Capítulo 26
La Gringa pasó una bella velada entre los brazos de Pablo. Lo que la hacía sentir con sus besos y caricias aún le quedaba la sensación sobre su piel, aún podía sentirlo. Su aroma tan embriagador la tenía hechizada. Usaba un perfume con aroma maderado combinado con el de tabaco que se ve fumaba, aunque delante de ella no lo hacía, y a la Gringa le gustaba. Además, sentir la tibieza de su cuerpo sobre el de ella fue único. El bello de su pecho ondulado, sus músculos bien marcados, poseía un físico que solo se veía en las revistas y su masculinidad, por Dios, era un dios Griego en todo su esplendor. La hizo gozar de muchas formas, posiciones que jamás supo en las íntimas charlas con sus primas que comentaban lo que hacían las que ya tenían su pareja. Y por primera vez ella lo recorrió con besos y descubrió dónde tenía cosquillas y qué le hacía sentir placer. El lugar donde más le gustó besarlo y recorrerle con la lengua fue en su cuello y en la oreja. En ese lugar sintió que él gozaba esa sensación por su respiración agitada.
Por su parte, Pablo anhelaba que el universo se pusiera a favor de él por primera vez en relación con el amor, en el cual tuvo muchos tropiezos y caídas. Por fin había encontrado a la que consideraba su alma gemela y quería tenerla con él, por lo que haría todo lo que esté a su alcance para que sea una realidad. Debía hacerle entender, convencerla de que ella era la única mujer para él, que no tenía control sobre la actuación de los demás, pero que confíe en su persona. Si ella lo amaba, él le correspondería de la misma manera. Mientras él pensaba en ello, sintió cómo la Gringa lo recorrió con besos y tuvo una sensación única que jamás había sentido. Nunca lo habían recorrido de esa manera tan delicada y suave en el tacto. Cuando ella se posicionó en su cuello y oreja mientras él estaba sobre ella, lo excitó más y su respiración se incrementó. Tuvo que contar hasta diez para no llegar antes de tiempo. En un giro de las cosas, ella estaba sobre él sentada y lo guió con sus manos en sus movimientos y lo siguió besando y acariciando. Cuando sentía que iba a estallar, hacía que aminore en el ritmo devorándola a besos. Rodaban en la cama como remolinos. No podía dejar de saborear su piel. Se volvió adicto a ella. Sentirla así quería todo el tiempo. Pudo darse cuenta cómo se desenvolvía más y más con él a medida que pasaba el tiempo. Sus besos eran el aire que necesitaba para sobrevivir. Sus caricias, el contacto con su piel, suave, tibia, jamás recorrida por nadie solo por él. No quería que eso acabe. En un momento estaban de costado frente a frente besándose y sus manos la acariciaban su parte trasera, apretándolas y aferrándola más a él. Se retiró mirándola a los ojos y le preguntó:
¿Quieres vivir conmigo? - jadeó. Ella lo miró con las pupilas dilatadas por el placer que sentía y le respondió:
"Sí, quiero vivir contigo", y gimió aferrándose a su espalda, clavándole las uñas. Él pudo sentir el calor de su cuerpo envolviéndolo y supo que había tenido un orgasmo, sonriendo complacido.
La Gringa sintió como una descarga eléctrica recorría todo su cuerpo, haciendo que acelerara su ritmo y sus jadeos se intensificaran. Un fuego intenso ardía en su vientre, sintiendo como si descargara algo. La mirada de Pablo le indicó que él también estaba viviendo esa sensación, porque la besó como robándole el aire y esta vez se quedó unido a ella sin separarse ni un centímetro, porque ahora él estaba protegido y le había dicho que lo hacía para cuidarla a ella. Le dijo que cuando ella le dijera que quería tener hijos con él, le daría todo, pero hasta entonces la cuidaría, ya que el bienestar de ella era muy importante para él. Hasta en ese detalle era único.
