La Gringa aún sentía el fuego en su interior y quería más. La desconcertaba que, siempre que se sentía en la sima del éxtasis, él lograba con ternura disminuir la lujuria del momento. Ella se sentía preparada para brindarle más, pero por alguna razón él no se aprovechaba de ello.
Pablo sabía cómo se sentía, pero no podía aprovecharse de ello. Sentía una gran responsabilidad y no quería cometer ningún error que la perjudicara, y más que nada, por su propia seguridad. Ya una vez lo engañaron haciéndole creer que iban a tener un hijo, por el solo placer de retenerlo y beneficiarse a su costa de lo que poseía como hijo de un señor muy conocido en su comunidad. Por suerte, todo se descubrió a tiempo.
Al llegar a la casa de la Gringa, le esperaba una sorpresa que no estaba listo para lidiar.
"Buenas, llegamos", anunció la Gringa ni bien cruzó la puerta.
"Me alegró, hija", respondió González. Y a su lado tenía sentado a un señor muy elegante.
"Buenos días", lo saludó incorporándose y extendiendo la mano.
En eso, ingresó Pablo y vio que era su padre. Al verlo, le cruzaron miles de preguntas: ¿cómo llegó hasta ahí? Él no le había dicho dónde vivía su novia.
"Buenos días, señor", lo saludó pasándole la mano. Pablo los presentó. "Gringa, te presento a mi padre... Fernández... Padre, ella es Gringa".
"Es un gusto, señorita", la recorrió con la mirada, y le agradó lo que veía. Se trataba de una joven agraciada, blanca, y eso le llamó más la atención.
"Me comentaba el señor Fernández que vino desde Corrientes, llegó a la comisaría y lo trajeron a tu casa al no encontrarte. Tu amigo Gutiérrez le dijo que podías estar en la casa de tu novia, por lo que llegó aquí", le comentó el señor González.
("Gutiérrez, eh", pensó Pablo, "ya hablaré con ese que no puede mantener la boca cerrada").
"Quédese, don Fernández, lo invito, doña Pocha. Estamos por almorzar una sopa de Bori Bori", lo invitó con gusto.
"Muy amable, es uno de mis platillos favoritos", le respondió con cortesía.
A Pablo se lo veía tenso ante la presencia de su padre. Él jamás contó sobre su familia ni la fortuna que poseía. Él siempre quiso hacer su propio camino a pesar de la insistencia de su padre de que se quedara en el negocio familiar.
Poseían grandes hectáreas de plantaciones de naranjas y ganado. Él era el hijo menor de los varones, eran en total 6: tres mujeres y tres varones. Sus hermanas, que eran las mayores, ya estaban casadas. Sus hermanos Cristian y Juan José se habían quedado con el padre para continuar el negocio familiar, se habían casado y formado sus familias, quedándose en la porción del campo que les correspondía, y todos colaboraban en la cosecha de las naranjas para la venta y en el cuidado del ganado. Sus hermanas se fueron a vivir a otros puntos del país, siendo que sus maridos pertenecían a la fuerza policial y, según donde les tocó su traslado, ahí formaron su hogar.
Y cuéntenos, don Fernández, ¿a qué se dedica? -le preguntó don González.
Pues... Soy hombre de campo, me ocupo de la cría de ganado...
Yo también antes me dedicaba a la ganadería -le dijo don González, recordando cuando era ganadero.
Y ¿qué pasó? -le entró curiosidad a don Fernández.
Como vino la inundación, tuve que vender, no teniendo otra opción, y nos vinimos a vivir aquí, reiniciando de nuevo. El agua nos quitó todo, pero gracias a Dios sobrevivimos -concluyó don González.
Lo importante es la familia, el que permanecieron juntos, sanos y a salvo. Lo material se recupera -le recalcó don Fernández.
Eso sí... -lo dijo en un tono melancólico, recordando cómo el agua tapó todo su trabajo de años.
Y ¿dónde tenía su campo?
En el otro país, a orillas del río. Por eso, cuando el agua vino, tuvimos que irnos de ahí. Una vez fuimos a ver y estaba todo bajo agua, ya era parte del río todo, no quedó nada.
Es muy triste eso... Nosotros mejor que nadie sabe la lucha que tenemos con las fuerzas de la naturaleza.
Sí, no solo inundaciones, sino sequías, granizos, tornados, langostas y todo lo que imaginé, sin contar con los cuatreros.
Si son González... Me siento honrado... El estar delante de un hombre que sabe en carne propia todo lo que se lucha para tener el bienestar para la familia.
Los dos hombres conversaban, contándose sus vivencias como hombres de campo. Los demás presentes escuchaban con atención. Por un lado, a Pablo le gustaba que su padre no hiciera mención de que él era parte de una familia bien acomodada. Tenía una forma de ser que no contaba su dinero delante de nadie, se mostraba amable, gentil y humilde en su trato, nunca menospreciaba a nadie por más pobre que fuera. Pero a la vez evaluaba si la familia de la Gringa era gente interesada o trabajadora, y lo segundo fue comprobado. Eran trabajadores que no necesitaban colgarse de la fortuna de alguien. Tuvieron riqueza y por un hecho fortuito lo perdieron todo, pero eso no les impidió levantarse y rehacer sus vidas.
Una vez que terminaron de almorzar, se despidieron y Pablo llevó a su padre a su casa.
