Capitulo 4.

“Estúpida sangre de plebeya, ya verás lo que te pasará una vez papá se entere”, dijo a través de la puerta.

Mantuve mis ojos cerrados. Quiero irme de esa casa para siempre, pero no tengo un solo lugar al cual quedarme.

“Ve y dile... No me importa, solo déjame sola”, susurré.

Todo esto es frustrante.

Sé que seré castigada, pero al menos, me mantendrán apartada de todo el mundo. Con golpes o sin golpes, mi padre me castigará alejándome de todo el mundo.

Pero ¿no siempre fue así por qué era débil?

Mi padre siempre tuvo todo el derecho a tratarme mal porque yo era débil. Quería ser amada, así que intenté callarme todo para gustarle a los demás. Hay gente que es dulce por naturaleza, yo fui despreciada desde que nací.

“Si ser una mujer noble, me convierte en la esposa del Gran Duque Von Fontier, preferiría morir antes que eso suceda”, murmuré.

Abrí mis ojos y miré a mi alrededor. Mi habitación en el pasado era mucho más grande, pero no tenía muchas cosas. Tenía ropa tan elegante, brillante y bonita, pero jamás la utilicé.

Solo usaba los vestidos más sencillos que encontraba.

En este Vizcondado, donde soy despreciada y fui tomada en cuenta cuando me volví una moneda de cambio, ¿por qué debo esforzarme por ellos? Conozco el futuro de toda mi familia, sé que mis hermanos morirán por un accidente y mi padre caerá preso por deudas masivas por las apuestas.

El único que quedará en mi familia será Cedric.

Entonces, ¿Cedric podría salvarme de caer en esta miseria otra vez?

...----------------...

“¡Esa maldita plebeya está loca!”, exclamó con ira.

Dentro de la mansión del Vizconde Blister, había mucho movimiento. La pequeña hija del Vizconde Blister se había vuelto loca.

El rumor había corrido rápido, así que Richard pensó en ir a visitarla para darle una lección. Ella ni siquiera es una Blister ya que no tiene ni un solo don heredado, solo es otra hija ilegítima que su padre dejó por ahí y que sobrevivió a las adversidades.

Pero debía admitir que era muy linda, Iris tenía una apariencia muy delicada y podía encantar con la vista.

*¡Crash!*

Eso no bastaba para Richard.

“¡Estúpida Iris!”, se quejó tirando otro florero a la pared.

Se supone que la tenía en la palma de su mano, ella solo debía hacer caso a lo que él le decía porque era su juguete. Desde que la vio cuando era pequeño, en manos de esa mujer, supo que Iris podía ser suya.

“J-Joven Duque”, habló Valentine.

Richard dirigió su mirada fulminante a la criada que lo llamó, entonces cuando la vio supo a lo que se refería Iris.

“¿Qué quieres?”, respondió acercándose.

“L-La cena está lista, el Señor y los maestros ya están en el comedor...”, desvió su mirada.

“Oh vamos, Valentine. ¿Tú fuiste la criada que insultó a mi hermana? Dime la verdad, no me voy a molestar. El golpe se ve a plena vista”, pidió poniendo su mano sobre el mentón de ella.

Era una forma para él de sacar toda la información disponible. Quería saber para luego tener derecho a castigar a Iris. Ella nunca tendría el valor para tratarlo así otra vez.

“N-No fue un insulto, solo se trata de un accidente, Joven Duque”, se puso nerviosa. Richard la trataba con tanta amabilidad.

“Ya veo. Me encargaré de eso, gracias Valentine”, le sonrió con encanto y la dejó ir.

Había escuchado algo así de Halsey, la Jefa de criadas. De cierta manera, no era para nada normal que Iris se comportara de esa forma. Ella siempre fue una chica tranquila, ingenua y muy tonta.

Incluso hablaba bajo, pero ahora parecía una persona muy distinta.

“Qué extraño”, murmuró.

“¿Qué te ocurre? Deberías parar de coquetear con las criadas, sabes que papá tiene que despedirlas después”, Archie habló.

Él era igual de parecido que él. Era como verse en un espejo, pero eran tan distintos entre sí que lo único que compartían entre los dos era el cariño que sentían por Iris.

Archibald era molesto. Su personalidad de chico misterioso y sádico le molestaba a Richard, incluso fingía ser así de inocente cuando estaba con Iris.

“Se trata de la plebeya ilegítima”, se excusó regresando su molestia.

“¿Plebeya? Ah, hablas de Iris”, se enderezó y caminó a Richard.

Desde que los dos vieron a Iris, un hambriento sentimiento de obsesión los atacó a ambos.

“¿Qué le hiciste esta vez, Richie? No podemos perderla, ¿sabes?”, habló cerca del oído de Richard.

“Ya lo sé... Es solo que se veía distinta, actuaba distinta”, se explicó.

“Vamos al comedor, de seguro papá sabrá qué hacer”, insistió.

Ambos estuvieron de acuerdo con eso. Casi siempre Iris se comportaba como ellos dos querían y cuando ella hacía algo equivocado, era castigada. Ellos dos siempre se encargaban de darle el mejor castigo que podían.

