Capítulo 6: Vecinos venenosos y molestos

Podía olerse la sangre y la desesperación en el ambiente, el barrio se encontraba en un estado deplorable, muertos por todas partes, humo, cenizas, el frío desconsolador de la calle vacía de vida. Una pequeña guerra había estallado entre superhumános, militares, y heraldos quienes se encontraban activos en la cacería, por lo cual no se diferenciaban a sí mismos haciéndose llamar de otras maneras que no sea la correcta. Hubieron en su mayoría bajas civiles, los terroristas pudieron ser ejecutados en su mayoría, más por la mano de heraldos activos, que de heraldos "justicieros" quienes no aportaban mucho a la gesta ciertamente. Sin embargo habían casos en los que los terroristas sí participaban en la gesta heráldica, les gustaba erradicar todo a su paso, mientras más poder adquiriesen, o se enriquecieran a nivel de estrategia.

Una de las villanas más mortíferas, era la heraldo de la angustia más temida entre todas, casi tanto como temían a la plaga, aunque a veces confundían ambas heráldicas por su letalidad y modo de operar, ciertamente los heraldos de la plaga se podrían reír de los métodos de la angustia, ya que ni siquiera deben exponerse demasiado, con el aceramiento furtivo una sola vez, ya no necesitaban más, a menos que quisiesen aumentar su poder de manera significativa contagiando a más personas para una mayor efectividad, sin embargo era la más desmedida porque afectaba a todo mundo al rededor de los heraldos, habiendo bajas civiles como consecuencia, sin embargo sólo era letal en humanos y el resto de animales podían ser portadores, salvo homínidos como los primates quienes tardaban mayor tiempo en fallecer, la plaga casi no tiene cura alguna, ya que es posible retrasarla casi en su totalidad con una regeneración especial, otorgada a los heraldos de la batalla, uno de la valentía debía estar al lado de ese heraldo quien pudiera regenerarse si poseía dicha bendición, o purgarla de alguna manera divina. En cambio el veneno letal de la angustia aunque necesitara el mismo método de curación, no se propagaba y debían envenenar individualmente a cada víctima, siendo la forma más ética y moral de atormentar a sus rivales, en comparación con la enfermedad terminal.

Una morocha mujer de cabello ondulado y piel clara, ligeramente bronceada, alta, era la famosa portadora del brillo verde limón quien aterrorizó el barrio, se encontraba descansando dentro del hogar de una familia desconocida, la cual eligió porque su casa de dos pisos era la más linda de la cuadra, tomó un refresco en lata de la heladera y la cerró de una patada bruzca que hace temblar la misma, escuchándose el vidrio chocar entre sí, sintió el pestilente aroma a cebollas que emanaba de su axila mientras bebía, sintiéndose la dueña del hogar decide ir a tomar una ducha larga, previamente buscando en las pertenencias de la mujer de la casa algo que quedara, un par de toallas, secador de pelo, cremas para peinar, acondicionador, todo lo que necesitara. Evaluó la tentadora idea de tomar unos guantes de látex, desinfectar en agua hervida, luego en lavandina, un tercer lavado con detergente, para finalmente colocar un profiláctico en el juguete sexual que había en los cajones, pero aún así la sola idea le provocaba asco, prefería sus propio método clásico.

Pasado un tiempo, hizo aparición un hombre el cual se enteró de la masacre, se armó en su "traje de batalla" y junto a su motocicleta recorrió el lugar. Desde luego la mujer notó semejante estruendo que ocasiona una moto y mucho más en un área tan silenciosa. El hombre recorrió cada calle buscando pistas, y la sangre que viera más fresca, sin mucho éxito, ya casi cansado, estaba a punto de abandonar la búsqueda infructífera, hasta que cierto famoso destello se encontraba en la única mujer presente, parada de brazos cruzados y piernas abiertas con el pecho en alza, imponiendo respeto. El tipo de la moto finge estar desentendido de la situación y le pregunta si la lleva a dar una vuelta, tras un piropo ocasional, ella irritada le dice que si puede ir a hacer ruido a otra parte, que merece un buen descanso y estaba interfiriendo con ello. El apuesto sujeto se disculpa y se presenta como Mariano, heraldo de la plaga, ella frunciendo aún más el ceño le dice que el rojo no es el color de dichos heraldos, él con una ligera sonrisa para el costado, nota que echó a perder un poco más la situación al comenzar con una mentira, de hecho dos, pero ella de momento desconocía su nombre real.

El sujeto arrogante, insistió en presentarse nuevamente, diciendo ser Mariano el heraldo de la batalla, a lo que ella levantó ligeramente el mentón analizándolo, él se percata de que ella sabía al respecto, y podría intentar manipularla fingiendo decir más verdades, en caso de que no le creyera, él sabría cuál sería la reacción para mantenerse alerta. Ciertamente que una persona tan poderosa, no le fulminara de un sólo ataque nada más verle, ya era un buen comienzo y no lo quería desperdiciar, en cualquier momento ella pasaría a ser hostil, por lo que le pregunta el porqué sigue vivo y ella le responde que está cansada y quiere desestresarse un momento, que si es un cazarrecompensas, no tiene ninguna oportunidad y si quiere morir que vuelva en otro momento, si sólo viene a molestar, que también pegue la vuelta y no vuelva. Él le pregunta por la tercera opción y ella levanta una ceja, preguntando cuál es, el supuesto "Mariano" le responde que podrían relajarse juntos, salir a dar una vuelta en moto o ver una película en su nuevo hogar, preguntó si aún puede ayudarle con la mudanza; nuevamente ella frunce el ceño con mayor énfasis, aunque se detiene un poco en verle la barba, observar sus manos y hombros, disimula verle el culo, luego de analizarlo físicamente, le dice que no es su tipo y si no quiere morir que no vuelva a acosarla, se da media vuelta, él siente miedo y acelera, ella estaba preparando un ataque el cual tuvo que cancelar. Claramente debía matarlo a la primera que lo viera, pensó la muchacha.

La heraldo de la angustia, cambió de hogar, por lo que fuera a pasar, cerró las ventanas en varios hogares por si acaso, era evidente que su brillo en la noche no lo podría esconder si no fuera de esa manera. Recordaba a la literatura sobre vampiros, quienes debían evitar a toda costa la luz solar, ella debía evitar a toda costa su propio destello, al menos por esa noche.

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