capitulo 6-7

Capítulo 6

"Es correcto", y sonrió nervioso. El sábado me invitó a presentarme, pero lamento no poder asistir, me toca guardia ese día. Y como tengo el día muy ocupado, este fue el único horario que podía venir. Espero no molestarlo.

"Ninguna molestia hombre, tome unos mates. ¿A qué hora ingresa? ¿Tiene tiempo para desayunar?".

"Gracias, muy amable. Pero ya me debo retirar".

En ese momento, ingresó la señora Pocha con una canasta de huevos.

"Buenos días", saludó intrigada por el oficial presente.

"Buenos días", respondió Pablo, extendiendo la mano derecha para saludarla. "Él es el Oficial Fernández Pablo. Le comunica González a su esposa. Vino a presentarse como el pretendiente de la gringa".

"Es un placer", le dijo con una sonrisa. "Pero tome asiento, le preparo unos huevos".

"Le agradezco, pero debo irme".

"A no, por favor, siéntese. No le va a llevar mucho tiempo", y ya se puso a colocar una silla en la mesa e indicó que se sentara.

Viendo su insistencia, Pablo aceptó y desayunó con ellos unos huevos revueltos con bife y unas tortas fritas con cocido quemado sabor a menta. Hasta le puso en una fuentecita para que lleve. Desayunó con gusto como nunca y charlaron del campo, de la familia. Se despidió cortés y fue a su trabajo. Les gustó que se presentara y fuera sincero. Les cayó muy bien.

La Gringa se levantó, se lavó la cara y fue a tomar un cocido con torta frita antes de abrir el negocio.

Sus padres la miraron y se miraron con complicidad haciéndose gestos. "Dile tú", le susurró Pocha a su marido. Aclaró la garganta.

"Y ¿cómo dormiste, mi hija?", inició diciendo.

"Bien, padre. ¿Y ustedes?", preguntó mientras bebía de su taza.

"Muy bien. Y tuvimos una visita temprano".

"Ah, ¿quién vino?"

"Pablo Fernández", le respondió.

Los ojos se le abrieron como platos a Gringa y su respiración se aceleró. ¿Qué vino a hacer? ¿Qué quería? se le cruzaron en la cabeza esas preguntas.

"Y ¿qué dijo?", preguntó algo nerviosa.

"Vino a presentarse, como corresponde. Porque el sábado no va a poder venir, tiene guardia".

¿Qué? - preguntó sin querer con un tono ahogado.

"Jajaja", rieron, "alguien está emocionada", dijeron en coro sus padres.

"No, nada que ver", trató de disimular su queja, porque no vendría.

Se acordó de que le había dicho que estaba temprano y que podía llamar. Se alistó y le pidió a su madre que atendiera el negocio por un momento, iba a lo de su tía un momento y ya volvía.

Agarró su bicicleta y se dirigió a la casa de su tía María. En eso, sus tíos estaban tomando mate en su galería.

"Buenos días", saludó Gringa. "¿Me prestas tu teléfono? Quiero hacer una llamada".

"Buenos días. Sí, pasa", le respondieron.

Marcó el número nerviosa, le temblaba la mano y su corazón estaba acelerado.

"Buenos días", respondió del otro lado una voz masculina gruesa.

"Buenos días. Quisiera hablar con Fernández Pablo. Gracias".

"¿De parte de quién?", preguntaron.

"Gringa". Hubo un silencio un rato del otro lado.

En la comisaría, Pablo se alistaba para salir cuando le indicaron que tenía una llamada. Fue y atendió.

"Sí, con Pablo Fernández", dijo (y le hizo gestos a su compañero para que le dijera quién lo llamaba, pero en eso escuchó la voz del otro lado que lo dejó congelado).

"Hola, Pablo, soy Gringa".

(Sus compañeros se le encimaban para escuchar la conversación y él los corrió con un gesto).

"Hola, ¿sí, dime?", respondió tranquilo.

"Disculpa si te molesto", dijo al notar el tono, que no se escuchaba como antes, sino seco.

"Sabes, lo hablamos en persona... Dime, ¿dónde estás?", le respondió al ser imposible, con sus compañeros atosigándolo con gestos y burlas.

"En lo de mis tíos", dijo algo apenada.

"Bueno, no te muevas de ahí. Ya voy".

