Llovía en el bosque frío del plano etéreo, emulaba un aire otoñal, el dios de la batalla y el dios de la valentía habían pasado mucho tiempo juntos, al punto de posponer la gesta heráldica una temporada, por lo que pasaban varias semanas terrestres caminando de la mano, charlando, aprovechando las bellas vistas de los alrededores para darse lujuriosos besos en sus formas semi-humanas, casi no abandonaban los terrenos que les permitían sentir una vida mortal siendo aún divinidades. Llegaron al punto en que poseían una anatomía sexual masculina, preferían explorar su cuerpo de esa forma, entre dos hombres, más allá de que para una misma persona puedan verse en el aspecto de dos mujeres, un hombre y una mujer, eran su autopercepción la cual les manifetaba un cuerpo físico de un sexo determinado. No dudaron un segundo en probar su carne desarrollada por completo, turnándose cada tanto entre pasivo y activo, a la valentía le gustaba morder dulcemente los dedos de la batalla, y a él le encantaba que se los introdujera con rudeza. Mientras que los gustos de la valentía pasaban por lamer lascivamente los pezones de la batalla, a este otro le fascinaba morderle el lóbulo y besar su frente. El amor que sentían el uno por el otro no tenía nada que envidiar el cual sentían la cólera por la astucia, de hecho había más pasión y mucho más amor, sin ningún tipo de timidez, mucha confianza, mucho corazón, eran inseparables.
En el mundo humano, el amor era menos dulce, más amargo, los gemelos no sólo habían perdido a su padre a los doce años de edad, perdieron a su madre siete años después. Dicha noticia llegó a los medios locales, desde luego, hubo allegados, vecinos, gente brindando su apoyo para los costos del funeral, alimento para los hijos, y pese a ser mayores para tener un tutor, como ninguno trabajaba, aunque recibieran dinero de la pensión, el viejo amigo de su madre se ofreció a darles la contensión que necesiten, Mathias estaba agradecido y Alexander un poco reacio igual agradece, con desgano por complacer a su hermano, quien confía más en aquel extraño, después de todo, no le llamarían si no lo necesitaran.
Había pasado una semana de los hechos y César aún no recibía noticias de los gemelos Miller, se pregunta si sería prudente ir a ver cómo están, pero decide esperar. Otro pensamiento recurrente era el de poder ver las auras de colores de las cuales mucha gente hablaba hasta en foros de internet, y en las noticias, las cuales veía con frecuencia por si fuera necesario, por lo que para relajarse un poco, se recuesta en el sillón a ver qué estaban informando:
—Fuentes anónimas aseveran que el siniestro fuera presuntamente causado por un femenino de brillo anaranjado—, el doctor observa el incendio con disgusto, mientras bebe su pequeña botella de cerveza.
—...estamos en vivo en las afueras...—, suena de fondo mientras César va hasta la heladera por otra cerveza.
Escucha unos gritos por el vecindario, observa por la ventana y logra percibir unos destellos relampagueantes, la gente corría, había un hombre resplandeciendo un verde limón muy llamativo, rápidamente llama a la policia para alertar sobre la situación, preguntan en emergencias si hay alguna persona herida, les dice que estaban electrocutando a un hombre, respondieron que si es otro asunto de gente con capacidades especiales, la ayuda ya estaba en camino por esa zona, cuelga.
Un brillo plateado emanaba de su katana, la toma en manos para observarla con detenimiento y siente una brisa que le vuela el cabello, siente como vibra salvajemente, decide desenvainarla un poco para observar la hoja, una ráfaga de valentía le pide darle cacería a aquel sujeto quien continuaba electrificando a la gente. Se carga la espada encima, ajustando el cinturón de la vaina, sale de su hogar, empuña el arma preparado, el sujeto lo mira fijamente, nota que hay un hombre barbudo con una espada enfundada y ríe llamándolo raro, al instante de percibir un brillo plateado, se asusta de nunca antes haber visto uno igual, mientras el doc con mucho brío corría a gran velocidad como un atleta, el heraldo de la angustia se pone en guardia y apunta un rayo del cielo el cual no logra atinar.
—¡Los odio a todos!—, grita y gruñe César mientras aprieta fuerte la empuñadura.
Su rabia contenida le impulsa a seguir cada movimiento de su cuerpo por instinto, velozmente desenfunda decapitando al sujeto, a la par de una ráfaga de viento cortante seguida de una estela plateada y envaina la katana casi en un parpadeo, gracias a su experiencia en el iaidō. La gente a su alrededor reacciona con alaridos, incluso con aplausos y asombro de algunos pocos. El doctor Rodríguez sentía que aún no podía saciar su sed, sin embargo se sintió más poderoso de lo normal, tenía bastante energía, no se había movido así en años, fue impactante que ocurriera algo así a media cuadra de su casa, una vez dentro, escucha el llamado del teléfono de línea y se dirige a atender.
—¡¿Qué clase de viejo usa aún un teléfono de línea?!— dice Alexander con cierta agresividad, a lo que su hermano lo aparta.
—¡mil disculpas! sucedió algo importante... no entendemos lo que ocurre—, Mathias comenta agitado.
—tranquilo, con calma—, responde el doc, sin ser de mucha ayuda.
—brillamos frente al espejo, pero no veo una luz en mí, sólo la de mi hermano, y a él le pasa lo mismo—, dijo con prisas, esperan impacientes lo que tenga para decir el dentista.
—¿de qué color?— preguntó César tras una ligera pausa.
—¡¿qué?!— exclamó Mathias ante la pregunta.
—¿de qué color?— insistió el doctor con la misma calma de antes.
—¡como plateado! más o menos—, respondieron al unísono los gemelos.
—voy para allá—, dijo antes de colgar.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 20 Episodes
Comments