su cuerpo ese hormigueo que tanto le había mencionado su madre. No quería que aquel día terminara, pero una vez en su casa, ella se despidió con un beso de piquito en su boca y lo dejó en la puerta de su habitación.
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