Así que, Archie no estaba preocupado por las quejas de su gemelo, sabía que esa rebeldía de Iris solo duraría un día y nada más.

Iris permanecería soltera hasta que ellos dos murieran, ella jamás se iría de su lado. Adoraban demasiado su tonta ingenuidad y lo amable que era.

Era la mejor hermana menor que tenían.

“Llegamos”, habló Archie abriendo la puerta del gran comedor.

Quien los recibió fue Cedric, él era muy delicado de salud así que su personalidad era bastante suave.

“Archie. ¿Por qué Richie se ven tan molesto?”, preguntó al verlos sentarse.

“Se trata de Iris”, respondió y eso fue suficiente.

*¡Pamp!*

“¡¿Qué se supone que le pasa a esa tonta?! ¡He sido todo este tiempo muy amable!”, gritó con ira.

Había que reconocer que la persona favorita de los gemelos era Iris. Así que, todas las criadas que estaban presentes solo se quedaron en silencio.

Pero el rumor ya había corrido por toda la mansión.

Todos estaban diciendo que Iris, la delicada muñeca, había perdido la cabeza.

“Debe haber pasado algo, ¿no salió a una fiesta la semana pasada? La noté muy distraída”, supuso Archie.

“¡Tienes razón! Mataré a cualquiera que le haya dicho algo malo a la pequeña Iris, si se atrevieron..”, amenazó a todos.

“Espera, yo no creo que sea solo eso...”, murmuró Cedric.

Él era demasiado lejano a Iris, pero también veía por su salud. Cedric ya estaba demasiado ocupado con su enfermedad.

“¿Ah? ¿Qué quieres decir con eso, Cedric? Esa niña... ¡Somos sus hermanos favoritos! ¡¿No es obvio?!”, exclamó.

“Yo pienso que debe estar cambiando un poco, es joven aún y de seguro vio a alguien que le gustó. Tiene 15 años, ¿no? Es lo normal a su edad”, recordó.

Ellos tres ya pasaban de los 20 años. Es decir, Iris sería la más pequeña y protegida de los tres si es que hubiera sinceridad.

“¿Quién le gusta a Iris?”, preguntó Richard.

“¿No recuerdas a ese hombre con el que bailó en su debut? El hijo del Duque Fontier”, recordó Archibald.

“Así es. Es natural para ella, ¿saben? Pero eso no significa que dejen de estar con Iris”, Cedric sonrió incómodo.

Sabía que la mirada de un Blister podía matarte.

“¡Halsey, comienza a servir la comida!”, habló Richard.

“Joven Duque, el Señor aún no llega al comedor..”

*¡Pamp!*

“Todos están raros hoy, ¿qué se supone que está pasando? ¿Dónde está mi padre?”, habló con frialdad.

Sin embargo, antes de que sucediera algo malo, el Vizconde llegó.

“Richard, ¿por qué golpeas la mesa? Pareces idiota”, respondió con fiereza.

“Hasta que apareces, viejo”, se cruzó de brazos.

“Estaba ocupado trabajando, ¿sabían que Su Alteza Imperial está interesado en nuestra Iris?”, añadió mientras se sentaba en la cabeza de la mesa.

“¿Interesado? ¿De qué forma, papá?”, preguntó Cedric.

“Nuestra Iris tiene 15 años, así que aún no es legal que se pueda casar, pero fue una de las mejores debutantes de este año... A Su Alteza Imperial le gustó el baile que realizó con Arthur”, comentó.

La comida comenzó a ser servida, pero todo el ambiente quedó en silencio. Habían tantas cosas que decir y a la vez nada porque para Richard y Archibald perder a su pequeño sol era la muerte.

Iris no podía casarse.

Eso ya era un mandato familiar.

“¿Y por qué la quieres casar con ese hombre? No, en primer lugar, ¿a quién le importa lo que diga Su Alteza Imperial?”, murmuró Archibald.

“Oh vamos, Iris estaría feliz con eso. Espera, ¿dónde está ella? Halsey, ¿dónde está Iris? Ella tiene que saberlo”, siguió hablando. Tenía un buen humor.

“La Señorita Blister...”, iba a hablar, pero no pudo seguir.

Richard se levantó de la mesa y exclamó.

“¡Esa plebeya golpeó a una criada y está actuando raro! Además, ¿qué demonios? Es imposible que ella esté feliz por eso”, acusó a su hermana.

“Richard, siéntate. Nuestro padre no..”, Cedric no pudo continuar hablando.

“Mi hermano tiene razón. Es imposible que ella se case, padre. ¡Es demasiado joven!”.

El Vizconde dejó de comer y puso su taza de café vacía de vuelta al plato.

“¿Qué fue lo que hizo esa niña?”, preguntó con frialdad.

Y tan pronto los gemelos se levantaron de la silla, volvieron a sentarse. Sabían que cuando el vizconde se molestaba, la situación cambiaba completamente.

“Ella...”, intentó hablar Richard, pero volvió a callarse.

