En la urbe donde transitaban varios transeúntes, esquina de una peatonal, un presentador al lado de una mesa con un hombre sentado mostrando un brazo apoyado encima de ella, haciendo lucir su manga de tatuajes, hacía saber al público la cuantiosa suma de dinero que podrían ganar al derrotar en unas vencidas al sujeto. La gente se encontraba murmurando e indagando sobre cuál podría ser el truco, quién sería el próximo, si se animarían a seguir, el presentador explicaba las reglas, que era por mero entretenimiento y para los nuevos que recién llegaban, comentaba que no se conocían de nada, en un principio era alguien del público que se sentó y le hizo una apuesta de quién le podría ganar, que era dinero fácil porque no poseía mucha fuerza, dicho ganador debía seguir y si nadie lo desafiaba se quedaba con el dinero, para participar debían pagar una comisión para aumentar el pozo vacante, de mínimo $100 y del premio él se llevaría un cinco por ciento. Pasaron por varios sujetos quienes ganaron, cinco de hecho, pero muchos más participaron, inclusive al cabo de un rato volvían a intentar descansados a ver si su rival ya no podría defender su puesto, acumulando unos $7.320 porque no había límite en cuánto dinero podían depositar, mientras más alto apostaran, más beneficios podría haber al hacer que el resto se tentara en participar, y al fallar ganaran una mayor cantidad si nadie más se animaba, como una inversión casi segura, mientras se mantuvieran líderes de la mesa, no habría riesgo alguno de pérdida.
Algunos heraldos de la batalla y de la valentía se encontraron allí, sólo reconociendo un destello de heraldos a colores distintos al suyo o de igual tonalidad, sin saber a qué dioses pertenecían, la mayoría pensaba que era siempre el mismo dios o la misma diosa, dependiendo de su perspectiva cuando se haya personificado. Aquellos heraldos poseían una gran fuerza física, mucho más exagerada en los de la batalla, pero igualada ante los de la valentía, por su bendición, su dios era el único que no les daba a elegir un poder, siempre les bendecía pese a la formalidad de explicar sobre los poderes y las bendiciones, les hacía saber que sólo le otorgaría a todos una única bendición en común, la de igualar el poder en batalla, no copiarlo propiamente, pero enfrentarse casi de igual a igual ante cada rival, si se encontraban a otro de su estirpe, podría ganar quien sepa combatir mejor porque estarían igualados. Siempre que estuvieran rodeados de varios contrincantes, multiplicarían sus características como la fuerza, velocidad y resistencia en base a todos ellos, peleando en igualdad de condiciones, la estrategia que no explicaba, sería la de dividirlos, pelear con una enorme diferencia de poder aplastando individualmente a cada uno hasta igualar el poder del rival, pero para destacarse por encima de ellos, más allá de la maestría en combate que adquirieran, les daría bendiciones que no sumarían en la igualdad de condiciones, al ir avanzando en la gesta, podría tener una energía casi ilimitada, no cansarse en batalla, procesar mucho más rápido la información, haciendo incluso que puedan devorar unos pocos libros en una tarde como si nada. Podrían recuperar el aliento en segundos, pero también prolongarían la muerte misma si llegaban a la cumbre del poder, la promesa de una corta inmortalidad, la cual duraría un día terrestre, como recompensa por su desempeño, podrían no sólo derrotar a su rival por cansancio, o huír si les era imposible, también concedía la posibildad de pasar ese último día como quisiesen, con sus amistades, familiares, en solitario, con quien fuera.
El único brillo fuera de lo común que llamó poderosamente la atención de cada heraldo allí presente, fue el del tatuado, se percibía un brillo plateado, pasaban horas y nadie lograba derrotarlo, los de la valentía incluso tampoco podían, terminaban cansándose y el heraldo plateado no se cansaba, aunque le igualaran la fuerza se mantenía en pie, hasta que un brillo esmeralda le hizo frente durante media hora y el público comenzaba a hartarse de mirar el evento sin un ganador oficial, parecía un claro empate, pero el heraldo de la valentía parecía inmutarse, a diferencia del tatuado quien ya tenía sus primeras gotas de sudor recoriendo su rostro, había pasado por muchos rivales, pocos duraban la misma cantidad de tiempo pero ya iban aflojando para entonces. La mesa no paraba de temblar y resquebrajarse brotando algunas ligeras astillas.
El heraldo de brillo esmeralda no movía un sólo músculo, ni en su soberbio rostro el cual buscaba intimidar a su rival. No habían suficientes heraldos para aumentar el poder de un valiente y así superar en ventaja al sujeto, y parecía ser más poderoso que un par de heraldos de la batalla los cuales poseían una fuerza física mayor a otros, los valientes quienes rodeaban no aportaban ventaja alguna, sólo si peleaban en manada podrían pulverizar al hombre destellante del color plata. El valiente claramente poseía una resistencia física, un aguante sin igual, comparada al resto que no estaban tan comprometidos en la gesta heráldica, lo que significaba que habría derrotado media docena de heraldos.
Y aquel sujeto se presentó ante su rival como Ricardo, que era un gusto combatir contra un digno rival, mientras apretaba los dientes y dejaba ver todas sus venas. El heraldo de la valentía no dijo su nombre a cambio y aunque se estaba cansando un poco, aún tenía suficiente tiempo de sobra para soportar la casi tortura, porque había suficiente dolor en ambas partes. Poco a poco corría sangre y nadie del público sabía de quién era, todos se interesaron más, especularon y el público creció, tanto que el presentador recurrió a acercarles el sombrero al público para apoyar a los participantes aumentando el premio y así incentivando la victoria de alguno de los dos. Ricardo se encontraba colérico dando todo de sí, ante lo arrogante que era su contrincante, pero gruñendo de dolor, la sangre era suya, el valiente poseía una regeneración mayor debido a la presencia de heraldos de la batalla que poseían dichas cualidades. Cuando el brillo esmeralda parecía que iba ganando al empezar a ejercer fuerza no sólo para aguantar la posición, sino el buscar la victoria haciendo que la mano del rival tocara la ahora andrajosa mesa de madera oscura cubierta de sudor y sangre.
El heraldo plateado comenzó a deslumbrar a los demás tras aumentar el rango de su destello y recuperando la posición mientras saltaban sus ojos casi fuera de sus cuencas, su cuerpo entero brotaba de sangre violéntamente haciéndola ver demasiado colorada su piel en un instante, la masa muscular parecía haber aumentado su volúmen considerablemente. Eso tomó por sorpresa al heraldo de la valentía, pero logró detenerse a tiempo al borde de la derrota y sin mucho esfuerzo poco a poco fue volviendo a la posición de victoria, la frustración en la cara de Ricardo le hizo soltar un par de lágrimas, aumentó su máximo de fuerza para volver a equilibrar la balanza y al momento de intentar avanzar, decidió rendirse ante la imposibilidad, el heraldo de la valentía se encontraba acalorado y victorioso, con cierto miedo de encontrarlo mano a mano. El brillo plateado se alejó al horizonte por un callejón con demasiada ira. La gente festejaba la victoria del heraldo esmeralda, quien permaneció anónimo, para la gente era un evento un tanto extraño, para otros corría el rumor de que eran super humanos, algunos emocionados con la idea de haber conocido a uno en persona, varios se tomaron fotos junto a él y la noticia se hacía ver en diarios locales sin repercución alguna.
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