CAPÍTULO 5

En el oscuro fondo del mar, un vórtice circular se abría, haciendo un estruendoso ruido conforme se hacía más ancha su apertura, de la cual salía una corriente que succionaba con ímpetu, arrastrando todo lo que pillaba a su alcance.

El cuerpo se acercaba irremediablemente hacia la apertura para ser succionado con fuerza, al tiempo que forcejeaba tratando de quitarse la cuerda que lo tenía maniatado. Sin ya oxígeno que expulsar o respirar, fue teniendo espasmos hasta que quedó totalmente inmóvil.

Los bancos de peces chocaban contra su cuerpo y luego eran arrastrados al vórtice. Cuando el cuerpo de Thomas estaba a escasos metros de la apertura, comenzó a dar vueltas como un aspa, hasta introducirse en el vórtice.

Nada se oía, su cuerpo dejó de dar vueltas, el interior estaba en inquietante calma. Un absoluto silencio que se mezclaba con la oscuridad del lugar. El cuerpo quedó flotando en el aire, bajando y descendiendo muy lentamente.

La nada más inquietante acunaba el cuerpo muerto de Thomas, deslizándolo hacia el fondo con suma suavidad. De pronto, miles de ojillos amarillentos con pupilas en forma de media luna lo observaban descender. El cuerpo seguía dirigiéndose lentamente hacia el fondo.

El vacío oscuro parecía que no tenía fin. Los ojos amarillentos se multiplicaban, creando una pared en torno al cuerpo que seguía bajando, y con ello, un extraño vapor color verde amarillento hizo que el pañuelo que le tapaba los ojos se desintegrara por completo.

Quedó al descubierto su pálido rostro, el contorno de los ojos se fue tornando morado oscuro, su cabeza se deformó volviéndose más ovalada y con un pronunciado hocico que mostraba unos fieros colmillos afilados. Sus orejas se agrandaron haciendo pico. De cada lado de la cabeza aparecieron dos enormes cuernos con puntas afiladas. El pelo le creció por todo el rostro, hasta formar una barba acabada en modo triangular.

El extraño vapor se extendía por todo el cuerpo. La cuerda con el fuerte nudo que tenía atada a sus manos, inmóviles por la opresión que hacía, se rompió y sus brazos se abrieron en modo de cruz con las manos dobladas hacia abajo.

La camiseta blanca que llevaba se rompió cuando su cuerpo y sus brazos se volvieron más anchos y robustos. Sus manos se agrandaron y le salieron garras.

Rápidamente, el pelo se fue apoderando de cada milímetro del cuerpo. También los pantalones se rompieron de igual forma que la camiseta, quedando desnudo y sufriendo la misma metamorfosis que su cara y cuerpo. Las piernas se volvieron patas de toro con pezuñas que llevaban tres garras en cada una.

En la espalda le salieron unas enormes alas de murciélago de color negro. Los ojos amarillentos que lo miraban paulatinamente desaparecieron, dando de nuevo paso a la oscuridad. El silencio imperaba. Su cuerpo, ahora más pesado, seguía sostenido por el aire y descendía con lentitud.

Un tornado gris que subía de lo más profundo del vacío lo envolvió, llevándolo a dar vueltas y más vueltas hasta descender a lo más profundo del vórtice que lo había succionado a su interior.

Los ojos amarillentos volvieron a abrirse, saliendo de su lugar para introducirse en el tornado. Eran millones de ojos yendo hacia el tornado. Se fusionaron con el tornado haciendo que se volviera de un amarillo grisáceo. De su interior salían rayos amarillos.

Las vueltas del tornado se intensificaron como el amarillo de los rayos. El cuerpo dio varias vueltas a una velocidad descomunal hasta que el alma de Thomas se salió del cuerpo y quedó flotando fuera del tornado.

El alma etérea, de un color blanco grisáceo, tenía una esfera amarilla en el plexo solar. Esa esfera irradiaba con mucha intensidad. Unos seres etéreos oscuros y encapuchados salieron de la oscuridad y se dirigieron hacia el alma de Thomas, que divagaba en el aire. Lo tomaron de cada brazo y se lo llevaron como un esclavo.

Lo llevaron hasta un haz de luz anaranjada. Cuando la cruzaron, la luz anaranjada se cerró a sus espaldas.

En el interior hacía un calor extremo, dado por las enormes llamaradas de fuego que salían del fondo e iluminaban lacavidad en tonos entre rojizos y anaranjados. Los lamentos de las almas en penitencia retumbaban por toda la cavidad.

Llegaron a un rincón oscuro y allí lo dejaron tirado en el suelo, luego cerraron la celda. Y se alejaron perdiéndose en las gigantescas llamaradas.

El cuerpo inmóvil que se había transformado en un descomunal minotauro, por fin tocó suelo y allí quedó tranquilo. Su pecho empezó a llenarse de aire, primero con un ritmo entrecortado para luego normalizarlo.

La bestia abrió sus ojos anaranjados, se sentía aturdido y no sabía dónde estaba. Su respiración fue tomando una velocidad normal, quedó mirándose sus enormes manos y sus garras, para luego tocarse como si se diera un abrazo así mismo los fuertes y musculosos brazos.

Se fue incorporando lentamente, mientras veía su cuerpo y con ello recuerdos de que él había muerto en combate contra... no podía recordar bien al oponente que lo mató. Trató por todos los medios de recordarlo, como recordaba el olor a sangre y el dolor que sentía por cada una de las heridas.

Se puso de pie, pero sintió que sus piernas le fallaban y se desequilibró yéndose hacia un lado, no cayó, ya que logró recuperar el equilibrio para ponerse recto.

- ¿Estoy vivo? - pensó con un vozarrón muy agudo.

- Te he devuelto a la vida para que cumplas con tu cometido, hijo.

- Padre, me siento afortunado por esta nueva oportunidad para cumplir con tu deseo. - respondió golpeándose el pecho e inclinando la cabeza hacia abajo.

- Mi tiempo se acaba y necesito tener la llave sello nudo de bruja antes de la próxima luna llena.

- Padre, haré cuanto esté en mi mano para ofrecértela. Como dicha por volverme a revivir.

- Date prisa, el tiempo se acaba. - la voz fue perdiendo fuerza y claridad.

El silencio volvió a cubrir cada espacio del lugar, el minotauro alzó el vuelo y se dirigió hacia un punto de luz blanca en el horizonte.

Fin del capítulo 5.

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