El cíclope dejó a Belinda sentada junto a una columna cilíndrica y allí la ató, usando la misma cuerda que tenía atadas sus manos. Tras hacerle un nudo imposible de desatar, se fue a sentar a un lateral de la cavidad y frente a él lo hizo la mantícora. Ambos se quedaron dormidos.
Belinda trataba de forcejear, haciendo deslizar las manos de arriba abajo, haciendo fricción con la cuerda en la pared. Estuvo un rato sentada tratando de romper la cuerda; pero se hizo sangre en las muñecas sobre los rojeces que le había provocado el cíclope al tirar de la cuerda con brusquedad.
Sintió un dolor muy fuerte, como si se hubiera quemado las muñecas, apretó los dientes y simultáneamente cerró con fuerza los ojos para tragar el grito de dolor que estuvo a punto de salirle de la garganta hacia la boca.
Continuó frotando, aguantando un dolor insoportable. Se paró al escuchar un fortísimo ronquido del cíclope. Tras mirarlo para ver qué hacía, al ver que no se movía, se volteó para concentrarse en continuar frotando.
En eso notó algo que le subía por la pierna, se volvió. Palideció al instante al ver un pequeño ratón blanco de orejas sonrosadas que se había quedado de pie apoyando sus patas delanteras sobre su abdomen.
Volvió a presionar fuerte los dientes para no gritar, se movió de un lado para el otro con intención de tirarlo al suelo. El ratón se sujetaba bien y no se desequilibró en ningún momento, trepó unos metros suficientes para cautivarla con sus ojos verde esmeralda.
Ella se quedó completamente hipnotizada, otra vez esos ojos verde esmeralda que aparecían justo siempre que se encontraba sola ante el inminente peligro.
Al fin reaccionó y le habló al ratón; aunque se sentía estúpida por hacerlo.
-¿Eres tú, mi ángel guardián? -para su asombro, el ratón afirmó con la cabeza.- Oh, cielos, me estoy volviendo loca, hablando con un ratón de ojos verdes.
En eso, el ratón empezó a mordisquear la cuerda. Cada vez que se oía un ronquido, ambos quedaban paralizados para proseguir al instante. Belinda le iba alentando porque veía que la cuerda era muy fuerte y gruesa para los pequeños y afilados dientes del ratón.
Al fin, después de mucho sufrimiento, el ratón logró romper la cuerda por los lados y por la parte que le ataba las muñecas. Al verse liberada, vio en ambas muñecas unas rodajas de carne viva con sangre. Luego se arrodilló para acariciar, en agradecimiento, al ratón por haberla liberado.
El ratón salió corriendo hacia la puerta, pero un grito de dolor los detuvo. Belinda tuvo un escalofrío, algo no iba bien con Ellyan. El ratón empezó a dar saltos para que reaccionara Belinda y que le siguiera hacia un rincón medio oculto por otra columna, donde quería que se escondiera ella.
Belinda fue a esconderse allí, justo cuando la mantícora y el cíclope, al escuchar el grito de Ellyan, despertaron de golpe. Se levantaron aturdidos y, al percatarse de que había escapado, ambos salieron de la cavidad en la que estaban. Ella quiso también salir de su escondite y de la cavidad, pero el ratón le tiró de la túnica como impedimento, pues al poco regresaron la mantícora y el cíclope. Ambos, contrariados, empezaron a pelear encarnizadamente.
La mantícora se le abalanzó sobre el cíclope, que cayó al suelo protegiendo su brazo derecho del intento de mordedura en su cuello por parte de la mantícora. El cíclope forcejeando logró empujar a la mantícora, que salió por los aires hacia una de las paredes de la cavidad.
La mantícora reaccionó y volvió a atacarle, pero esta vez logró hacer que cayera al suelo y se quedó de pie mordiendo de nuevo el brazo derecho del cíclope. Éste empezó a darle puñetazos en la cabeza a la mantícora. Sus puñetazos provocaron una herida, pero lejos de amedrentarse, la mantícora le clavó su aguijón que tenía por cola, inyectando veneno en el cuerpo del cíclope.
La reacción del cíclope fue que sacó su brazo de las fauces de la mantícora y, poniendo sus manos en las de éste, presionó con tanta fuerza que destrozó las mandíbulas y cayó fulminado. El cíclope se sentía mareado, sus fuerzas empezaban a mermarse. Su único ojo se fue quedando en blanco y cayó desplomado al suelo. Todo permaneció quieto un rato.
El ratón se acercó al cíclope y le indicó que le cogiera la daga. Belinda la cogió y se la escondió en su escote donde llevaba una especie de corsé
Salieron de esa sala para ir por el pasadizo en busca de Ellyan. El ratón iba delante para inspeccionar que no hubiera ningún peligro para Belinda. Llegó a la puerta de la cavidad de tortura.
El ratón, una vez más, saltó para indicar a Belinda que se acercara sigilosamente. Juntos observaron la escena, temerosos de ser descubiertos.
Tras marcharse el Minotauro, la mantícora y el cíclope empezaron a disputarse el cuerpo inmóvil de Ellyan que estaba colgado y ensangrentado
Ambos luchaban a muerte.
La mantícora intentaba atacar con su aguijón, pero el cíclope la esquivaba con habilidad y la golpeaba con sus puños. En un momento dado, el cíclope agarró la cola de la mantícora y la lanzó contra una columna, dejándola aturdida.
El cíclope cogió a Ellyan y los descolgó dispuesto a devorarlo, Lo tumbó en el suelo, sonrió satisfecho por el banquete que se iba a dar.
Belinda, con la daga en mano, decidió actuar. Se acercó sigilosamente al cíclope por su espalda y, con un movimiento rápido, con un brazo le rodeó el cuello para tener un punto de apoyo y hacer más fuerza. El otro brazo lo movió con la daga en mano y se la clavó en el ojo. El cíclope rugió de dolor y se llevó las manos al ojo herido, dejando a Ellyan libre. Belinda dio unos pasos atrás.
La mantícora se fue recuperando del golpe, al ver a Belinda la atacó, pero esta logró esquivarla y clavarle la daga en el corazón.
El ratón, que había observado todo desde la distancia, se acercó a Belinda y le dijo que debían irse rápidamente antes de que llegaran más peligros.
Cogió a Ellyan y lo arrastró como pudo a un lugar seguro. Belinda llevaba consigo la daga de oro y plata, un recuerdo de su valentía en la lucha contra los peligros de la cueva.
Una vez colocado en un sitio seguro, dentro de la cavidad de tortura, por si aparecían más bestias, estar bien resguardados. El ratón empezó a dar saltos, indicándole el camino a Belinda hasta el cíclope. Una vez allí, le mostró el cuello del cíclope, poniéndole sus patas sobre él.
- ¿Qué quieres que haga? - entonces vio cómo con sus patas le arañaba. - ¿Quieres que le corte el cuello? - viendo la afirmación en su cabeza, se negó. - ¿¡Pero quién te crees que soy!? - algo en el ratón la dejó helada por unos momentos. Lo vio enfadado por no obedecer.
Belinda sacó la daga de nuevo y le rebanó el cuello. Acto seguido, el filo de plata emanó un humo verdoso e hizo que se alargara la daga como una espada.
El ratón fue dando saltos hasta Ellyan, seguido de Belinda. Al llegar donde les esperaba moribundo Ellyan. Belinda al ver que no reaccionaba se arrodilló . Con la luz de las llamaradas se acercó al rostro de Ellyan. Su terror fue grande al ver el entorno de los ojos morados y cerrados.
- ¡Oh, cielos, está muerto!
Fin del capítulo 13.
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