En el momento en que el heraldo de la batalla fue a cazar a aquella mujer, heraldo de la astucia, y se encontraba pisando varias trampas espirituales, en el etéreo las cosas estaban más interesantes.
El clima era perfecto, casi como si quien lo controlaba quisiera hacerles un favor. Se encontraban cerca de la cascada donde el espejismo solía ir a meditar. Estaban suficientemente lejos para que no pudieran verle, y tampoco podría oírles, así no interrumpirle.
Eran dos parejas del otro mundo en una cita doble. Tendían sus mantas sobre el césped, cada quien arriba de ellas se abrazaban, los besos y las caricias no faltaban.
—Me están incomodando los ruidos de sus besos—, susurró al oído la diosa de la astucia.
—Shhh podrían oírte—, respondió el dios de la cólera de igual manera.
Se hacía el amanecer y la pareja masculina se hacía cada vez más inquieta, más cariñosa, luego más fogosa, lo cual no era normal en ellos. La astucia no podía concentrarse en lo que realmente sentía. Ella quería poder dedicarle unas bellas palabras a su amado ser y antes creía que dos románticos podrían inspirarle a ello.
Las cosas se tornaron un poco más calientes hacia un lado del lugar. Ambos hombres no podían disimular sus erecciones, menos con tales prendas de seda fina.
El dios de la valentía comenzó a masturbar al de la batalla, provocando unos sutiles gemidos de placer.
Incómodo, el dios de la cólera intenta ver hacia otro lado, y la diosa de la astucia curiosa, mira por un instante, abrumada por lo que ha visto, no sólo por el tamaño de la carpa, sino por el descaro de compartir la intimidad de tal forma.
—Dejen de lado la timidez, podrían estar haciendo lo mismo—, dijo lujurioso el estandarte de la valentía.
—No tienen que unirse, con que nos dejaran ver, sería suficiente—, agregó la divinidad de la batalla.
—Son libres de hacer lo que quieran en privado, pero me incordia la situación en la que nos encontramos—, respondió enfadada la deidad de la astucia.
—Pero ¿alguna vez has tenido una experiencia similar? Quizá te molesta por miedo a que te guste— contestó la valentía mientras aún lo masturbaba, apartando la túnica para dejar expuesto el largo miembro.
—¡Me cansé, vámonos!— interrumpió iracundo el dios de la cólera, levantándose rápidamente y haciendo que el ambiente se sintiera más frío.
—Sí, por favor— dijo temblorosa por la brisa la diosa, tendiéndole la mano a su amado y sintiéndola cálida al levantarse.
El dios de la batalla hizo como si no los viera, corrió la enorme túnica para un costado, salivó dos de sus dedos y comenzó a introducirlos.
—Aún no estás listo— dijo la batalla, mientras la pareja que estaba por irse definitivamente de allí juntaba sus cosas y se alteraba más.
—No importa— respondió la valentía. Al instante sintió cómo le insertaban sin mucho cuidado y a fuerza la carne en su cavidad, provocando gemidos de dolor y luego placer con un leve ardor.
Astucia y Batalla se iban sintiendo horrorizados, mientras los acusaban de perversión. Si a ellos les gustan las orgías o que los observen, no tiene por qué querer todo el mundo. Ya en un sitio más privado, se sentían lo suficientemente incómodos y deserotizados por la situación, por lo que decidieron verse en otro momento con más calma. Se dieron cuenta de que no todas las emociones humanas son buenas y de que pasar tanto tiempo allí podía alterarlos de mala manera. La astucia recordó las palabras del espejismo sobre controlar las emociones.
La pareja de dioses exploraba una lujuria incontrolable y nunca antes sentida. No se percataron de su perdición ni de una sombra que los cubría, aún en la oscuridad donde la luna apenas hacía lumbre.
Esa noche nadie pudo escuchar los gritos desgarradores. No hubo rastro alguno de lo ocurrido, solo la abandonada manta y algunos comestibles que quedaron rondando por ahí. De pronto, todos los heraldos de la batalla y los de la valentía perdieron su luz. Aquello implicaba no ver la del resto, perder sus poderes y sus bendiciones. Sin embargo, nadie de ellos supo el motivo. En el etéreo no se percataban de ello, salvo porque la diosa onírica en ese momento vio a través de los ojos de una mujer a un heraldo rojo perder su luz y le resultó extraño que algo así pasara.
La misma silueta sombría cubría al heraldo del espejismo, el cual se sabía que se encontraría allí meditando. Él tenía los ojos cerrados y, al escuchar los pasos, notó su maligna presencia.
—No postergaré lo inevitable—, fueron sus últimas palabras sin oponer resistencia alguna, sonrió por no obtener respuesta de su rival, quien se creía en anonimato.
Su sangre ficticia tiñó el agua que corría en el manantial y rápidamente se desvaneció, ya que su sangre era una simple ilusión de aquel lugar, cuando su cuerpo quedó sin vida. Quien lo asesinó comenzó a desintegrar el cadáver con su poder, absorbiéndolo, y no notó nada en particular. En su mente comentó: "Se ve que nunca fuiste útil ni poderoso. Seguro que tus heraldos se dedicaban a esconderse". Luego continuó su oscuro camino por el poder de absorber más deidades.
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Comments
Nahuel Pérez ♾️
amiga fujoshi 😅
2023-04-09
0
Nahuel Pérez ♾️
Basado en hechos reales 😔
2023-04-09
0
Libna Omara
bárbaro, súper bárbaro
2023-04-08
1