Los terrenos del etéreo vestían el aspecto del anochecer, la brisa era fría, más no lo era la cálida sonrisa de la astucia al verlo a cólera dentro de la glorieta artesanal de madera. A él lo rodeaba una nube de mariposas en múltiples colores, pero reposaban en su cercanía las monarcas y las morpho azules.
Mientras ella se acercaba corriendo de la alegría, poco a poco la diosa del presagio se alejaba con una leve sonrisa cabizbaja. El espejismo es contactado por ella, mediante una espesa niebla dorada que forma su rostro a detalle, con brillos cayendo ligeramente en forma de arena, al cabo de un instante:
—¿Qué sucede?— preguntó él, apenas había aparecido la figura astral.
—¿qué más hiciste con mi poder?— contestó Presagio un tanto preocupada.
—nada que pueda decirte—, dijo el dios del espejismo, con la mayor frialdad posible.
—presiento que algo terrible está por ocurrir y creo que sabes exáctamente de qué se trata—, respondió crudamente,
—deben ser las emociones humanas—, comentó el monje.
—no soy yo quien pasa más tiempo en planos semi-terrenales—, contestó con celeridad.
—es un entrenamiento, el árduo camino por dominar las emociones, pese a ser el más humano, soy quien más está centrado— dijo él en un gesto de seriedad, el espejismo tenía el aspecto de un mortal en su totalidad y nadie más que la diosa del presagio sabía que no era una mera ilusión, él asintió, luego ella hizo lo mismo, en un cruce de miradas la diosa entendió todo el por venir, cortó la comunicación astral, un escalofrío recorrió cada parte de su ser;
—así se siente el miedo— dijo en voz alta sabiendo que nadie estaba para escucharla.
La diosa de la astucia se encontraba aferrada con fuerza a su colega, con un largo abrazo, en un momento una mariposa negra se posa en la nariz de la diosa, ella resopla.
—al fin te encuentro—, dice la astucia un tanto angustiada.
—¿qué te sucede?— pregunta el dios de la cólera, a lo que ella aprieta sus manos sin soltarlo.
—quería disculparme por mi comportamiento la última vez—, responde ella, con su voz ligeramente temblorosa, a la vez que corre con suavidad su cabello negro.
—la última vez tu cabello era blanco—, dijo él acariciándole la mejilla, a la par que la diosa se sonrojaba.
—no me sorprende que reacciones tan erráticamente, te estás haciendo más humana—, comentó seguidamente, ella se disgustó un poco.
—Cuando Melancolía y Angustia eran amigas, pasábamos más tiempo juntas, le hacíamos travesuras a Ira y a tí, antes de que le derrotases—, decía ella mientras soltaba un par de lágrimas, él la miraba con pena y dejó que continuara.
—me siento sola—, vociferó la diosa de la astucia, con la tristeza más humana posible, él la tomó de ambas manos, sintiéndolas heladas, a lo que él comenzó a darle calidez con su poder.
—no estás sola—, dijo con voz profunda, se miraron fijamente, los ojos de la diosa se tornaron aún más vidriosos, y entonces lo calló de un beso.
Las mariposas emprendieron vuelo en conjunto, y desaparecieron en el cielo en forma de pequeñas estrellas hacia el símil firmamento.
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