...ANNE...
Me miré en el espejo por última vez. Me venía grande el chándal entero. Era de esperar. Obté por dejarme solo la sudadera ya que me llegaba por encima de las rodillas. Y el pelo lo recogí en una cola de caballo alta. Solté un par de mechones de pelos y estaba perfecto. Sonreí hacía el espejo. Tú puedes, Anne. Has aguantado a hombres muchísimo peores que él. Necesitas ese maldito dinero para ayudar a mamá. Sólo es un año, cuando termine el año seremos libre de nuevo. Y quizás ya ni debas usar la plataforma de "Novia por alquiler". Sonreí tristemente y me dirigí hacia afuera de la habitación. Me quedé mirando el largo pasillo durante unos instantes. Eché a andar y me sumergí en ver la decoración tan bonita que había en el lugar. Tan acogedor. De pronto sentí unas voces al doblar la esquina. Me escondí detrás de la pared y escuché que eran ellos. Su padre junto a Luca.
-¿Entonces la amas, hijo? ¿Tanto como para casarte con ella?
Me llevé la mano al pecho afligida. Sabía que él no me amaba ni yo a él. Para mí desde niña el matrimonio era la unión de un amor tan puro y verdadero. Quizás la Anne de 10 años lloraría por las tonterías que estoy cometiendo. Y por no tener valores. Y lo sentía demasiado. Recuerdo que leía cuentos de princesas con finales felices. Y que yo anhelaba uno así para mí. Que alguien me quisiera tal y como soy. Sin importar de la familia que vengo ni de cuánto dinero tenga en el banco o en efectivo. Pero aquí eso importa, y demasiado. Si no tienes dinero, no eres nadie. Mandan sobre ti y tus decisiones.
-Sí la amo. Cómo ya te dije llevamos bastante tiempo juntos.-Responde él tranquilamente.
No puedo ver la cara de su padre, pero supongo que por el silencio estará meditando sus palabras. En saber si creer a su hijo o no.
-La verdad es que me has sorprendido bastante. No creía que este era tu prototipo de mujer.-Comenta su padre.-No lo digo a malas. Se ve una buena mujer. Sólo que siempre has estado con otras mucho más diferentes...-Dice casi ido el padre.
Cierro los ojos por un momento y deseo abandonar la estancia para no escuchar más.
-La simpleza me gusta, padre. A veces las mejores cosas vienen en frascos pequeños.
Siento como me da un vuelco el pecho al escucharle decir aquello. Me toco el lado del corazón con la mano y me digo mentalmente lo estúpida que soy. Sólo está actuando, no se va a fijar en mí. Ya me dijo los otros días que era un desastre y que evitara enamorar de él. Suspiro lentamente y vuelvo al camino en otra dirección. Veo un jarrón lleno de margaritas y me ilusiono por un momento para acercarme. ¿Se enterará alguien si robo una? De seguro tienen demasiadas. Cojo una margarita y corto el tallo. Me lo coloco detrás de la oreja en el pelo. Y sonrió satisfecha. Una vez que sigo el recorrido veo a su madre en la cocina preparando algo de comer y me acerco a la señora Sara.
Saludo débilmente con la mano y ella me da una sonrisa de alegría al verme.
-Tesoro, estoy preparando yo misma la cena. Me encantaría que probaras mi comida. Todo el mundo se enamora.-Dice riéndose levemente mientras sujeta con la otra mano el cucharón.
No puedo evitar reírme de lo graciosa que se le ve y animada.
-¿Le ayudo señora?-Pregunto amablemente.
Ella asiente enérgica.
-Sí, si puedes. Podrías poner la mesa mientras termino con el guiso y la carne.-Me comenta dándome una rápida mirada y señalando donde están las cosas.
Empiezo a colocar la mesa mientras tarareo mi canción favorita. Pero cuando voy a dejar el último cuchillo me lo clavo un poco el dedo.
Suelto maldiciones por lo bajo para evitar que me escuchen. Me miro el dedo y una fina capa de sangre lo está cubriendo. Escuece como la mierda. Empiezo a maldecir otra vez mientras miro para los lados, y así evito seguir dejándome en verguenza. Voy a girarme pero lo veo. Está enfrente de mí mirándome atentamente y curioso. Pasa a mi dedo lleno de sangre y frunce el ceño levemente. Veo que se va a acercar un poco más a mí, por lo cual me echó hacia atrás un poco. Se acerca del todo, quitando la distancia entre nosotros y me coge la mano con suma delicadeza. Me observa el dedo y yo me pongo las nerviosa. ¿Qué está haciendo?
Tira de mí hacia un baño que había a la derecha que no sabía. Y una vez ahí empieza a buscar en el armario pequeño cosas para curar la pequeña herida.
-Extiende tu dedo.
Lo miro avergonzada y lo extiendo. Echa el líquido en el dedo y no puedo parar de decir cosas.
-¡Me cago en todos los pitos diose..!-Corto a medias ya que él me mira de mala manera.
Debería cortarme la lengua. Y no ser tan brusca al hablar con él, quizás el no está acostumbrado a usar malas palabras y yo sí.
Cierro los ojos por el dolor y me muerdo el labio para evitar soltar más maldiciones.
Pasan unos minutos y ya no me duele. Siento como se aparta de mí, así que decido abrir los ojos y el me observa expectante.
-Gracias.-Digo en un suspiro mirándome el dedo.
Me lo había curado y vendado. Para evitar que saliera más sangre del pequeño corte.
Se cruza de brazos y se apoya en el marco de la puerta.
-¿Cómo has podido cortarte con ese cuchillo? Si a veces ni corta la maldita carne.
Ya veía yo raro que se haya preocupado por mí. Vuelvo a mi mal humor del tirón. Y adopto la misma pose que él. No me voy a dejar intimidar. No por un troglodita como él. No, señor.
-Lo cogí mal y me lo clave. ¿No lo ves?-Digo enseñándole el dedo ya curado.
-Eres un maldito desastre.-Dice suspirando y evitando mirarme.-Esto no va a funcionar por ningún lado.-Comenta más para él que para mí.
Ruedo los ojos molesta ante su negatividad y le doy una palmada en el hombro.
Él mira de mala manera y sin ganas.
-Claro que va a funcionar, tú solo sígueme el rollo.-Suelto mientras lo hago a un lado y paso para ir a donde estaba antes.
Veo a Sara buscándome preocupada y a su marido sentado en la mesa esperándonos.
-¡Oh, cielos!-Exclama Sara al verme.-¿Qué te ha pasado, cariño?-Dice preocupada mirándome el vendaje del dedo. Suelto una risa nerviosa y le resto importancia.
-Tranquila, señora. Estoy bien. Me he cortado el dedo un poco sin querer.-Digo tranquilizandola.
Ella se pone la mano en la cabeza inquieta mientras me mira de nuevo y después a alguien detrás de mí. Sé quién es, pero no pienso girarme.
-¿No necesitas ir a ver un doctor o algo?-Pregunta Alessandro preocupado. Niego con la cabeza y le sonrio.
-Ya si hijo se puso de doctor y me curó el dedo.-Digo con una sonrisa de oreja a oreja. Escucho como su madre suspira relajadamente y mira a su hijo orgullosa y su padre casi igual.
Luca se pone a mi lado.
-Bien, entonces todos a cenar.-Exclama Sara con alegría.
Cojo asiento enfrente de Luca y al lado de Sara.
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