Me quedé sopesando por unos largos minutos su pregunta. No sé si podría confiar del todo en él, o aunque sea un poco. Desde pequeña he confiado en gente que no debería y la cual ha causado estragos dolorosos en mi pobre corazón. Confiar, sabía agridulce esa palabra. Pero sabía que debía hacerlo, aunque, me diera la hostia del siglo. Y más sabiendo que íbamos a casarnos y estar un año juntos. Debía hacerlo.
-Sí.-Fue mi única respuesta, lo cual me regaló una sonrisa torcida.
-He pensado que deberías trabajar en la empresa y hacer que la gente te conozca.-Comenta amablemente observándome de nuevo.
Me quedé sorprendida ante su sinceridad, pero cambió mi humor con buen sentido. Eso necesitaba justo ahora, no pensar tanto y estar distraída.
Le regalé una sonrisa tímida y asentí efusivamente en su dirección. Él solo soltó una risa y removió mi pelo como una niña pequeña.
-Pues mañana te vendrás conmigo y ya buscaremos de que te puedes ocupar.
-De acuerdo, gracias.-Respondí dándole una de mis mejores sonrisas.
Él se despidió de mí y se marchó a saber dónde.
Me levanté de la silla y me marqué un baile silencioso en mi lugar. Tendría un trabajo decente en una de las empresas más importantes del mundo. Moví mis caderas y moví mis brazos bailando. Misifu apareció de la nada y me miró asustado para después escuchar un leve miau, y vi como salió corriendo.
Me pasé todo lo largo de la tarde viendo películas tendida en el gran sofá, con un bote de helado en la otra mano y con los pañuelos, nunca se podía saber lo que podía pasar. Eran las 21:30, cuando alguien llamo al timbre desesperadamente, arrugue mi cara con confusión sin saber quien podía ser a esta hora. Me dirigí hacia la gran puerta blanca y la abrí de tirón, la imagen que vi me dejo con total sorpresa. Era bruno, arrastrando a Luca con sus hombros, él solo me dedico una sonrisa.
-¡Hola, Ann! ¿Qué tal todo?-Decía nervioso. Arrugue el entrecejo en su dirección.
Veo como Luca se tambalea y se pone delante de su amigo para después darle con el puño en el brazo flojito.
-¿Qué confianza es esa con mi mujer?
Apreté los labios en una fina línea, me causaba gracia su comportamiento, pero estaba indignada por tener que cuidar a un borracho y más, justo hoy. Me hice a un lado y dejé que pasaran ambos al interior de la estancia.
Veo como Bruno se dirige al gran sofá junto a Luca y lo deja ahí tumbado para después dirigirme una mirada, y terminar por acercarse a mí. Pongo mis brazos en jarra indignada ante su osadía y espero a que me explique.
-Bueno, se complicaron las cosas.-Dice rascándose la nuca y riéndose nervioso.-Teníamos que ir con unos inversionistas a tomar algo en la tarde, y ya viste como acabó.
-Sí, ya veo que se la pasaron de lo más genial.-Contribuí falsamente con una sonrisa.
-No, mujer. Todo era por trabajo.-Dice afligido.-El pobre ha sufrido mucho en la tarde. ¿No lo ves?
Miro detrás de él, de reojo y lo veo jugando con Misifu. Maldito gato traidor.
-¡Pero como va a sufrir, si me lo has traído más borracho que una cuba!-Solté un grito.
Veo como él se empieza a reír exagera mente y quintándole importancia al asunto.
-Él de seguro que se sabe cuidar solito-Dice pensativo.-Tu tranquila.
Noto como la cara se me cae al piso, y lo barre también.
-¡Ay, chico! Tú sí que eres descarado.-Le digo inmediatamente. Él mira su reloj confundido.
-¡Mira, pero que tarde es!-Exclama sorprendiéndome.-¡Ya debo irme o llegaré tarde!-Dice el nervioso, despidiéndose de mí y atravesando la puerta.
Me quedo mirando a lo lejos a Luca, quién juega efusivamente con el maldito traidor de Misifu.
Suspiro cansadamente y me dirijo a la cocina perezosamente para hacerle un café bien cargado para ver si así le baja la borrachera. Una vez que lo tengo listo, lo cojo con cuidado, ya que quema aún un poco, pero se lo termino llevando. Se lo planto delante su preciosa cara. Él levanta la vista hacia mí, me regala una sonrisa socarrona y lo acepta.
-Bebe el café, te hará sentir mejor.
-Quizás me haga sentir mejor, otra cosa.-Dice mirándome fijamente serio, pero no dura ni dos segundos, ya que se empieza a reír. Nunca antes lo había visto reír así, tiene una risa bastante bonita, noto como se le hacen dos hoyuelos a lo largo de su bonita cara.
-Qué descarado eres. Bébetelo de una vez.-Digo poniéndome más seria y recta que un árbol. Él levanta las manos en señal de derrota y termina bebiéndoselo, yo, por lo tanto, espero sentada a su lado y girada. Para ver como se lo termina de beber. Me fijo en su pelo alborotado, los rizos están en cada punta, la camisa entreabierta y su chaqueta bastante arrugada. Siento como el me mira, y se le dibuja una sonrisa en la cara de medio lado.
