Existió una vez en su vida que deseó formar parte de la infantería del Imperio. Las mujeres no estaban permitidas, pero eso nunca impidió que pudiese aprender a utilizar una arma.
Su tío, la única persona capaz de criarla, le enseñó a utilizar las armas. Fue una educación muy básica, considerando que todavía era pequeña y tenía una mente infantil.
Gracias a eso, Iris nunca supo lo que era comportarse como una verdadera dama de la sociedad. Hasta que él murió y su tristeza regresó.
Cuando descubrió que su esposo tenía un arma, fue después de la supuesta primera noche de bodas. Estaba escondida en medio del clóset, debajo de las chaquetas oculta en una caja envuelta en un pañuelo de color celeste.
Era un arma ligera, pequeña y sencilla. Fácil de usar.
Estaba dispuesta a usarla para matarse. De todas formas, su matrimonio acabaría muy pronto.
Su esposo, el hombre que la había salvado de esa fatídica vida en la mansión de su padre, muy pronto la dejaría y volvería a ser abandonada. Intentó negar la realidad de su matrimonio.
Nunca sería amada, ese era su castigo.
Aún si fue un matrimonio político, esperaba que él Duque Von Fontier fuese una persona comprensiva. Que al menos le diera compañía.
Iris perdió a su madre, una mujer que había sido exiliada de su lugar de origen, cuando su padre decidió que no le servía más. Una mujer tan brillante y delicada. Ella siempre sospechó que su madre fue una princesa exiliada.
Sus actos, dignos de una princesa, pero que fue obligada a vivir como la amante de un Vizconde. Porque Iris, ni siquiera era considerada como una hija ilegítima de su padre.
Continuó caminando, se había escapado por un momento del Ducado. Ese medio año fue tan largo que se le hizo insoportable seguir viviendo verdaderamente como si estuviera muerta.
Ya ni siquiera quería seguir en esa mansión. Con cada día que pasaba, ella estaba segura que en algún momento Arthur la olvidaría y la echaría.
Para eso, pensaba acabar con su vida antes de que Arthur quisiera hacerle algo.
Miró hacia delante y tocó el árbol de duraznos que estaba en la cima. Se había escapado y se había retirado a un valle que hace un par de años había encontrado por sí sola.
Había sido una estúpida.
Si Arthur nunca la vio a los ojos en el pasado, ¿cómo era posible que alguna vez le quisiera dar una sola palabra? Era imposible. Él ni siquiera estaría pendiente de que ella se hubiese escapado.
De no ser por Lilith, nadie sabría que se había ido de su mansión.
Soltó su cabello, tirando de la pequeña cinta de seda morada que rodeaba su cabello. La melena rubia, de un tamaño alargado casi llegando a sus pies, cayó sobre sus hombros y el viento lo movió enseguida.
Ella tenía un cabello rubio como su madre, sus ojos también lo eran. Ella era una copia exacta de su madre. Cualquiera que la recordara, sabría que era una hija ilegítima.
“Es una bendición o una maldición”, susurró Iris.
Existía ese rumor, cuál fuera el poder bendecido de los Blister, se diría si estaban malditos o beneficiados.
Como ella, nunca mostró su poder a los demás, Iris fue despreciada hasta ese día.
Levantó la pistola y la observó, tras eso miró hacia delante. Estaba atardeciendo y hacía más frío que otros días.
“Mi amor por Arthur... Siempre deseé que se volviera real”, murmuró.
Su voz, más apagada que otros días, fue un mísero rastro de sonido en ese lugar vacío. Era un buen lugar para cometer su objetivo y nadie la podría interrumpir.
“Fuiste mi primer amor, el primer hombre al que de verdad amé con todo mi corazón...”, continuó hablando.
Estaba triste. Había llegado al punto más bajo de su vida. Sin importar si los días eran solitarios, Iris lo esperaba con paciencia porque lo amaba.
Habían días en los que ni siquiera tenía ganas de levantarse por la soledad que había en su vida. Todos los días, la misma historia.