"Tienes una muy linda casa", le dijo al ingresar.
"Sí... No es muy grande... Pero es mía".
"Sabes que lo tuyo siempre te espera... Eso nadie te lo quita... Lo dejé muy en claro en el testamento... Tus hermanos ya tienen lo que se merecen y a tus hermanas ya les di su parte cuando se casaron y se fueron a otro lugar para que tuvieran con qué iniciar".
"Padre... Lo sé... Pero por ahora estoy bien... Y agradecería que no dijeras nada de ello".
"Me di cuenta de que no lo has hecho... Por tu forma de comportarte. Pero sabes que no soy de contar la plata delante de nadie".
"Gracias, padre, por comprender".
CAPÍTULO 13
"Puedes dormir en mi habitación", indicó Pablo.
"Y tú, ¿dónde? Mejor compartimos la cama. Solo no te pongas cariñoso... Jajaja", se burló su padre.
"Jajaja... Qué cosas dices. No te preocupes, tengo un catre, lo armo y duermo ahí", respondió Pablo entre risas.
"Muy bien... Como gustes... Y cuándo vamos para solucionar lo que dejaste pendiente allá", recordó el padre.
"A sí... Debo hacerlo... Aunque no quiero verlos. Pero hay que llegar a un acuerdo y hacerles firmar, así no hay reclamos luego", dijo Pablo un tanto molesto por el tema.
"María se mostró arrepentida, fue a nuestra casa... Pero le aclaramos que tú te fuiste y no querías saber nada... Y si quieres iniciar algo con Gringa, mejor dejar bien en claro que ese matrimonio ya no va más".
Si voy a dejar bien en claro todo eso, lástima que no nos podamos divorciar legalmente, no está permitido por ley. Siempre otro ocupó mi lugar, mientras me mataba trabajando para darle un hogar. Aunque sea que firmen un acuerdo, así si se le ocurre querer hacer algún reclamo, demostrar que no tiene derecho por lo que hizo. Lo expresó con bronca cerrando los puños, en su tono se podía sentir el dolor que le provocaba todo aquello.
Para mí fuiste un hombre valiente al irte y rehacer tu vida y no matarlos en la cama donde los hallaste. Cualquiera en tu lugar se enceguece ante la ira y comete esos arrebatos que arruinan su vida llevándole a la cárcel. Le recalcó su padre.
Lo que me da bronca es que fue con mi mejor amigo. Me lo esperaba de cualquier otro, no de él. Era como un hermano, lo conocí desde niño. Recordó Pablo.
Ya no sirve pensar en el pasado. La tienes a la Gringa. Le consoló su padre.
Pablo se levantó del sofá, sacudiéndose la cabeza para olvidar eso que lo atormentaba. Esa imagen de su esposa con su amigo, en su propia cama, que estaban intimando, esa tarde que él regresó temprano del trabajo. Pasaron años, pero lo sentía reciente. En eso escucha que llaman a la puerta.
¿Esperas visitas? Le preguntó el padre.
Capaz sea la señora que lava mi ropa. Dijo Pablo y fue a abrir. Grande fue su sorpresa al abrir la puerta.
-¿MARÍA? ¿QUÉ HACES AQUÍ? Le dijo con sorpresa. En eso apareció su exsuegro detrás de ella.
¿Qué manera de recibir a tu esposa es esa? Hace tiempo no apareces y nos enteramos de que estás de paseo en este lugar y no eres capaz de traerla.
¿De qué habla, señor? Con su hija no tengo más nada, desde que me fue infiel.
¿Cómo es eso? No me dijiste nada de eso, María.
Al escuchar el escándalo, el señor Fernández se arrimó a ver qué pasaba.
Señor Dos Santos, ¿qué hace aquí? Y María, ¿por qué vinieron? Preguntó el señor Fernández sorprendido.
Pasen y aclaremos esto, dijo Pablo.
Sí, ya exijo que me aclaren qué sucede. Como saben, viajo mucho por negocios. Y lo que me dijo mi hija en su momento, que te fuiste a estudiar para ser oficial de la federal. Pasó el tiempo y siempre era la excusa por tu trabajo. El hecho de que no estabas con ella. Pero me enteré de que estabas aquí, por lo que la traje porque no es bueno que la esposa esté tanto tiempo lejos del marido. Pero esto que me dices me deja sorprendido.
No hay nada que explicar Pablo...Me mentiste todo este tiempo...No puedo estar con alguien que no es sincero conmigo.
¿Qué me vas a explicar? Me clavaste una daga en el corazón... No fuiste sincero. Es muy doloroso para mí... Me engañó con mi mejor amigo... Y ahora me entero que su padre nunca supo la verdad... Le mintió a él también para no perder su herencia... Porque su padre le advirtió que me obligaba a que me case con ella con la condición de que ella se comportaría...
¿Cómo que te obligó?
Sí, me obligó a casarme a punta de pistola porque me pescó en su habitación... Era un joven inocente, inmaduro y confiado antes... Se aprovechó de ello.
Mientras él le aclaraba todo a la Gringa en su casa, los ex consuegros hablaban.
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Comments
Liliana Guzman Bonilla
Este capitulo esta medio confuso, esta hablando con la zorra y su "ex suegro" y de repente esta explicandodole a Gringa, no entendí 🤔🤔
2024-06-09
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