Cedric miró a sus hermanos y luego a las criadas, todos le temían a su padre cuando estaba así de enojado.

Suspiró, entonces habló.

“Estabas ocupado trabajando, es normal que no lo escucharás. Iris, en la mañana, golpeó a una criada y hace un rato, tal parece, que le hizo algo a Richard”, comentó mientras continuaba comiendo.

“¿Por qué lo hizo? ¡Halsey! Tú estás encargada de ella, ¿qué pasó?”, ordenó.

“Valentine tiró una charola con agua fría encima de la Señorita, ella solo le dio una cachetada y nos expulsó a todas de ahí”, se inclinó una vez terminó de hablar.

“Iré a verla, ahora mismo”, decidió tras escucharlo.

Pero Cedric se levantó antes de hacerlo.

“Mejor iré yo. Ella debe estar confundida, de seguro pasó algo más”, miró a Halsey de reojo y luego a su padre.

“Cedric es muy blando, ¡déjanos a nosotros castigar a Iris!”, pidió Richard.

“No, necesito hablar con ustedes dos. Cedric, ve y habla con esa niña después vamos a decidir”, decretó y no hubo ni un solo comentario más.

Cedric se retiró de la mesa y caminó hasta la puerta, sabía que sus hermanos mayores estaban celosos de cualquier hombre que se acercara a Iris.

Incluso de él mismo que solo era su hermano.

Los miró por última vez antes de salir, ellos dos le dedicaron una mirada que podía matarte. Estaba acostumbrado a ello, después de todo, Iris había llegado a la mansión justamente cuando él tenía 15 años y obviamente, estaría muy curioso sobre ella.

De todas maneras, los ignoró y caminó por el pasillo principal. La habitación de su hermana estaba cerca del jardín principal de la mansión, así que no quedaba mucho por caminar.

Cuando llegó por primera vez a su vida, Iris le pareció una sucia plebeya y realmente creía que era un engaño, pero no fue hasta que Archibald le contó la historia de nacimiento de Iris que pudo entender que era su verdadera hermana.

Sabía que a veces venía una bella mujer a la mansión y que una vez, vio a un bebé en brazos de ella. Pero nunca creyó que se trataría de una hija ilegítima de su padre.

Una vez estuvo frente a la puerta de Iris, golpeó con paciencia. Él era distinto a sus hermanos mayores, nunca tuvo una cercanía con ella.

Pero la entendía bastante bien, por alguna razón, cuando hablaban ellos dos se apoyaban en lo que sea.

“Iris, soy yo, Cedric”, habló cerca de la puerta.

No escuchó ni una sola respuesta o movimiento. Iba a seguir esperando.

“No te voy a culpar por lo que hiciste, de hecho, quiero entenderlo. ¿Ocurrió algo malo?”, volvió a hablar.

Habían cosas que no entendía de Iris. Desde que esa mujer dejó de venir a la mansión, nunca más vio a esa bebé rubia y una vez pasaron los años, regresó.

Esa soledad que Iris debió sentir, es probable que haya sido parecido a lo que él sintió hasta ahora.

Además, ella era joven. Tenía más oportunidades en la vida.

“No creo que puedas ayudarme...”, un hilo de voz se escuchó a través de la puerta.

Cedric ubicó su mano sobre la puerta y volvió a hablar.

“Soy tu hermano mayor, aunque no haya nada que pueda decirte para ayudar, puedo apoyarte”, insistió con delicadeza.

Si se iba de allí sin conseguir alguna respuesta, su padre y los gemelos se encargarían de Iris. Él mismo podía decir que los castigos que su padre daba eran los peores y no quería que ella pasará por eso.

“De seguro ya lo escuchaste, ¿no? Cosas tan extrañas de mi...”, su voz parecía triste.

“Es normal a tu edad actuar así, además sé que debes pensar que la reputación de la familia hay que cuidarla”, intentó comprenderla.

Cedric no era muy bueno para comprender a los demás. Vivía aislado de los demás por cuidar de su salud, así que no poseía muchas habilidades sociales.

“¿A mi edad...?”, susurró.

Cedric la escuchó, lo dijo muy cerca de la puerta. Pero antes de que pudiese decir algo más, escuchó que la llave de la puerta salió.

Estaba abierta.

La puerta lentamente se abrió y parte de la habitación estaba a oscuras. Las luces se habían apagado, pero por lo poco que podía ver hasta ahora habían algunos vidrios rotos y retratos.

Eran regalos que alguna vez vio en manos de los gemelos.

Y cuando Iris se mostró, se veía distinta. La niña tan brillante, la que cualquier persona diría que era una bella mujer, ahora mismo se veía destrozada.

Como si una parte de ella, hubiera muerto.

“Hermano, ¿podemos hablar un poco?”, preguntó mirándolo a los ojos.

Sin siquiera dudarlo, Cedric lo aceptó.

“Claro que sí, puedes confiar en mi, Iris”, aclaró.

Sabía que existía algo más en Iris que ella podía mostrar.

***Este trabajo esta bajo contratado con NovelToon y la piratería, como la reimpresión sin permiso, están estrictamente prohibidas.***

***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***