Según sus primas, a los hombres solo les gustaba gozar ellos mismos y ellas debían conocer su cuerpo y cuidarse, porque si fuera por ellos, las llenarían de hijos. Pero Pablo era diferente, su modo de tratarla como una persona, tomaba en cuenta lo que decía, la escuchaba. Era único e incomparable. No solamente era atractivo, sino que era considerado una especie de hombre muy escaso, no lo podía dejar pasar. Por lo que ante su pregunta, ella dijo que sí, quería vivir con él. ¿O era un manipulador que sabía jugar sus cartas? Bueno, ya no pienses tanto, se reprochaba mentalmente la Gringa.
Otra experiencia nueva que Pablo le hizo vivir a la Gringa fue bañarse junto a él en la tina de baño. Eso fue nuevo y se puso colorada de vergüenza. Pablo la observó de pies a cabeza. Era una belleza única y la animó a meterse en la tina de agua caliente, ayudándola a enjabonarse.
"No debes darte vergüenza", le decía Pablo mientras la enjabonaba y aprovechaba para acariciarla.
"Es que nunca me bañé con nadie", le respondió la Gringa.
Lo raro sería que me dijeras que sí lo hacías -le dijo Pablo en tono burlón.
Jajaja... No, nunca lo hice -aclaró ella por si había alguna duda.
Salieron de la tina y se vistieron. Pablo la llevó al hotel donde se alojaba con sus tíos.
"Dame un mes para arreglar todo aquí y así te mudas conmigo", le dijo Pablo. "Te escribiré para mantenerte al tanto de todo y yo te iré a buscar".
"Bueno..." y lo besó tomándolo del rostro, abrazándolo como si no quisiera separarse de él. Pablo la abrazó y antes de irse, ella sacó una foto de su cartera y se la dio. "Para que me recuerdes", dijo la Gringa. Él sonrió y le dio otro beso. "Yo no tengo una foto para darte ahora, salvo la del carnet", dijo Pablo mientras se la entregaba. "Estás serio", dijo ella y sonrió. "Gracias" y lo besó. Pablo la soltó a duras penas, esperando que fuera un poco más de tiempo. La Gringa, al llegar a su habitación, se desplomó en la cama de lo cansada que estaba y se durmió.
CAPÍTULO 27
Pasó el tiempo y la Gringa preparó sus cosas para ir a vivir con Pablo. Su madre se encargaría del negocio y sus tíos la ayudarían a surtirlo junto con su padre. Estaban felices de que su hija finalmente se comprometiera y cuando Pablo llamó avisando que iba a venir, le dijeron que le harían una fiesta de compromiso para que quedara entre ellos su compromiso con su hija por cualquier eventualidad. La Gringa fue al casamiento al que debían asistir y para el cual su tía le había comprado un vestido.
Lucía radiante, aunque la foto de su tío al pie de la escalera la sorprendió. Llevaba puesto su vestido color turquesa claro y un tul que lo cubría. La carterita de mano hacía juego con el vestido, tenía el cabello alzado totalmente, se puso unos pendientes alargados y una pulsera haciendo juego. Se veía espléndida. Apenas usó maquillaje, sus ojos color azul-violeta sobresaltaban combinando con la vestimenta que llevaba.
Su tía, por su parte, lucía un vestido en color violeta con encaje negro encima y su tío un traje azul oscuro como haciendo juego con la vestimenta de su esposa.
Al llegar a la fiesta, el lugar estaba lleno de personas, se dirigieron a una mesa y tomaron asiento. De fondo se escuchaba un chamamé romántico y melodioso.
-¿Cómo estás, hija? -le preguntó su tío.
-Muy bien. Está muy lindo todo -le respondió la Gringa.
-Está muy linda la novia -dijo la tía al verla entrar.
La Gringa miró con tristeza, pensando que ella nunca luciría así, no tendría un vestido de novia blanco, nunca caminaría del brazo de su padre al altar, no diría "sí, acepto", no tendría a todas las amistades y familiares reunidos por el día de su boda. Desde chica soñaba con el día de su boda, con su prima jugaban a casarse. Pero ahora eso no sería posible, trataba en verdad que intentaba encontrar la lógica en lo que le dijo Pablo, que era solamente apariencia, una costumbre para dejar tranquilo a los charlatanes y chusmas que les gusta comentar sobre la vida de los demás sin ocuparse de la suya. Suspiró, parpadeando varias veces para que las lágrimas no se asomaran. Pablo opinaba así porque él se casó y no fue el cuento de hadas que todos pregonan que es, supuso.
