Hasta Que La Muerte Nos Separe.
“Tú y yo, nunca seremos compatibles”.
Había sido la boda del año. Incluso tan grande como la del Emperador Isis y la Emperatriz Isabella. Sin embargo, todos decían lo mismo.
“—Son la pareja perfecta. ¡El mejor matrimonio!”
Pero su esposo, Arthur Von Fontier, no parecía contento con las palabras de los demás. Ni siquiera, con su presencia.
Y sus palabras eran duras, frías.
“¿Te comió la lengua el ratón? Te pregunté, ¿cuál es tu nombre?”
“Me llamo Iris...”
Ese era el nombre que le había puesto su madre antes de abandonarla para siempre. La vida daba muchas vueltas, y ahora, cuando su sueño más grande se había cumplido parecía estar destrozado.
Se trataba de la única fantasía que tuvo desde que era una niña, alguien sin modales ni educación, solo deseaba ser amada como todos.
Pero ella era una niña ilegítima, nadie la amaría.
“¿Iris? ¿Iris qué?”.
Cualquiera diría que parecía una niña, pero su esposo estaba siendo muy frío con ella. De hecho, sus ojos azules demostraban un enorme hielo.
“Soy Iris Blister, hija del Vizconde Blister”
“Bien... Quiero decirte la verdad, Iris”.
Lentamente, su querido esposo se acercó a ella tocando su rostro, viendo fijamente a los ojos azules de él. Su rostro perfilado y atractivo. Desde la primera vez que lo vio, se había enamorado.
Él y ella pasarían toda la vida juntos.
¿No era todo un sueño?
‘¿Quizá todo sigue en pie?’, pensó con esperanza.
Quería seguir creyendo que su fantasía de cuentos, podía suceder.
“Te dejaré vivir libremente en mi Ducado, tendrás un lugar donde dormir y disfrutar de tu vida, pero tú y yo no podemos estar juntos”.
“¿Qué? Arthur, espera...”
“No quiero que mi nombre salga de tu boca, nunca más. Eres un insulto para mí, no podría consumar el matrimonio contigo”.
Con tosquedad, le respondió.
Bajo la luz de la luna que caía por los ventanales de la habitación, Arthur rompió la mágica ilusión de Iris.
“No necesito de una mujer inútil como tú”.
Era más doloroso.
“Su Alteza...”
Si el matrimonio no consuma la primera noche, de forma automática, es inválido.
“¡Por favor, reconsidere su decisión!”
Iris, a pesar de sentir que le rompió el corazón, ella necesitaba que ese matrimonio fuera válido. No existía lugar al que regresar.
“Puede usarme, tocar, ¡todo lo que usted quiera! Pero por favor, no me abandone”.
Suplicó ante sus pies, dejando su orgullo de lado. Era complicado.
“¿Estás ofreciendo tu cuerpo?”
“Es la única manera de confirmar que el matrimonio fue consumado, se lo suplico, será una sola noche”.
Sus manos temblaban, su boca estaba seca y todo en ella no parecía querer estar ahí por ningún segundo más.
“¿Cómo tendría relaciones con un gatito temeroso? Solo escúchame, niña. Vive tu vida y yo viviré la mía”.
Fueron las palabras finales de su esposo.
“No quiero cargar con un peso tan irrelevante”.
Cualquiera que la viera, diría que era una niña caprichosa y sensible. Sin embargo, por más de 10 años soñaba con esa boda. Tan bella y reluciente. Llena de felicidad y mucho amor.
Seguía habiendo esperanzas en ella, por supuesto, de que su esposo volviera y se disculpara por su comportamiento tan grosero.
Pero eso jamás pasó, tal como alguna muestra de interés por parte de Arthur.
...****************...
Su vida, desde el principio, fue solitaria. Nunca hubo nadie para ella, vivió la mitad de su vida en la casa de la servidumbre hasta que sus hermanos murieron. Archie y Richie.
Y la única persona, además de ella, capaz de heredar al Vizconde era su tercer hermano. Sin embargo, el único problema real es que él era muy enfermizo.
Actualmente, sufría de pulmonía por solo salir del país durante unos días.
Pero ella era una mujer, jamás se le permitiría heredar un título tan pesado como el de su padre. Su educación era pobre, los modales que tenía eran básicos y casi no sabía leer.
Ella era inadecuada para el puesto, su esposo se lo había dicho hace 8 años. En ese entonces, esperaba ciegamente que él le diera la atención y amor que siempre quiso. A pesar de los años, Iris seguía esperando por él.