"Bueno. Chau", y colgó.

"¿Y bien?", le dijo la tía que estaba cerca de ella, curiosa por saber con quién había hablado.

"Todo bien, tía, gracias. En un rato pasa Pablo por mí". Él se fue a casa y habló con mis padres. Se presentó y manifestó sus intenciones.

"¿Y eso a qué se debió?", preguntó la tía.

"Quiso presentarse, como corresponde. No querían que piensen mal de él, ya sabes cómo son de chusma la gente. Y no quería que me tachen de ningún tipo. Además, el sábado no puede asistir, tiene guardia". En esto último que dijo no podía ocultar su pesar.

"Qué bueno, es obvio que se interesa por ti", dijo la tía. En ese momento llegó él en su vehículo, se bajó y saludó cordialmente. La tía, al verlo, notó lo guapo que era, le asentaba bien el uniforme y el bigote bien prolijo, derretía a toda dama. "Buen día, Pablo", le saludó el tío y lo agarró con las dos manos la que extendía para saludar. "Buen día. Me van a disculpar, pero les quito por un momento a su sobrina, si no es problema", respondió Pablo. "Claro que no, vayan tranquilos", dijeron los tíos y se despidieron. La Gringa subió al vehículo y saludó con la mano sacudiéndola a sus tíos. Durante el trayecto no dijeron nada por un rato. Pablo aclaró sus ideas y fueron hasta el puerto. Ahí paró el vehículo y la invitó a descender para hablar. Se sentaron en un banco cerca del río. La miró a los ojos, aclaró sus pensamientos, la tomó de la mano y le dijo con ternura: "Por vos siento algo especial y no quiero que termine esa sensación que me hace tener ganas de seguir. ¿Sabes a qué me refiero?". La Gringa lo miró, no podía ocultar la emoción que sentía, los labios le temblaban y su corazón latía acelerado. "Sí", respondió algo ingenua. "Me presenté a tus padres, para que los chismes no te manchen, ya sé cómo son, la costumbre que tienen, por eso lo hice. Pero si no estás de acuerdo lo entenderé", dijo Pablo. Al decir esto, casi se le va la voz. Pero la respuesta de la Gringa fue darle un beso...

CAPÍTULO 7

...Un beso dulce y tierno que él correspondió, la abrazó con ternura y ella le respondió de igual manera, sus lenguas se rozaron y sus labios se confundieron en un beso profundo. Él se retiró con suavidad y le susurró: "¿Nos vamos?" Se levantó extendiendo su mano. "Tengo que seguir con mis obligaciones", agregó recordando que tenía trabajo que hacer. Regresaron y la dejó en la casa de sus tíos. Antes de despedirse, lo invitó a almorzar en su casa.

"Lo arreglamos en otro momento. Pero si puedo, me acerco por tu casa", le dijo Papito recordando que antes debía arreglar unas cosas.

En su casa, Papito revisaba el motor de su vehículo, un Ford Falcon. Entendía mucho de mecánica. En su juventud, arreglaba los vehículos del comisario, quien le tomó cariño y lo ayudó a que estudiara y fuera parte de la fuerza. Ahora ya no era su trabajo, pero igual se ocupaba de que funcionen bien los autos de la policía federal. Cuando lo vio la primera vez en la estación, su jefe le dijo que si lo arreglaba, era suyo, por lo que se puso manos a la obra y lo logró. Y de paso, era su manera de relajarse.

En eso llegó una muchacha de unos 18 años de cabellos largos color negro, piel morena y curvas generosas.

"Hola, Papito", le saludó en un tono seductor.

Se incorporó para ver quién era la hija de su vecina. "Oh no, otra vez", pensó.

"Hola, Elena, no debes estar aquí", le dijo sabiendo que su presencia solo significaba problemas.

"Vamos, papito", le dijo en tono pícaro, "podemos pasar un tiempo juntos. Si quieres, te preparo algo".

"Será mejor que regreses a tu casa. Sabes que a tu padre no le gusta que andes por estos lados", le dijo sin mirarla mientras se limpiaba las manos con un trapo tipo franela.

Pero la muchacha no se daba por vencida y se le acercó, como buscando besarlo. Él se echó para atrás y con voz firme le dijo: "Elena, eres muy joven. Ya te lo expliqué. No puede haber nada entre nosotros". En eso apareció Gringa y vio la escena que se generaba en ese momento.

