Capitulo 17

He estado aterrada de Archibald desde la primera vez que quise irme en contra de sus decisiones.

Quizá parezca muy extraño, pero es Archibald quien controla realmente a Richard. Él nunca lo ha notado, pero ha sido así desde siempre.

Richard fue el primer gemelo en nacer, luego de cinco minutos, nació Archibald. Así que, es obvio de quien se esperaría que fuera el jefe en esa relación fraternal.

Sin embargo, nunca fue así. Archibald creía que Richard era un idiota que le servía. Por lo que siempre se encargó de que mi hermano pudiera serle de utilidad, incluso conmigo.

¿Tal vez él me conocía desde hace tiempo?

No lo sé y no quiero preguntarle.

Archibald siempre ha sido un misterio para todos, hasta para mí.

Entonces, ¿cómo murieron? Ese día estaba lloviendo con mucha agresividad, recuerdo que les suplique a los dos que no fueran por lo peligroso que era.

Es decir, debían cruzar toda la capital para llegar a la Santísima Iglesia de San Bernardino y luego, pasar cerca de los cerros que estaban repletos de barro.

Me pregunto...

¿Alguien habrá ocasionado todo esto?

“Te ves pálida, Iris. ¿Estás segura de que quieres ir?”, preguntó Cedric.

Realmente no me importa mucho lo que les vaya a pasar a mis hermanos mayores ni mi padre en el futuro, pero es extraño.

Muy extraño.

“Estoy bien, Cedric”, respondí.

Una de mis criadas estaba terminando de vestirme, gracias a la influencia de Cedric que desconocía totalmente, desde hace un tiempo ya no hay ninguna que se burle de mi.

El único problema sigue siendo mi doncella, ella desde el pasado fue así conmigo.

“En la cena de hoy, pedí que te sentarán al lado de nuestro padre”, habló, “y yo estaré a tu lado también”.

Se preocupa mucho por mi, eso me causa un sentimiento tan grande de paz que me da miedo que algún día desaparezca.

“Ya está lista, Señorita”, avisó la criada y se retiró en silencio.

Me miré en el espejo y me veía bastante bien. Es sorprendente todo lo que Cedric ha hecho por mi hasta ahora.

Puede que hasta haga más cosas de las que creo.

Vi por el reflejo del espejo que se acercó a mi y me rodeó con su brazo. ¿Por qué han cambiado tantas cosas desde que volví?

Todo esto debió ser así desde hace mucho tiempo.

Desde el principio, cuando llegué a la mansión Blister, Cedric debió encargarse de mi. Es alguien muy responsable, inteligente y sensato.

Recuerdo desde el pasado, cuando él tuvo que encargarse por completo de toda la familia Blister por sí solo, consiguió recuperar un poco del poder político que alguna vez tuvimos.

Cedric la recuperó por completo y eso es un mérito que no muchos consiguen.

En el pasado, antes de morir, nunca fuimos tan unidos ni siquiera nos hablábamos seguido.

Me encantaría disculparme por nunca haberme dado cuenta de lo mucho que él me quería y apreciaba mi compañía. Él sí es mi hermano.

“Gracias, Cedric..”, agradecí.

Para cuando consiga todo lo que quiera, habré hecho todo lo que mi hermano Cedric deseó que hiciera. Es difícil para mí confiar en los demás, me cuesta mucho hablar para expresar mis emociones y siempre viví rodeada de miedo.

Estaba asustada de todos, creía que Richard y Archibald estarían toda la vida conmigo.

Fue un pensamiento muy inútil.

Ni siquiera debí considerar en algún momento que ellos dos podían ser mis hermanos favoritos.

“¿Crees que algún día mis hermanos mueran, Cedric?”, pregunté.

Ya fuera por mi influencia o no, los eventos del tiempo debían seguir. No todo puede cambiar, algo debe salir mal.

Estoy segura de eso, lo aprendí desde mi vida pasada.

Así que, si hay algo que debe suceder de todos modos es que Richard y Archibald mueran en ese accidente tan fatal.

Sentí que Cedric me abrazó. Fue bastante repentino.

“El día en que los dos sufran un dolor peor al que te hicieron sentir, debe llegar. No será hoy, ni mañana, pero sucederá”, prometió, “tú podrás ser libre, Iris. Por favor, nunca permitas que nadie te haga llorar otra vez”.

Asentí, correspondiendo su abrazo. Cada vez más, Cedric se volvía la persona más importante para mí.

Estoy segura que él nunca me haría daño.

“¿Ni siquiera tú..?”, susurré.

A pesar de eso, en el pasado él sí me había hecho llorar. Fue en mi cumpleaños número 10, él me odiaba.

“Si alguien te hace llorar o yo te hago daño, lo haré pagar por sus pecados. Me desharé de ellos, incluso si debo matarlos”, decretó.

Pero eso cambió. Él era un verdadero hermano para mí.

......................

“Todo se ve muy bien, ¿tú lo hiciste, Richard?”, preguntó el Vizconde.

La mansión Blister se veía mejor que antes. Mucho más brillante.