Había vivido tal como él le había dicho que lo hiciera, como si fuera una persona muerta, jamás le dio un solo problema y solo seguía esperando por Arthur.
Aquel bello hombre del que se enamoró por primera vez en el día de su debut y del que nunca olvidaría hasta que su matrimonio fue confirmado por su padre.
Su vestido de bodas fue el más hermoso con el que alguna vez soñó, la gente que estuvo ese día en su boda la hizo tan feliz. Fue un gran sueño.
Un buen momento que jamás olvidaría.
“Señorita, ¿qué desea hacer ahora?”
Había sido así los últimos años. Ni una sola comida, una taza de té o verse al rostro. Su esposo vivía en el gran Ducado de los Fontier, ella en cambio, solo vivía en una mansión aledaña que tenían los Fontier.
“Lo mejor será entrar, estoy cansada...”
No salía mucho, por lo que no era activa en la sociedad. Desde su matrimonio hace 8 años, no había mucha gente que recordara su rostro o la llamara ‘Gran Duquesa’. Su nombre, tampoco lo recordaba muy bien.
Se levantó de la silla y caminó en dirección a la mansión. Había mucha suerte porque tenía todo para vivir tranquilamente, pero ¿hasta cuándo sería eso? Ella era una mujer muy reservada, tampoco elevaba mucho la voz. Casi siempre, le enseñaron que hablar fuerte era para los hombres.
Pero siempre intentaba esconder su presencia de los demás.
“¿La viste? Parece como si fuera un muerto viviente”.
“Ja, ja. ¿Por qué crees que Su Alteza ni siquiera viene a buscarla? Es una mujer tonta”.
Los murmullos de sus criadas la deprimían mucho. Fueron 8 años así de largos en los que su matrimonio jamás fue consumado, así que si lo deseaba podía irse en cualquier momento.
Nadie lo sabía, pero si le preguntaban al mayordomo o la jefa de criadas, todos sabrían de su mentira más grande.
Iris suspiró, ese mismo día empezaba el festival de las parejas. Por supuesto, ella ni siquiera podría asistir porque su esposo no estaba interesado en su vida o belleza.
“Señorita, no haga caso a sus comentarios. Me encargaré de darles un buen castigo”.
“Está bien, Lilith. En realidad, tienen razón”.
“Usted es muy amable, Señorita. ¿Será que tiene un corazón de oro?”.
Ser así de amable, quizás a su esposo no le agradaban las mujeres dulces. Si no, las más fuertes y habladoras.
“No inventes cosas así, Lilith. Los rumores corren muy rápido aquí”.
“Oh sí, lo lamento, Señorita”.
Eran días muy oscuros, pero en esos 8 años aprendió a leer y escribir. Descubrió lo mucho que le gusta la jardinería y pudo hacer más cosas de las que en su infancia, nunca creyó lograr hacer.
En la mansión que su esposo le había dado, la opinión sobre ella estaba dividida. Habían criadas que la maltrataban, creaban rumores y se burlaban de su timidez. Y habían sirvientes, criadas y trabajadores que la querían mucho.
De hecho, muchos decían que la Gran Duquesa era benevolente es por eso que su esposo se avergonzaba de tenerla.
Por largos 8 años, Iris se esforzó en aprender todo lo que los nobles sabían. Quería impresionarlo cuando llegara el momento adecuado y llamar su atención, aunque fuese un poco.
“¿No le gustaría viajar, Señorita? El invierno aún no llega y los festivales en la capital son muy hermosos”.
Con el tiempo, Iris había decidido esconderse del mundo para vivir en secreto. No quería que nadie supiera de su identidad y avergonzar a su esposo.
“¿Dónde podría ir? Estoy bien así”.
Mensualmente, el Gran Duque le enviaba una cantidad de fondos para que ella viviera sin preocupaciones, pero en esos 8 años, no había usado ni el 2% del dinero. No se compraba vestidos regularmente, ni joyas o maquillaje.
Iris creía que eso no le pertenecía.
“Hubiera sido bueno, podría haber ido con Su Alteza, el Gran Duque. ¿No han salido juntos desde el cumpleaños de Su Majestad, el príncipe?”
Eso fue hace más de 8 meses, pero esa fiesta fue tan lamentable. En el carruaje no la miró ni habló, bailaron una sola vez juntos y eso fue todo.