Iris estaba dispuesta a obedecer la orden que su querido esposo le había impuesto hace 8 años atrás.
Había sido un tiempo muy largo.
Pero su mente ya no lo soportaba, estaba dispuesta a morir para romper ese compromiso y apartarse del verdadero amor de su amado esposo.
Arthur la había engañado con su mejor amiga. Ella reconocía esa voz en cualquier lugar, pero no los culpaba de nada.
Si es lo que quería Arthur, Iris pensaba apartarse.
Se apartaría de la forma más sencilla de la vida de su amado esposo, de hecho, era la idea más perfecta que alguna vez había pensado.
Escapó sin que nadie creyera que había sido por sus mismos pies, dejó una carta escondida para que Arthur supiera que hacer una vez ella estuviera muerta y estaba muy lejos de la mansión. Seguían siendo las tierras de los Fontier, pero al menos su muerte no maldecería ni una sola estructura.
“Con la bendición que se me fue otorgada al nacer por obra de Dios, me deshago de este poder y de mi vida para siempre”, murmuró con lágrimas cayendo de sus ojos.
Ella ya se había decidido a renunciar a su vida y a su propio poder con el que fue bendecida. El apellido que ella misma ensució por solo nacer. Todo lo que Iris había hecho mal en esa vida, se despedía de eso.
Sujetó con mayor miedo la pistola, estaba segura que dolería. Aunque fuera una muerte rápida, le dolería demasiado recordarlo todo.
Su vida pasaría delante de sus ojos y por supuesto, la haría darse cuenta de lo doloroso que fue su propio destino.
Pero ya no había forma de retroceder a eso.
Muy pronto, solo sería olvidada y todos los problemas que alguna vez ocasionó con su existencia, desaparecían para siempre.
“Iris Blister, descendiente de un gran linaje de poderosos santos... Qué patetica. No debería siquiera llamarme así”.
Puso la pistola sobre su sien, ubicando su dedo anular sobre el gatillo y quitó el seguro. Iba a decir sus últimas palabras al viento.
“Arthur, de verdad te amo. Te amo demasiado que duele saber que jamás fuimos compatibles. Fuiste mi salvación, pero cumpliré nuestra promesa de matrimonio”..
Hasta que la muerte los separe.
*¡PAMP!*
El atardecer de ese día de primavera, bajo la copa de un árbol de duraznos en plena floración, el suelo verde se manchó de color carmesí.
Aquel estruendo se pudo oír por todos lados, pero ya había sucedido.
La Gran Duquesa Iris Von Fontier había muerto a los 24 años.
...****************...
En el año 1330, una enorme guerra ocurrió. Magos, caballeros e incluso Santos estuvieron dentro de esa gran guerra.
Todo se trataba de la enorme grieta que separaba el mundo humano de los demonios, los peores seres que eran capaces de existir en el mundo. Y no fue hasta que después de casi 10 años de batallas, nació y se demostró la verdadera salvación del mundo.
Un descendiente perteneciente a la familia Blister, del cual, descendía parte de sangre Imperial y bendecida por Dios. Aquel héroe de la humanidad, logró derrotar ese enorme sacrilegio.
Y así, era la historia del Imperio Laencaster.
Los Blister siempre nacían para una razón. Eran los humanos elegidos y bendecidos por Dios. Pero desde la era Solar de Laencaster, hubieron veces en las que no fueron solo bendiciones. Hubieron maldiciones.
Los destinados a sufrir eran los que jamás debieron nacer. Los que contenían sangre Blister, sabían la responsabilidad que traían encima.
Es por eso que no existía manera de escapar.
“¿Iris?”
La humedad que sentía era más que real en ese momento. Miré hacía el suelo y después levanté mis ojos hacia la voz.
Era una criada. Yo estaba rodeada por unas cuantas sirvientas y sentía que nada de eso era real. Espera, ¿no había muerto hace unas horas?
“¡¿Por qué la Señorita Blister está en el suelo?! Es una mujer noble, ¡deben ayudarla!”.
¿Una mujer noble?, ¿en qué momento?