-Si sigues así, creo que me vas a comer en este sofá.-Dice tranquilamente mientras se pone de pie tambaleándose.
Me levanto por inercia y le sujeto del hombro para prevenir muertes no deseadas.
-Deja de decir tonterías.-Le digo en una clase de susurro mientras aprieto los dientes. Él se gira hacia mí y me observa detenidamente. Me siento incómoda ante su mirada tan penetrante, pero no me achanto, con valentía le miro de vuelta.
-Eres malditamente preciosa, Anne.-Suelta de la nada.
Siento como mis mejillas empiezan a arder, a causa de la vergüenza que me causa este hombre.
Carraspeo intentando aclarar mi garganta.
-No digas más tonterías y vete a la cama.
-Ayúdame a subir.-Dice con una sonrisa torcida. Le obedezco y lo ayudo a subir las escaleras, para después dirigirlo a la habitación. Este hombre quería matarme de seguro y así poder lograr enterrarme en el jardín.
Veo como entra lentamente a la habitación y empieza a desvestirse. Me voy a girar para evitar mirarlo, pero su voz me detiene.
-No te vayas, quédate.
Es directo diciéndome aquello, él ve la duda en mis ojos y se acerca con tropiezos a mi lado.
-¿Por qué quieres que me quede?-Pegunto tontamente y totalmente confundida.
-Porque te necesito.
Lo dice firme, alto y claro. Mi corazón latía frenéticamente golpeando mi pecho una y otra vez. Por un momento la sensatez me baja a la tierra, y mi mente me dice que debo irme, ya que él no está en todos sus cabales y no sabe lo que dice o desea. Pero en el fondo ansío por quedarme por aquel hombre de rizos y ojos miel. Veo como se termina de acercar a mí y coge mi mano lentamente para tirar de mí dentro de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Lleva la camisa desabotonada por completo, dejando ver parte de su cuerpo, trago saliva duramente e intento olvidar lo que acabo de ver.
Carraspeo por un segundo y aparto la vista de él.
-Será mejor que duermas, mañana estarás cansado.-Propongo yendo hacia el armario para buscarle ropa cómoda. Siento como mis pequeñas y huesudas manos me empiezan a temblar de los nervios, bajo su atenta mirada. Maldigo en mi interior mil veces más, no puedo creer que este hombre me ponga de los nervios. Y lo bueno que está el imbécil. Relamo mis labios, doy media vuelta y choco con su pecho desnudo.
Bien, Anne. Cuenta hasta tres, es un sueño, esto no es real. Respiro hondo. Apoyo por inercia las manos en su pecho, y noto la calor de su cuerpo bien musculoso. Miro hacia arriba para ver mejor su rostro y está serio mirándome, con la cabeza ladeada. Se acerca más a mí y choco contra el armario, agarra un mechón de mi cabello y veo como ladea más su cabeza. Por un momento me quedo en blanco, con tan solo mi corazón desbocado latiendo a mil por hora, y sintiendo como mis piernas tiemblan, en cualquier momento pueden fallar.
Lo coloca bien detrás de mi oreja y siento su respiración en mi cuello severamente. Cierro los ojos, sintiéndolo.
-Hueles malditamente bien.
Este hombre me quiere matar de un paro cardiaco, estoy segura.
Deposita un pequeño beso castro en el hueco de mi cuello, y eso hace que el rubor de mis mejillas se enciendan aún más. No puedo pensar en nada más, estoy bloqueada.
Levanta la cabeza de mi cuello y para cuando lo hace, yo ya tenía abiertos los ojos, observando cada movimiento de él nerviosamente.
Noto como agarra mi nuca, se acerca poco a poco hasta que nuestros labios se rozan. Va a besarme. Va a puto besarme. Mi corazón palpita más rápido que antes. Pienso con claridad por un segundo y lo empujo apartándolo de mí. Mi respiración era irregular, odiaba que él me hiciera sentir así, tan vulnerable. Él, por otra parte, me mira confundido, sin saber que acabo de hacer y el porqué de empujarlo. No podía y menos ahora, sabiendo que él estaba bastante ebrio y que no recordaría nada. Aclaro mi garganta y él ya no me está mirando, tiene la mirada perdida en algún punto de la habitación.
-Será mejor que vayas a dormir. No estás pensando con claridad ahora, mañana será otro día.-Dice mi cabeza con sensatez y calmando mi respiración.-Descansa, Bonatti.
Salgo de la habitación como alma que persigue al diablo y me apoyo en la pared, aun con la respiración agitada y el corazón desembocado. Dios mío, me va a matar. Bajo a la planta de abajo y paseo por la estancia intentando calmarme. Luca Bonatti es una tentación, pero quizás sea una tentación bastante peligrosa. Y él era el lobo, y yo caperucita. Él me quería cazar para después devorarme entera.
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