Se tuvieron que retirar mucho antes de lo que deberían. Iris, estaba segura de que eso crearía muchos rumores.
Sujetó la tela de su vestidos, mientras miraba el piso.
¿Es así cómo tendría que ser su vida hasta el final?
“Intentaré hablarle a Su Alteza, el Gran Duque. ¿Cuándo dijiste que era el festival?”.
Su voz era suave, casi siempre desde que era pequeña la habían llamado ‘muñequita de porcelana’. Ella, realmente, parecía ser muy débil a la vista.
“Es el fin de semana, estoy segura de que si habla hoy, podrán ir. Buena suerte con eso, Señorita”.
Una vez Iris llegó a su habitación, se preparó para ver a su esposo. Era verdad que habían vivido alejados por 8 largos años y jamás decidieron consumar su matrimonio, pero solo hubieron tres veces que lo vio.
En la ceremonia oficial de sucesión del Príncipe heredero, en el Festival Nacional del Imperio y la última vez, fue hace 8 meses. En el cumpleaños número 22 del príncipe.
Iris suspiró, Arthur se veía tan lejano a ella. ¿Existiría alguna vez en que él pudiera mirarla de la misma forma? Con cada año nuevo que pasaba, esa posibilidad se hacía mínima.
Incluso, había pensando en irse. Soportar la vergüenza y la humillación social. Todos la llamarían ladrona, aprovechada. Demasiadas cosas.
Lo peor de todo, es que no existía lugar al que regresar. Tras tomar esa decisión, Iris quedaría completamente sola.
Lo único que deseaba realmente era ser amada. En las historias que las criadas de su padre le leían en secreto cuando era una niña, siempre terminaba triunfando el amor. Ese final feliz de cuentos de hadas era lo que más deseaba lograr.
Tenía esperanzas de que Arthur le dijera que sí y quisiera acompañarla.
Quería disfrutar del amor que una vez se prometieron y que al menos, quisiera darle un hijo para estar acompañada.
Ambos estarían más unidos que antes, estaba segura de eso. Los rumores que la rodeaban, sospechaban que ella era infértil. Tras largos años, nunca se anunció un verdadero heredero.
Ya estaba anocheciendo, el atardecer estaba en pleno apogeo. El otoño se notaba a plena vista.
“Lo mejor será ir rápido al Gran Ducado, Arthur debe estar muy ocupado. No quiero molestarlo”.
Los primeros años de matrimonio fueron así. Todos los días, por más de tres años esperó que Arthur viniera a verla. A la Gran Mansión Eldham.
Ese era el lugar en que vivió todo ese tiempo. Se suponía que era una mansión que pertenecía a las esposas de cada Duque Von Fontier. En cada ceremonia de matrimonio, las esposas elegidas para los herederos del Ducado debían tener alguna descendencia Imperial o poder.
De tan solo recordarlo, le daba vergüenza su propio poder.
La familia Von Fontier era muy cercana a la familia Imperial, es decir, tenían tanto prestigio que ella misma debía causar humillación o vergüenza.
Sujetó con fuerza la tela de su vestido.
Ella ni siquiera era lo suficientemente bonita para poder estar al lado de Arthur.
Ellos dos se casaron por simple decisión del Emperador Isis. Él dijo que de cierta manera, ambos debían estar juntos porque combinaban.
“Saludos a Su Alteza, la Gran Duquesa..”
Los caballeros de la entrada la saludaron, ellos la reconocían. Cuando era más joven, esperaba paciente en ese lugar para que Arthur la dejara pasar a verlo.
“Sir Michael, Sir Jayard. Qué bueno verlos, hace mucho tiempo que no venía...”
Cuando cumplió 19 años, entendió que era una molestia para los demás y se volvió más reservada. Dejó de hacer pataletas y no quiso seguir viniendo más.
Ella sólo se aparecía cuando el carruaje del Gran Ducado iba a buscarla.
“Se ve más preciosa que nunca, Su Alteza. ¿No lo crees, Mike?”
“A diferencia de hace años, se ve más tranquila y elegante. ¿Será que maduró?”
“¡Oye, no seas grosero!”
Arthur nunca salía cuando venía a buscarlo, así que se hizo amiga de ellos dos. Les traía de comer, de beber o a veces, simplemente les enseñaba un poco de jardinería.
Solo que esta vez, Iris era un poco más diferente que antes.
“¿Arthur está en su oficina?”
Ellos dos cuestionaban la entrada trasera del Gran Ducado, era la parte más desprotegida y más cercana al Duque, así que necesitaba de protección.
