Capítulo 8: Buscando oportunidades

Suena la alarma del teléfono celular, se asusta y casi lo deja caer, saca su mano del boxer para atrapar el celular, luego sube sus pantalones, ata el cinturón, y bloquea la pantalla, hace un comentario al respecto de ir a trabajar mientras tiene un cigarro entre dientes, lo enciende como puede renegando de la piedra del encendedor y sale abrigado con ropa robada a emprender su camino, intenta llegar poco a poco sin emitir ruido alguno con sus botas, evitando los pensamientos intrusivos, repitiendo para sí mismo "voy a ganar, voy a tener éxito, lo manifiesto, creo en mí, creo en mi dios de la batalla" y llegado el momento, se para frente a la calle la cual había encontrado a la mujer más letal e intimidante que jamás había visto en persona, analiza el entorno alrededor sin moverse del lugar, mientras fuma su cigarro, piensa y piensa.

El sujeto llega a la conclusión de que si ella se tomó el tiempo de cerrar varias ventanas de distintas casas, no sería la primera ni la última a la que se escondiera, sólo debía adivinar cuál era cuál, dónde comenzar a buscar, observa el suelo en busca de huellas, no encuentra nada, acaba su cigarrillo y enciende otro, nota que cinco son las casas de ventanas cerradas a la distancia. Evalúa la posibilidad de que estuviera en una casa parecida en la que ella se encontraba con anterioridad, o que tal vez cerró las ventanas desde fuera para irse caminando a otra parte y no tenía sentido buscar.

Pensamiento tras pensamiento recorren su mente, con mayor desesperanza a lo largo del tiempo, ya era una suerte haberla encontrado durante el día, y mayor era la suerte de no haber sido otra víctima apenas llegaba al lugar de los hechos. Luego tuvo una idea, con la bendición de batalla de superfuerza hubiera podido tirar un poste de luz casi como si nada, sin embargo fue de los pocos guerreros en elegir un poder ofensivo porque la oferta de aumentar las demás características, tentó a la mayoría, ciertamente el dios de la batalla ofrecía poderes ofensivos menos útiles a la larga, y las bendiciones los volvían casi imparables a últimas instancias, él era un hombre que se ejercitaba de vez en cuando, entrenaba sus destrezas para peleas callejeras, le gustaba trabajar de seguridad en bailes nocturnos para reventar a golpes a borrachos, tenía un carácter fuerte, pero era muy áspero en algunos aspectos, de moral dudosa. Sin embargo tenía buen ingenio, así que trepó el poste y sacó su cuchillo de la funda en su cintura, lo utiliza para rebanar profundamente la carne de su palma y así aumentar su potencial, gruñendo de dolor presionando la palma con el puño, mientras limpia la hoja con su pantalón, agarrándose únicamente con la fuerza de las piernas y guardándola, siente cada vez una mayor fuerza, su mano deja de sangrar, se la limpia en el poste, por curiosidad observa en detalle su mano la cual no tiene cicatriz alguna, su cara roja de dolor, aprovecha el impulso para desconectar los cables del poste de un tirón, explotando así y casi cayendo varios metros, si no fuera por la fuerza de su agarre tras su acto reflejo, la cual utilizó para reincorporarse cuando quedó colgado del poste por la onda expansiva, luego recordó que no era necesario el esfuerzo y saltó sin sufrir daño alguno, priorizando el esconderse con una buena visión del lugar.

El estruendo asustó y despertó a Martina, quien no entendía lo que sucedió, se encontraba aturdida, estaba sin conexión wifi, y media batería en el celular, revisó la hora, las tres y veintidos de la madrugada, ahora en oscuridad total e iluminada por la linterna para ver dónde pisar, la curiosidad le podía, era de extrañar, pero también intuía que sería una trampa, debía tener cuidado con la linterna y recordar su propia luz que sólo podía reconocer al verla en diferentes reflejos. Pensó con cuidado y permaneció en silencio, esperó sentada durante horas viendo agotar la batería de su celular, el heraldo de luz roja comenzaba a cansarse, dudaba que la mujer siguiera en aquella cuadra. Un coche llega al lugar con tres personas dentro, riendo y fumando, siendo pasadas las cinco y media de la mañana, buscaban un lugar abandonado donde fumar, hacer una pequeña "fiesta" entre amigos pasando la ubicación del sitio, eran simples mortales, ninguno de ellos poseía brillo alguno, la heraldo escuchó los ruidos, ya que estaban en dirección a la casa de en frente. El heraldo siguió observando a ver qué ocurriría luego, si saldrían con vida de la casa donde ingresaban, el sol se hacía más fuerte, haciendo más fácil opacar el destello heráldico, que llamara menos la atención en zonas iluminadas, las persianas filtraban cierta luz solar. Aprovechando el salir por la ventana del techo, la mujer emprende una observación del panorama cuerpo a tierra. Nota un arbusto con flores rojas la cual levemente dejaba notar cierta luz roja que se opacaba con el amanecer, suspirando el patético intento, piensa una ruta de escape porque la altura daba cierta ventaja al combate pero limitaba su movimiento, meditando mientras, que hubiera sido conveniente sólo en esa situación el aceptar el poder del rayo que caía desde los cielos en vez de lanzarlos por las puntas de sus dedos, debido a que durante la niebla, lluvia, o rocío, su poder se volvería contra ella misma. Logra descender exitosamente de la casa sin alertar a nadie y comienza a buscar una buena posición sin ser vista.

