Es el llanto silencioso de todo un país en la bella ciudad de Medellín. Una llamada pone en alerta a los investigadores y a la policía. Un habitante de la calle asegura haber visto a Gilda ambulando por las calles, en especial en el sector del cambuche. Lo llevan a la comandancia al hombre de treinta años. Habla un poco enredado. Michael y sus compañeros están en el lugar cuando llega la familia de Gilda. Lo tienen en un cuarto de interrogación. Se nota que la droga lo ha tenido por mucho tiempo. Él pide un poco de comida; uno de los policías le acerca algo caliente. Entre que come, le preguntan:
—¿Conoce a Gilda?
A lo que responde:
—Sí.
—¿Y cómo?
—Por la televisión que la vieja Patricia nos deja ver, la que vende las arepas. Es que esa chica es famosa.
—¿Y cómo sabe que es Gilda a quien vio? —pregunta Esteban.
El indigente los mira y dice:
—¿Qué no me creen? Esa es una chica bonita y educada, pero no pendeja.
Pregunta Michael:
—¿Usted de dónde es?
—Yo soy español.
—¿Y cómo terminó en las calles?
—Por lo mismo que todos, la droga y los amigos, pero sabe usted, tío…
—¿Y tiene conocimiento de su familia en España? ¿Ellos saben que usted está aquí?
—No.
—¿Por cuánto tiempo ha estado en las calles?
—Varios años —responde al comer la última porción de pan. Se nota en sus manos que ha tocado hacer de todo, aunque eso sí, él es una persona educada.
—¿Cómo sabe que es esta chica?
—¿Qué no me creen? Esta es la chica.
—¿Y con quién estaba ella?
—La seguía un cuidador, uno de esos tipos que venden a las chicas bonitas.
La familia de Gilda está ansiosa, tiene esperanza de que por fin sepan de Gilda.
—¿Y sabe dónde está ella ahora?
—No, hace días que no la vemos.
En 45 minutos…
Los policías llegan al lugar que el hombre les dijo y buscan durante varios días, pero no hay rastro de ella. Los medios hacen presencia e indican el lugar donde supuestamente vieron a Gilda y al hombre que habló con ella, un español llamado Luciano Pizarro Vega. El despliegue de la noticia no se hace esperar en los medios internacionales. Se titula: «Se encontró por fin a Gilda, la espera finalmente terminó».
Los días pasan, las horas pasan y no se tiene noticias de Gilda. La desesperanza surge aún más; las noches se convierten en una pesadilla interminable. Pero lo que destaca en los noticieros es que los familiares de Luciano se comunican con el periódico. Toda la verdad se presenta en el noticiero del medio día. La familia finalmente lo encuentra después de seis años. Todo está preparado para el encuentro. Él es arquitecto; su familia viaja a Colombia, a Bogotá. Los familiares de Gilda celebran el encuentro. Él regresa a su país y se comunica con la familia de Gilda. Su padre está contento, ya que esta eventualidad es para ayudar a otros. Esto produce alegría en la familia de Gilda. Sin embargo, la búsqueda continúa. La pregunta es quiénes tenían a la joven. Y si era realmente ella, el consumo de drogas causa muchos problemas neurológicos. Las investigaciones en el bajo mundo de los bares y lugares de prostitución son fuentes de pistas que puedan acercarlos a Gilda. Muchas llamadas informan haber visto a la joven, pero todo resulta infructuoso.
Alfonso se ha sentido en esta tarde tibia y serena. Toma café y su mirada está sobre este hermoso atardecer. Tiene razón en encontrar a su pequeña. Es como pelear en el mar contra el leviatán. Está un poco más delgado pero goza de buena salud. Sabe que tiene que vivir por su familia y por las personas que dependen de él, a las cuales ayuda con su firma de abogados. Pensó en ocasiones en retirarse, pero esto le dio fuerzas y motivo para seguir. Desde su casa, su secretaria le colabora con todo, y su amigo, un abogado muy capaz, está a su lado. Son las noches enteras las que dedica a buscar a su hija, y recorre el lugar una y otra vez. Pedro lo sigue. Buscó una universidad cercana para no dejar de lado su familia y maneja todo lo que se requiere en términos de medios de comunicación y redes sociales. Siempre con su símbolo: el ave fénix. Junto al mensaje “Gilda, te esperamos”. Son muchos los mensajes que leen noche tras noche. Todos se toman la tarea de responder. Esto los distrae de su dolor y los conforta al saber que son muchos los que están con ellos. También ayudan a otros a buscar a sus familiares. Jairito está en el colegio, y sus profesores y compañeritos lo quieren mucho. Es bueno en deportes y en el estudio. Los investigadores han viajado varias veces a su país, pero no han dejado de buscar a Gilda. El vestido que hallaron en su momento daba a conocer pruebas. Era una copia del vestido de la joven. Nunca se lo puso, pues querían desviar la atención. En estos meses que sucedió la tragedia, han seguido a la pecosa y a su hermano. Esto le ha costado a la familia de Gilda una gran suma de dinero pero Rosa ayudó a su familia con una generosa cantidad. Investigan a las mujeres que esa noche fueron invitadas a cenar: Adelaida y Mireya. Lo que pudieron averiguar es que Mireya no era la madre biológica, sino que fue adoptada por la mujer. Pero ¿qué fue lo que las hizo abandonar el lugar? Hallaron a la madre e hija en un pueblo cercano. Están en la comandancia. El sargento Michael las interroga acerca de por qué dejaron el lugar. A lo cual ellas respondieron:
—¿Por qué nos preguntan si no saben nada de la desaparición de Gilda? Claro que sabemos, pero nosotras no tenemos nada que ver con esto, señor —recalca Adelaida, un poco asustada.
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