Su tía notó la expresión en el rostro de su sobrina, le palmeó la mano con cariño y le sonrió.
Sirvieron la cena que consistía en asado con ensalada, sopa paraguaya y empanadas. Para tomar había gaseosa, cerveza y vino. La Gringa observó su plato y apenas probó bocado.
-¿Qué ocurre, hijita? Casi no has probado nada, y tú siempre eres de comer bien -le dijo su tía.
Nada, tía... No tengo casi hambre - le respondió la Gringa.
- Algo te preocupa... Te conozco, no puedes engañarme... ¿Acaso estás embarazada? - le dijo su tía, lo que provocó que casi se ahogara la Gringa mientras tomaba la gaseosa.
- No... Nada de eso... ¿Cómo se te ocurre? - exaltada le respondió.
- No nací ayer... Y Pablo anda detrás tuyo como perro con dos colas... Y no renuncia a estar contigo por nada - afirmó su tía.
La Gringa se puso colorada como un tomate y no dijo nada. Su tía sonrió, su silencio le daba la razón. Ella tiró verde y caso maduro. Los novios bailaron el vals y cada invitado se turnaba para bailar con cada uno. La Gringa solo miró cómo se deslizaban por el centro del lugar. Después, todos fueron invitados a arrimarse a la pista de baile para disfrutar de la música. Los tíos de ella salieron a danzar al ritmo del chamamé. Más de uno se arrimó a invitarla, pero la Gringa se negó, no se sentía de ánimo. No faltó uno pasado de copas que la molestaba insistiendo para que baile con él.
- Preciosa... Bailemos... Una pieza no te hace nada - le decía inclinándose hacia ella.
- No, gracias... No quiero - le respondió cortante.
- No te hagas la difícil... Yo sé que quieres... La vamos a pasar bien - y ya se sentó a su lado. La Gringa miraba por si venían sus tíos, se sentía incómoda.
- No... Ya le dije que no quiero - le respondió más seria. Sentía que el corazón se le salía del pecho. ¿Por qué no venían sus tíos?, pensaba.
En eso, el caballero se paró impaciente y le tomó del brazo, como exigiéndole que baile con él.
- VAS A BAILAR CONMIGO... TE CREES MUCHO...
- ¡SUÉLTEME! - forcejeó asustada.
En eso, un hombre lo tomó por detrás y lo tiró.
- Muestre más respeto... ¡No entiende que no quiere bailar! - el tipo, al incorporarse y sacudirse, notó que era el comisario y, sin decir palabra, se retiró.
- ¿Se encuentra bien? - le preguntó.
- Sí... Se lo agradezco - le respondió agitada la Gringa.
- Por favor, acompáñeme. Aquí sola está expuesta a que la molesten - le sugirió.
Vine con mis tíos... Ellos están bailando. - Le respondió la Gringa.
Insisto... Mi mesa es esa... Puede ver cuando regresen. - Ella sonrió y aceptó. El comisario le ofreció su brazo y la encaminó a su mesa.
¿Cuál es su nombre? - Le preguntó cuando se sentaron.
Puede decirme Gringa - Le contestó.
Al escuchar cómo se llamaba, frunció el ceño. ¿Será la novia del oficial Fernández?
¿Tiene alguna relación con el oficial Fernández Pablo? - Le preguntó sin rodeos.
Sí - Fue su respuesta. Con razón Fernández la tenía bien guardada, pensó el comisario. Era una belleza única, poco común en ese lugar.
Y... ¿Por qué no está con él? - Tuvo curiosidad. En eso escuchó a su espalda.
Buenas noches, señor - Al girarse, lo vio parado a su lado. A la Gringa se le iluminó la mirada al verlo.
Fernández, un gusto verlo - Lo saludó cortés. La Gringa se incorporó y se puso a su lado.
Gracias - Le dijo la Gringa al despedirse del comisario y este respondió inclinando la cabeza.
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Comments
Maria Leidy Bernal
si !es muy romantica
2023-05-29
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