“¿Su Alteza? Él no ha salido hace dos días, dicen que el trabajo está muy pesado”.
Pero se preocupó. Sus sentimientos eran honestos, Iris lo amaba con todo su corazón.
“Dijo que no quería a nadie cerca, así que Su Majestad, debemos...”
“Permitan que entre, por favor”.
Los interrumpió y se acercó. Estaba asustada. Él podía estar enfermo, o quizás algo peor.
“Su Majestad, no podemos. Son órdenes de Su Alteza”.
Iris miró hacia la puerta y dudó, ella acostumbraba a obedecer las órdenes. Pero realmente quería ver a su esposo, con esas palabras la hicieron sentir muy preocupada.
“Soy su esposa, es normal que sea la única que pueda romper sus órdenes”.
Sin demorarse ni un poco, se acercó a la puerta y la abrió. En cuanto vio lo diferente que era su vida a la de Arthur, supo que ella era muy inferior a él.
Siempre había sido así.
“¡Su Majestad, no puede hacer esto!”
Al ser amiga de ambos caballeros, ni siquiera la tocaron. Tan solo se ubicaron a su lado.
Había algo más.
Según lo que su criada le había dicho y Sir Michael le confirmó, la habitación de su esposo estaba ahí cerca. Era cruzando el pasillo y luego a la derecha.
La última vez que había entrado en ese gran Ducado fue la que se supone era su noche de bodas. Cerró con fuerza sus manos y avanzó de todas formas.
No pensaba detenerse, ya estaba dentro del Ducado de su esposo. Ella tenía lugar en esa gran Palacio.
Sin embargo, estaba asustada. ¿Y sí él la miraba de esa forma aterradora? No quería terminar esa relación contractual por un simple error de su parte.
Solo entraría con la excusa de querer saber si estaba bien. Tras eso, esperaría el momento correcto para comentarle sobre ese festival.
Sí, era una buena idea.
“...¿Es así cómo lo hace el Gran Duque?”
Pero esa voz era de otra mujer. En cuanto se acercó a la puerta, lo escuchó.
Estaba más asustada que antes. Incluso, retrocedió. ¿Su esposo le estaba siendo infiel? No, ¿siquiera era eso posible?
Caminó temerosa, puso su delgada mano sobre el pomo de la gran puerta y quiso girarlo. Pero su mano no lo hizo.
Se sentía mareada, si ella abría esa puerta, rompería la gran ilusión que tenía con Arthur. Esperaba algún día que él la amara, tal como ella lo sentía.
“¡Arthur~!”
Abrió la puerta y así fue. Se trataba del peor escenario que podía encontrar.
Su esposo le era infiel con su mejor amiga. Ni siquiera dijo una sola palabra contra eso, porque no había ni una sola explicación. Era tal como parecía.
De inmediato, cerró la puerta y se dio la vuelta. Cubrió su rostro, sin siquiera darse cuenta ya estaba temblando, y solamente caminó en silencio. Iba de regreso a su mansión.
No tenía caso seguir allí.
(...)
Las flores del jardín habían dejado de ser cuidadas hace mucho tiempo. En cada mañana, ya no se escuchaba la delicada voz de la Gran Duquesa.
El otoño y el invierno ya habían pasado con rapidez. Nadie en la mansión de Eldham había vuelto a ver a la Duquesa.
Fue extraño. Tal como las mariposas, aquella bella mujer de delicada apariencia y carácter débil, desapareció.
Es lo que al mayordomo del Duque había anotado en el último informe.
“¿Qué significa esto? Esas flores no van a continuar creciendo por sí solas”.
Patrick, el mayordomo oficial del Duque, se sorprendió un poco. Hace tiempo que no escribía los informes mensuales de las actividades que realizaba la frágil Duquesa. Él solo lo hacía porque el anterior duque se lo había pedido. Era lo normal.
“Oh, lo lamento, Su Alteza. Ese informe es de hace más de seis meses”.
Se inclinó a modo de disculpa. Ya estaban comenzando el verano otra vez, cerca del cumpleaños número 25 del Emperador. Otra vez, tendría el permiso de visitar a la Señora de la casa.
Ella era encantadora. Muy delicada.
“¿De qué hablas? Esa mujer debió haber dicho algo en estos meses”.
El problema es que el Gran Duque solo seguía con ella para aparentar y no tener que buscar a otra mujer. Así que, es obvio que la necesitaba.