“¡Claro que lo hice! Te lo dije, fue una buena idea irme antes de lo planificado”, se alardeó por sí solo, “con tanto desorden aquí, a veces se debe tomar muchas precauciones”.

Claramente, era mentira. Todo ese tiempo, Cedric se encargó de acorralar a Richard de sus deberes como heredero. Él se atribuyó todo lo que Cedric había hecho dentro de la mansión.

Incluso, con la gran compra y mejora de vestuario de Iris no hubo ni una sola perdida mayor.

Todo estaba normal, incluso mejor que antes.

“Eso está bien, así debe actuar un heredero”, felicitó.

Richard se sentía superior. Cedric solo era un niño con mal carácter y débil, él ni siquiera debería ser considerado como parte de los herederos disponibles. Miró a los sirvientes, quienes solo bajaron su cabeza, porque era obvio quién se encargó de todos los arreglos.

Desde siempre, Cedric ha sido muy parecido a la difunta Vizcondesa.

La mujer de sangre escarlata, la Vizconde Amanda Blister.

De sus ojos escarlata, tan profundos como la mismísima sangre, provenía su apodo. Eran tan fríos, crueles y despiadados. A pesar de ser solo una Vizcondesa era igual de conocida que el apellido Blister.

Pero con una vida tan cruel, y con el rostro más inexpresivo de todo Lancaster, murió de difteria.

Y un gran cuadro de aquella bella mujer de cabello castaño y ojos escarlata se podía ver en los pasillos de la mansión.

Y con ello, Richard siempre comparaba la apariencia de Cedric con la Vizcondesa, su propia madre. Esa mujer y Cedric son parecidos.

Un mal carácter, fríos, inexpresivos. El problema principal es que Cedric poseía una gran inteligencia, tanto Richard como Archibald nunca le dijeron a su padre del gran potencial que tenía él.

Porque Cedric terminó sus estudios a los 15 años, mucho más antes que cualquier persona normal.

“Gracias, padre. Yo nunca te decepcionó, ¿lo ves? Mantuve la mansión en muy buen estado durante todo este mes”, continuó alardeando.

“Sí, sí, comprendo... ¿Y dónde está Cedric? ¿Y qué hay de nuestra pequeña princesa?”, preguntó.

Por un momento, ese apodo confundió a cualquiera que lo escuchó. Incluso Richard.

Era bien sabido, en toda la mansión, que el vizconde Blister despreciaba a Iris. De hecho, ni siquiera la odiaba.

Simplemente, ella no existía para el vizconde.

“Padre, ¿por qué le crees a este idiota?”, acusó Archibald, “él nunca ha hecho nada por esta mansión, de seguro fue Cedric”.

“¡Oye, Archie..!”, exclamó.

“¿Cedric? ¡Ja, ja! ¿Ese chico?”, se entretuvo con sus palabras, “Este niño es gracioso, Richard. Creer que alguien tan inútil sea capaz de hacer esto, si claro...”

Archibald solo desvió su mirada hacía Richard. Después de tanto tiempo, por fin vería a su querida y bella mujer de bellos colores.

La más fina, hermosa e ingenua flor de todas.

“¿Dónde está Iris?”, preguntó con frialdad, “nuestro padre le trae muchos regalos”.

Los tres caminaron hacia delante, iban en dirección hacia el salón principal. Esperaban que Iris apareciera por sí sola.

Desde siempre había sido así.

Bastantes cajas de regalos comenzaron a amontonarse en el recibidor de la mansión, una más llamativa que la otra. La mayoría de las cajas eran dirigidos a Iris.

La pequeña hija del Vizconde Blister.

“¡Erwin! ¿Sabes dónde está mi hija?”, preguntó el vizconde, “necesito hablar con ella, ahora mismo”.

Erwin se detuvo de inmediato, él a penas había llegado para recibir a sus maestros, pero con aquella pregunta se asustó un poco.

Cedric le había dejado como orden no decir dónde estaba Iris hasta la hora de cenar.

Se arriesgaba mucho al decir que no sabía dónde estaba.

“Bueno, Señor...”, comenzó a hablar, “la Señorita ahora mismo no puede venir”.

Fue lo único que salió de su boca.

“¿Y eso por qué?”, respondió Archie.

Su tono de voz fue tan amenazante que asustó a Erwin.

“Porque...”, dudó, ya no sabía qué más decir, “nuestra Señorita está...”

*Tac, tac*

Se pudo oír claramente como alguien venía bajando de las escaleras, era obvio de quién se trataba.

Cedric bajó las escaleras y se fijó rápidamente en su padre, luego en sus hermanos gemelos.

Tan iguales, tan diferentes.

Los dos, dispuestos a cualquier cosa, con tal de obtener a Iris. Aún si eso la maltrata de las peores formas.

“Está durmiendo ahora, se sentía mal”, respondió con seriedad, “¿por qué? ¿qué quieren decirle?”

Y allí, su mal carácter.

“Cedric, ¿está todo bien con ella? Le traje muchos regalos, de seguro va a querer verlo todo ahora”, continuó hablando el vizconde, “a ella le gustan los regalos”.