En lo que el sujeto oía las voces a gritos de los muchachos quienes fumaban hierba, esperaban a sus amigos los cuales traerían alcohol y parlantes portátiles para la música, se irritaba cada vez más considerando la idea de abandonar el lugar. Sin embargo cuando se levanta de su escondite y estira las piernas, pasa entremedio un orbe de luz verde limón que dejaba una efímera estela en dirección de unas casas a la derecha, en diagonal de donde se ubicaba, justo la casa opuesta frente al automóvil. El aroma de esa luz que impregnaba las flores, apestaba tanto que no podía parar de toser, sabía que no debía tener contacto con su piel, tener cuidado de no empaparse con aquel bizcoso líquido parecido a la mucosidad, que era poco a poco absorbida por la planta, mientras marchitaba cada zona afectada propagándose hasta las raíces. No tuvo mejor idea que correr a un lugar seguro, claramente en la distancia no tendría oportunidad alguna y menos si no la podía ver, no quería jugar la carta sorpresa de su poder.

La muerte verde no desaprovechó la oportunidad al salir de su rango de visión para reposicionarse estratégicamente, comenzó a moverse poco a poco entre cada objeto que ayudara a su cobertura en cada patio trasero de la manzana entera, intentando ir a la casa de la esquina donde desde el techo había notado una camioneta con, sosprechosamente, las cuatro puertas abiertas. El heraldo de luz roja intentaba localizar a su contrincante, evitando ser visto, sin saber que su brillo marcaba su posición en paredes aledañas de color blanco, las cuales se teñían ligeramente de rojo para el resto de heraldos. Desde donde se encontraba ella, no veía al hombre el cual intentaba cazar, y cada vez pensaba mejor la idea de la camioneta, sabía que debía confiar en ella misma y no en la idea de que el sujeto escondiera un gran poder, recordaba lo molesto que fue dialogar con él, dudando de su intelecto, así que se replanteó quién era él y enfatizó quién era ella, tomó valor y fue al asalto disparando azarosamente relámpagos con la punta de cada dedo, y proyectiles venenosos desde la palma de sus manos, incluso desde sus yemas proyectaba cinco orbes en trayectoria, de menor envergadura pero con mayor velocidad y peor precisión. El objetivo era asustarlo para que saliera de su escondite y acribillarlo, pero por los ruidos salen a ver qué sucedía, los muchachos drogados, los cuales ella mata sin miramientos electrocutando a cada uno calcinándolos. Mientras ella estaba concentrada en ello, aprovecha el heraldo de la batalla para cargar corriendo hacia ella, se lo veía colorado en casi toda su piel, chorreando demasiadas gotas de su mano la cual aún tenía el cuchillo atravesando y poco a poco se iba deslizando a medida que iba sanando, el truco que se ingenió era bastante bueno pero nunca nadie lo había probado antes, ni conocía a otro heraldo de la batalla que usara los poderes, antes de matarlos. Él estaba cegado por la rabia de haber visto cómo asesinaba a sangre fría a aquellos civiles, al punto de sorprenderla, sólo atinó a lanzarle dos proyectiles envenenados, los cuales no hicieron efecto alguno, cae el cuchillo a la vez que se cura la herida autoinfligida, él la tomó del cuello y le reventó el cráneo contra el suelo repetidas veces, desfigurándola en su totalidad al igual que el asfalto, termina su fase de invencibilidad, se deja caer de rodillas, comienza a llorar.

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