"¿QUÉ SUCEDE AQUÍ?", gritó. Para sorpresa de Papito, levantó las manos en señal de que no hacía nada.

"Nada, estoy con mi novio", dijo la muchacha en tono irónico.

"No es así", retrucó Papito.

A la Gringa se le iluminaron los ojos de rabia. ¿Cómo podía ser que esa chica fuera tan joven? ¡Qué osadía tenía! "¡Será mejor que te largues! ¡Si quieres mantener tu cabello!", le advirtió.

Papito la miraba sorprendido al ver ese lado enérgico y decidido de la Gringa. Pensó en calmar los ánimos antes de que se armara una pelea. "Vamos a tranquilizarlos. ¡Elena, vete a tu casa! No tienes que estar aquí", repitió en tono enérgico.

"Esta zorra me amenazó", gritó eufórica Elena.

"¿Cómo me llamaste?", le inquirió la Gringa.

"Z-O-R-R-A... ¡Te quieres meter con mi novio!", agregó más exaltada la muchacha, lanzándose contra la Gringa para prenderse de sus cabellos.

Antes de que Pablo pudiera detenerla, las dos mujeres se entrelazaron en una pelea.

"No, paren, no es el modo", les decía Pablo tratando de calmarlas.

Pero la lucha entre las dos era imparable. Lo que no esperaba la muchacha era que la Gringa supiera atajar sus golpes y, en un movimiento, la tiró de un puñetazo al piso, logrando que la soltara.

"¡Aléjate y no vuelvas!", le gritó, "o te irá peor". Elena se limpiaba la sangre del labio y sabía que no podía quejarse a sus padres, ya que ellos sabrían que había desobedecido al ir a ver a Pablo, un hombre mayor que ella, lo cual era más grave que la pelea en sí. La muchacha asintió y se alejó con un aire de histeria y lágrimas en los ojos, al no haberse salido con la suya.

Pablo quedó sorprendido por la habilidad de pelea que tenía la Gringa, ya que la veía tan tranquila y delicada que jamás se imaginó ese lado de ella. "¿Qué sucede con esa mujer?", le preguntó la Gringa sin cambiar el tono de enojada. "Nada, ¿cómo ves? Me busca en cada oportunidad. Ya le aclaré que no insista", respondió Pablo.

La Gringa suspiró, se calmó y le dijo: "Te traje esto que cociné, es una pasta flora". Pero por dentro tenía sus dudas sobre lo que le había contado. Pablo, imaginando en lo que pensaba, se le puso de frente y le agarró la cara mirándola a los ojos, y le dijo: "¿Sigues pensando en lo sucedido? ¿Y qué crees en verdad? No hubiera hablado con tus padres si no tuviera buenas intenciones".

"Es que la manera en que te trataba, por lo que vi, es como si le hubieras dado esa confianza", respondió la Gringa con tristeza. Si todo lo que le había dicho fuera mentira, no sabía qué pensar. Él la besó con ternura con los labios y, tratando de cambiar de tema, le dijo: "Voy a calentar agua y tomamos té con la pasta flora, ¿qué opinas?". "Está bien", respondió ella, y lo siguió a la cocina. Ahí vio que su casa era pequeña, pero lo tenía todo muy limpio y ordenado.

La cocina tenía una pequeña ventana que daba a la calle, una pequeña mesa enfrente y, en un costado, la cocina, una pequeña heladera y unas alacenas que guardaban pocos utensilios y platos. Había una puerta que conectaba al comedor, con una mesa con cuatro sillas y un mueble con vidriera que tenía fuentes de porcelana.

Y en otra puerta que estaba entreabierta, pudo ver qué era su habitación. Había una cama con barandas a los costados, como para poner unas cortinas. Tenía una frazada encima, tejida, y un pequeño cajón al costado. También había un pequeño sofá al frente de la cama y un perchero donde colgaba su saco y sombrero.

Mientras Gringa recorría mirando, Pablo se le acercó llamando su atención: "Voy a sacar el brasero, así hago el fuego", le dijo.

"¿Dónde cargo la pava?", le preguntó Gringa.

"En el aljibe al fondo", respondió con cierta pena al acordarse de que se olvidó de cargar los bidones para la cocina. (...)

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play