A lo largo de una semana, algunos comenzaron a perder la capacidad de detectar a otros heraldos, pero no lo notaban hasta verse en sus propios reflejos, en fotos y en espejos. El terror les hacía mella, se angustiaban sintiéndose desprotegidos, y es que si bien los heraldos no los cazarían, en principio, había quienes sólo tenían el gusto de matar civiles.
El gobierno aprovechaba para tomar más medidas de contingencia, y era más difícil tener armas de contrabando. La mayoría de las guerrillas las tenían, y se habían creado grupos de humanos contra los heraldos.
Una mujer de luz blanca sabía colocar bien sus trampas, que le otorgó su dios de la astucia, y llenaba de orgullo a su divinidad. Sin embargo, muchos y muchas trataban de cazarla, pese a que sus trampas eran tan efectivas en blancos desprevenidos.
El heraldo de la batalla, Gastón Martinez, el sujeto que paseaba en moto junto a su cuchillo, era bien conocido por ser el único de su tipo que eligió el poder en lugar de la bendición y el motivo de burla para sus colegas bélicos. Su poder era inútil a lo largo del tiempo, sólo debían mantener la distancia o tomarlo por sorpresa. Justamente él quería tomar desprevenida a dicha mujer para cazarla, sin embargo, pisó una trampa espiritual en el edificio abandonado donde ella residía a modo de guarida.
Sintió la trampa accionarse. Como ella era un heraldo bastante avanzado, podía mantener la ubicación en tiempo real de cada trampa sin importar su proximidad. Notando que estaba a un par de habitaciones, decide ponerse a resguardo en otra parte, en caso de no ser suficiente.
El heraldo rojo sacó su cuchillo rápidamente. Se quejaba por el dolor. Cuatro picos habían sido invocados sin tiempo a reacción y ensartándose en cada dirección. Intentaba quitárselos de encima con sus propias manos por instinto varias veces. Logró recomponerse para cortarse con desesperación. El nervio vago le jugaba en contra haciéndole sentir un desmayo, el cual luchaba por mantenerse consciente, y la pérdida de sangre era abundante. Los picos desgarraban la carne al intentar moverse. Al cabo de un tiempo, se regenera y rompe los picos de un material más fuerte que el wolframio.
Pasadas unas seis trampas, decide abandonar la búsqueda y recomponerse. Estaba bastante malherido por el poco tiempo de regeneración entre cada trampa, debía reposar, alimentarse y generar más sangre en su sistema. Su poder no lo hacía inmortal ni tampoco lo curaba al instante por completo. En el camino a abandonar el edificio, se encuentra con otro heraldo, una de brillo azul marino. Él sabía que se trataba de una del terror, así que se puso en guardia. Ella sacó su pistola y él se frustró.
—¿Es en serio?— dijo él y la mujer sonrió mientras removía el seguro del arma.
—El mejor poder es el sigilo y necesitas una de esas contra un hombre a cuchillo, sangrando a muerte— agregó. Ella no se inmutó ante sus palabras.
—Al menos dame un tiempo y ve a cazar a la heraldo de las trampas— ella inclinó su cabeza hacia un costado.
—Hmmm, nah— respondió de forma burlona la mujer.
En el momento de gatillar, ella se detiene al notar que no percibe más el destello rojo. Él se extraña al dejar de percibir la luz azul y aprovecha para enterrar el cuchillo en su mano. El sonido de su cuero abriéndose causó asco en aquella mujer, quien bajó el arma. El sujeto sólo se mantenía agonizando de dolor y ella se retiraba sin mirar atrás, pensando en lo patético que se veía aquel sujeto.
—No eres mi presa— fueron las últimas palabras de la mujer antes de desaparecer entre las sombras.
La muchacha había utilizado su poder para teletransportarse en cada esquina de los pasillos, a poca distancia. Luego comenzó a atravesar las paredes en cada puerta abierta manchada de sangre. Podía ver en la oscuridad a la perfección, cada detalle, pistas que le indicaran un camino, el más concurrido.
Al cabo de unas horas, logra dar con la habitación correcta, una escondida entre paredes falsas. La luz blanca iluminaba lo estrecho del lugar y la heraldo de la astucia nota una luz azul iluminando tenuemente la pared donde ella se encontraba. Era demasiado tarde, la tenía en la espalda, sintió la respiración antes de escuchar un estallido. La heraldo del terror volvió al camino, donde se encontraba el sujeto que perdió su luz y también la vida. —Que encuentres la paz—, dijo ella con mucha calma y continuó su camino en busca de más heraldos.
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Updated 20 Episodes
Comments
Libna Omara
que bárbaro
2023-04-07
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