ROMANCE DE ALEJANDRÍA

No tengo escape, la presión en mi pecho se acumula, el intentar moverme provocaría una acción contraria... Solo sobran segundos de resistencia para evitar que mi cuerpo acceda al suyo.

—Vamos Jules... Algo debe salir de esos labios.

Su voz, quiero su mirada sobre la mía no solo a mi cuerpo, no ese enfado sarcástico que provocan sus palabras al aire ¿Al menos ha notado un cambio en el color de mis ojos?

El tintineo de algunas campanas coladas por las ventanas socavan más este ardor.

—Christopher... —Respondo reteniendo el aire por su corta distancia —No le pidas a una dama suplicar.

Los ojos del cantante se abren dejando en claro su sorpresa en mi respuesta, esta no soy yo...

Su mano derecha toca la piel cercana a mi corazón, suelta un suspiro suave y me besa con fuerza, sujeta mi cuello y desliza algunos de mis cabellos.

¡No quiero que sea así! Quería ser yo plenamente, anhelaba que vieras mi deseo y no solamente el de una enfermedad genética, aquella redención cubre mi piel de su tacto, con los segundos aquellos cálidos suspiros miden en secuencia sus gestos al retirar cada prenda de mi cuerpo, su lengua pasando delicadamente, doy vueltas con su forma tan fascinante de tocarme, su gesto serio no me permite acceder a sus sentimientos en este momento, más el egoísmo plácido de su encuentro llena aquel vacío.

Sus dedos se interpelan más adentro, sobresalto con cada giro y hundimiento de ellos, ¿Cuántas mujeres han pasado por esas deliciosas manos?

Él gruñe con cada paso de mi voz enclaustrando sus movimientos, cubro mi boca y él libera mis labios enseguida.

Incapaz dejo que sus intenciones llenen las mías, dando un mordisco a mi pierna, aprovecha para voltearme de espaldas, escucho algunos botones de su camisa ser retirados al igual que su cremallera del pantalón al bajar, tiemblo del hecho que contemplo con esto.

Sin previo aviso sus manos se ubican en mi cintura, adentrando su posición de poder secuencial, tomo una almohada cuando aquel baile trasciende mi permiso, conocía su enfado y la manera de expresarlo exaspera el dolor de su compas, incontrolable mi cabeza baja aún más para darle mayor acceso a mí, él continúa apoderándose apresuradamente, mi respuesta le es convencional cuando su dureza aumenta, estoy a su merced... Completamente controlada de su pasión que acelera al gusto del mío.

Tiemblo tanto de su agitación, más esto le provoca sólo hundirse con mayor profundidad.

—Discúlpate Jules —Indica mientras me retuerzo en las sábanas.

—Perdóname Christopher... —Replicó y él me voltea enseguida, apropiando de manera cómplice mis redondeces a sus manos.

—No te escucho Jules —Prosigue acercando nuevamente su cuerpo al mío con el estimulante afán de continuar.

—No pienso disculparme una segunda vez —Respondo despertando su energía a la restante mía.

Un juego exquisito disfraza su ira cuando vuelve adentrarse en mí. Sacudida exclamo incontables veces su nombre, aunque no se detiene y continúa rompiendo hasta el último aliento de mis gritos.

Mis párpados se cierran con tanto gusto de causarle esa forma cruel por pertenecerle.

—¡Perdóname Christopher! ¡Te lo suplicó!

Una sonrisa suave desenvuelve sus labios

—Hueles tan bien...—Murmura provocando una última secuencia que libera toda su tensión acumulada.

Cuando llegamos juntos hasta el éxtasis, cae al lado mío viéndome con la misma ternura y suavidad que descubrí en el primer momento de conocernos.

Sonríe plácido tomando mi cabello —No has parado de temblar...

—¿Puedo abrazarte? —Le pregunto y sus brazos caen sobre mi equilibrando el peso de esta culpa.

Deseaba tanto decirle la verdad, decir lo que pesa en esta conciencia y si mi amor fue real o tal vez nunca hubiéramos llegado tan lejos.

—Sabía que eras tú —Menciona Christopher aferrando sus brazos a mi espalda.

¿Qué quiso decir exactamente? ¡¿Acaso me reconoció en el bosque oscuro con mi rostro cubierto y solo mis ojos visibles?!

—Debes odiarme —Murmuro con tristeza hasta que sus ojos se postran en los míos.

—¿Odiarte? —Cuestiona ubicando un beso en mi frente —Mi Jules... Eres un ángel.

—¡Detente! —Aquella frase me libera momentáneamente del síndrome —Las mujeres que padecen esto son monstruos.

Él sonríe atrayendo mi atención —¿Y no deberían los monstruos estar con monstruos?

¡¿Qué?! Aturdida apretó sus manos —¡Entonces lo admites!

Él solo se levanta y ladea su rostro —¿Y qué debería de admitir?

—¡Christopher! —Resoplo mientras se marcha a la primera planta entre carcajadas.

A este hombre le gusta jugar con las cosas serias, es muy listo... Seguramente piensa que tengo la casa infestada de cámaras y micrófonos después de su transformación, y no se equivoca a excepción de su habitación toda la mansión está inundada de ellas mucho antes.

El que baje hasta la cocina solo indica que pondrá fin a la conversación, tratar con un sospechoso de ese calibre no será fácil, de todas formas ya estoy perdida... Dije que odiaba a los hombres lobos y termine acostándome con uno ¡Me defiende una noche y caigo como cereza en el pastel!

Más cuando lo observo quiero estar cerca, temo volverme loca por un lobo irremediable, papá casi se ha extinguido de mis memorias a causa de esta afección, no hay cura más que la muerte y esto únicamente está una etapa inicial.

La última es la peor de todas... Debo asegurarme de terminar con mi vida después de la tercera etapa, será lo mejor para todos... Acabaría conmigo antes si no fuera por vengar a mi padre, resistiré cuanto pueda.

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