...ANNE...
Tira de mi con fuerza hacia el coche. Intento patalear y le maldigo un millón de veces a este hombre. Y por haber firmado ese estúpido contrato. Me tira dentro de los asientos de atrás y cierra la puerta. Miro de reojo como se monta en el coche y seguimos la dirección a la casa. Una vez que llegamos se abre el gran portón y deja ver una mansión preciosa. Con un gran jardín. Estaba en mi mundo hasta que veo como le empieza a dar puñetazos sin parar al volante. No para de temblar. Intento tocar su hombro para intentar tranquilizarlo pero no sirve de nada. Se ha bajado a toda prisa hacia la casa. Bajo detrás de él y intento seguirlo. Gira a la derecha y se mete en una habitación y yo me meto dentro con él. Esta de espaldas a mí, no puedo verle la cara. Pero si como si cuerpo se sacude fuertemente y como su respiración se hace cada vez más pesada. Me acerco lentamente a él, hasta llegar detrás de él y que un pequeño espacio nos separe. Huelo el rico aroma de su perfume varonil. Toco su traje por detrás y esta mojado. Con sumo cuidado voy subiendo los dedos hasta llegar a su hombro. Pero no llego. Me coge de la mano fuertemente y se da la vuelta. La vena de su cuello está hinchada, respira con dificultad y me está matando con una sola mirada.
Veo como ejerce más presión en mi brazo de lo normal y cierro los ojos nerviosa. Suelto un lloriqueo de dolor y él me suelta de golpe.
Suspiro pesadamente y sin pensármelo dos veces lo cojo de la chaqueta y lo atraigo a mí. Envuelvo mis manos alrededor de su cintura y apoyo mi cabeza en su pecho.
Siento como el corazón se le dispara por un momento, y creo que me va a matar. Pero eso no pasa. Alguien interrumpe.
-¡Hijo mío! Siento molestaros, querida.-Saluda un hombre mayor desde la puerta. Me aparto de golpe de Luca y evito mirarlo.
-Papá. ¿Qué haces aquí?-Pregunta intentando calmar su respiración.
-Llegué ante, no podía esperar para conocer a tu futura mujer.-Dice el hombre acercándose a mí.
Me mira y me sonríe complaciente.
-Querida, soy tu futuro suegro. Alessandro.
Cojo cordialmente su mano y asiento con una sonrisa.
-Anne Jones, señor. Un gusto.
-Ay, querida. ¡El gusto es mío!- Comenta el señor alegre mientras entra y termina de saludar a su hijo. Me quedo parada por un segundo y me giro para mirarlo. Pero él ya me estaba mirando a mí. Poco después entra la mujer de Alessandro, una mujer muy dulce y se llama Sara. Me disculpo con ellos por decirle que iré a tomar un baño y ellos asienten. Voy buscando algún baño en toda la casa, hasta que al final encuentro uno en la última habitación. Es negra y blanca. Debe de ser la de él. Huele a él, a su perfume. Husmeo entre sus cosas para ver si hay algo de importancia. Pero no hay nada. Voy a la puerta de la habitación que hay un espacioso baño. Me quedo mirandolo atontada de lo grande que es.
-Esta es mi habitación.
Pego un salto del susto y me giro con el corazón en la mano.
-Disculpa, solo me quedado impresionada de lo grande y acogedora que es.-Digo avergonzada.
Él suspira y asiente. Se va hacía su armario y me coge un chándal blanco y me lo pasa.
-Duchate. Supongo que te quedará grande, pero hasta mañana no llegan tus cosas.
Asiento y veo como se gira para irse. Pero lo detengo cogiéndole la mano.
-¿Y si nos pillan la mentira?-Pregunto asustada.
Él me mira a los ojos y arquea la ceja.
-No lo harán, no pienses más en eso.
Asiento.
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