Los gemelos y Cedric se estaban asesinando con la mirada, solo que ninguno se movía.

“¿Regalos, eh?”, ladeó un poco su cabeza, “no creo que sea necesario molestarla ahora por esa razón”.

“¿Qué sabrás tú, Cedric? Ni siquiera la conoces tanto”, se quejó Richard.

Cedric quiso sonreír con ironía.

No iba a permitir que ellos dos se acercaran a ella.

“Cedric, ¿pasa algo malo? Solo quiero ver a Iris..”, murmuró con mayor seriedad el vizconde, “ella debe saber esto que quiero decirle”.

“No creí que llegarían tan temprano a casa, así que le prometí que todos estarían aquí en la cena. Iris ha tenido problemas para dormir últimamente, ¿podrías dejarlo pasar esta vez, padre?”, se mantuvo firme en su decisión, “no volverá a repetirse”.

Se escuchó un suspiro del Vizconde.

“Está bien”, lo aceptó, “no soy un padre tan horrible”.

“Iremos a verla de inmediato, de seguro..”, Richard no pudo terminar de hablar.

Cedric lo fulminó con la mirada más gélida y llena de odio que alguna vez había visto en su vida por parte de él.

“Estará bien, ya me encargué de eso”, respondió igual de frío que su mirada.

Y se dio la vuelta, esperando que ninguno de los dos se fuera con él para caminar directo hacia Iris.

El Vizconde también decidió retirarse, en cambio, los gemelos no lo hicieron.

Había algo extraño ahí y Archibald lo notó.

“Di la verdad, animal”, ordenó despectivo, “¿qué ocurre ahora? Se supone que la plebeya estaría a tu cuidado durante todo este tiempo, Richard”.

De inmediato, Archibald lo sujetó del cuello de su camiseta con mucha fuerza.

“¡Así fue! De verdad, maldita sea”, ni siquiera reaccionó.

Esos arrebatos de ira que provenían de Archibald eran muy comunes para Richard.

“Entonces, ¿por qué ese maldito tiene a nuestro tesoro en sus manos?”, preguntó, “¿qué se supone que has hecho para evitarlo?”

Archibald estaba a punto de activar su bendición, pero Richard comenzó a hablar.

“Hace un tiempo, Iris cambió”, confesó, “me ha evitado todo este tiempo, incluso el mayordomo me da más trabajo solo para evitar verla. Quiero decir, ¿no es una tontería?”.

Archibald iluminó sus ojos, dejando ver aquella luz amarilla que poseía de la bendición más fuerte de los Blister.

Control.

Esa era su bendición que con tanto amor y aprecio, Dios le había dado al nacer.

Para ser el segundo, tenía un poder demasiado enorme dentro de sí. Él era capaz de hacer todo lo que quería con solo activar su bendición.

“¿Es Cedric la causa de todo esto?”, preguntó, “Ese hombre... ¿Arruinó a nuestro pequeño tesoro?”.

“¿Qué sabré yo, eh? Cedric ha estado protegiendo a Iris por una razón y no lo entiendo, incluso en la noche es imposible acercarse a ella”, respondió.

Entre los poseedores de la bendición de los Blister, se suponía que no les afectaba. Pero eso dependía de cada individuo.

Richard y Archibald tenían una bendición muy fuerte, lo suficiente para matar demonios, así que entre los dos nunca podían controlarse entre sí.

“¿Es qué eres idiota? Cedric es débil, demasiado”, recordó, “su bendición ni siquiera está funcionando bien y aún así, te dejaste controlar por él”.

*¡Pamp!*

Archibald golpeó a Richard en el rostro. Estaban en medio del recibidor de la mansión, todos los trabajadores que pasaron por ahí avanzaron más rápido que antes.

Cuando los gemelos se peleaban, significaba que la discordia había empezado.

“Tch... Si un cabeza hueca como tú no pudo vigilar a Iris por solo un mes, ¿qué esperas de tu papel como heredero?”, lo despreció, “maldito inútil”.

Richard escupió sangre, los golpes que le daba Archibald eran muy dolorosos.

“Esta noche encárgate tú de Iris, yo lo haré con Cedric”, habló de inmediato, “ella te escuchará”.

Archibald lo miró de reojo.

“Al menos, sabes tu lugar. No descuides a Cedric”, ordenó.

Y tras eso, se retiró de ese lugar.

En ese lugar no existía otra persona mejor que ellos dos.

Richard y Archibald eran los hombres adecuados para Iris.

Nadie más podía estar con ella.

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Comments

Lenita

Lenita

Que relación tan retorcida de los gemelos hacia Iris

2023-10-25

5

Isa Moreno

Isa Moreno

Quizá sólo quizá fue Cedric matando dos pájaros de un tiro o las bien tres ya que con la muerte de los gemelos le da un golpe duro a su padre 😈

2023-08-21

3

Tina Ixchiel Puthod

Tina Ixchiel Puthod

estar en que sentido???

2023-07-04

0

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