El frío que sentía era muy real, hasta entonces, creí que toda esto era falso.
“¡L-Lo lamento mucho, Señorita Blister!”, exclamó esa criada.
Miré hacía el suelo, en el reflejo de ellos podía ver claramente mi rostro. Lo toqué con las manos y no entendí esto.
“Esto es algo inaceptable, ¡estás castigada Valentine! ¡¿Cómo puedes empujar a la Señorita Blister y tirar toda la charola con agua?!”, la Jefa de criadas continuó gritando.
Esa niña era yo. ¿Tal vez tenía 14 o 15 años? Yo era muy diferente en ese momento, mi rostro siempre fue así de delicado. Muchas criadas envidiaban mi supuesta belleza, por tantos años tuve que soportar las sirvientas de esta mansión y ahora, había vuelto.
¿Esto era un castigo divino?
Sé que suicidarse es un pecado en contra de la Iglesia, pero quería escapar. Cuál fuera la manera de irme, decidí que tenía que ser así.
Estaba cansada de esa soledad. De esa mansión. De la vida que mi esposo me había dado solo porque me odiaba. Ya ni siquiera era divertido vivir en una mansión que solo me pertenecía a mí y estaba repleta de lujos.
Es demasiado difícil para mí procesar todo esto.
¿Regresé a la vida?
Estoy muy consciente que oí el disparo y por un solo segundo, sentí la bala pasar por mi cabeza. No dolió nada y pude sentir paz.
Pero estoy aquí, otra vez.
¡¿Por qué estoy en esta mansión?!
“Señorita Blister, ¿está bien? La llevaremos..”, pero no pudo terminar de hablar.
Golpeé la mano de esa criada. No quiero que nadie me toque. Absolutamente nadie.
Todas estas mujeres se burlaron de mí, desde que era pequeña. Mi madre se había ido y aprovecharon eso para tratarme como una sirvienta.
Casi como una esclava.
“No quiero verlas más, ¡todas váyanse ahora mismo!”, exclamé con fuerza.
Estaba rodeada de ellas, de seguro solo pensaron en ayudarme porque Halsey, la Jefa de criadas, las estaba regañando a todas.
No estoy dispuesta a pasar por esta vergüenza de nuevo.
“S-Señorita Blister, está toda empapada. No podemos irnos, además..”, no pudo terminar de hablar porque Iris la golpeó.
*¡chiaak!*
Le di una cachetada.
Me siento tan miserable ahora mismo, ¿por qué tengo que soportar a todas estas mujeres ahora? De todas formas, solo es un castigo después de la muerte. Es imposible que haya vuelto a la vida, ¿no?
Esas cosas solo son sueños.
“Vete ahora y conoce tu lugar”, amenacé. Mi cuerpo está empapado, pero prefiero vestirme sola.
No pienso dejar que nadie en esta mansión me toque.
Fue de un segundo a otro y la mayoría de criadas que habían estado ahí a mi alrededor, desaparecieron. Tomaron todas sus cosas y solo quedé yo.
Cerré mis puños con fuerza.
¿Es posible que esto no sea un sueño?
“Señorita Blister”, la llamó Halsey.
Halsey fue la única criada que en el pasado, cuando era una niña y mi madre me abandonó, tuvo el valor de ser amable conmigo. Pero ella también me abandonó cuando tuvo la oportunidad.
Cuando contraje matrimonio con Arthur, sentí que toda esta miseria la dejaría atrás.
He vuelto a esta maldita casa del Vizconde Blister.
Mi padre.
Y también, estoy segura que están mis hermanos mayores.
¿Qué tan desgraciada puede ser mi vida?
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Updated 89 Episodes
Comments
Ginna Gamez Sauceda
Iris cua to has sufrido pequeña😭😭😭😭😭😭
2024-07-07
1
Isabel Conde Lema
espero qué espabile de una vez y se haga fuerte 😭😭😞😭😞
2024-04-08
5
🤗Finita💖💫🇲🇽
Ahora que puedes escapa de esa familia y de ese Duque.
2024-02-14
4