“La mansión Eldham ha estado en silencio por mucho tiempo, ¿será que la Señora estará ocupada en otra cosa?”.
“Tch. Como sea, iré a verla después”.
“Sí, yo le avisaré. Con su permiso”.
Una vez se retiró, Arthur quedó solo dentro de la oficina. A decir verdad, él creía que Iris solo era una mujer molesta y patética. Era analfabeta, idiota y muy débil.
No era muy complicado saber que ella nunca le sería de ayuda, ni siquiera para actuar como una verdadera anfitriona.
Odiaba que su padre lo hubiese obligado a casarse con esa mujer. La detestaba.
Y aún así, tenía que estar al pendiente de ella.
Era odioso.
Al menos, ella le hizo caso cuando le dijo que viviera como si estuviera muerta.
Esa mujer no era nada para él.
“Ah, Reinhardt. Creí que no volverías hasta dentro de unos días”.
Su mano derecha, Reinhard Greenfield. Era un hombre muy habilidoso, se conocían desde que eran niños.
“Preferiría no haber vuelto nunca, ¿supo lo que ha estado sucediendo estos últimos días?”.
“¿Qué?”
“Es la tierra muerta, se dice que la barrera se ha roto”.
“Es ridículo pensar eso. Lleva más de un siglo igual”.
“Es verdad, pero algo cambió. El Conde Lewis envió un reporte diciendo que ha notado algo extraño cerca de las llanuras”.
“Tendré que verificarlo. Su Alteza, el emperador me llamará pronto a una reunión y va a querer saber de qué se trata todo esto”.
“Es cierto. Además, quería decirle también...”
*¡Taack!*
La puerta de su oficina se abrió con fuerza, llamando la atención de ambos. Se trataba de una criada, acompañada de la Jefa de criadas.
Arthur las miró con frialdad, sin entenderlo.
En cambio, Reinhardt reconoció de inmediato a Stelle y Emily.
“Stelle, ¿se puede saber por qué están aquí? Su Alteza, el Gran Duque está muy ocupado ahora mismo”.
Ambas se veían agotadas, su respiración era muy irregular. Se veían ansiosas.
“E-Es Su Alteza, la Gran Duquesa...”
Habló Stelle, retomando el aire.
“¿Qué fue lo que hizo?”.
Esta vez, respondió Arthur. Su tono de voz fue tan frío que asustó a las criadas.
“Ella... Lo lamento, la Señorita lleva horas sin aparecer”.
De no ser porque Arthur no conocía nada de Iris, él ni siquiera se hubiera preocupado un poco. Pero ella era un completo misterio.
“Envíen la autorización a los caballeros. Deben encontrar a la Gran Duquesa, cuánto antes”.
Reinhardt fue la persona que respondió por Arthur. De inmediato, las criadas hicieron lo que se les ordenó.
El silencio se extendió en la habitación. Era obvio que en algún momento eso pasaría, pero si ambas mansiones estaban en caos es porque la situación era grave e Iris no se había ido de sus tierras ni terminó con el compromiso.
Simplemente, había desaparecido.
“Creí que había arreglado las cosas con la Señorita, Su Alteza”.
“Piensa lo que quieras, esa mujer volverá de todos modos”.
“Si está pensando en elevar su estatus y ser reconocido por ser usted mismo, ¿no cree que es la mejor manera de demostrarlo? Debería ir a buscarla usted mismo también”.
No es que ella le importara mucho realmente. Solo estaba con Iris por apariencias. Porque a su padre le había gustado como era Iris. Porque el anterior emperador dijo que serían perfectos. Y porque ella era una burla para él.
“Su Alteza, necesito decirle algo muy importante...”
Pero el mayordomo también llegó y se veía alterado. Un poco más nervioso.
Aquello encendió sus alertas. De alguna forma, no quería ser recordado como una vergüenza.
Iris había robado su pistola de cañón. Esa arma, de seguro lo hizo para llamar su atención y poder conseguir que él le hablara.
El verdadero problema es que, ¿cómo ella sabía dónde estaba? Y lo peor de todo, ¿qué es lo que pensaba hacer con el arma?
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Updated 89 Episodes
Comments
Claudia Patricia Cruz Saa
ojalá que cuando iris no quede con esa porquería que tiene por esposo
2024-07-07
1
Mary
Que hombre tan miserable en serio ese imbécil es el protagonista?
2024-05-09
3
mine🍭
irene?/Shame/
2024-03-30
1