UNA SALIDA A CENAR

MIGUEL

Desde que me casé con Andrea he estado en un constante debate interno, cuando Vanessa estaba viva jamás la engañé, me casé joven con ella y muy enamorado. Tuvimos nuestros altibajos en la relación pero nunca dejamos de apoyarnos. Sufrimos mucho porque no podíamos tener hijos y cuando Elizabeth nació nuestra felicidad fue inmensa. Ella ya no está aquí. He guardado luto dos años, hasta hace tres meses aún lloraba por ella cuando la recordaba.

Ahora aparece en mi vida Andrea, una mujer diez años menor, una mujer que trabaja en mi empresa, una mujer que Elizabeth al verla me pidió que ella quiere que sea su mamá de crianza.

Ver el deseo de Andrea de ser madre y como sufrió cuando tuvo el aborto, me despertó ese deseo de protegerla y esa lucha interna que llevaba dentro durante estos meses, terminó. Por muy increíble que sea, me estoy enamorando de ella, cuando ella ya no quiere nada conmigo.

El matrimonio arreglado llegó a su fin después de que Andrea firmara en mi oficina. Se me ocurrió la grandiosa idea de que ella sea mi asistente para retenerla un poco más a mi lado.

Le di la orden que arreglará los documentos por orden alfabético, la verdad no necesito esos documentos en orden alfabético ni tampoco necesito una asistente. Ella se sentó en el sillón que estaba frente a mi escritorio y estaba concentrada ordenando, yo solo la observaba, ella es una mujer muy hermosa y muy llamativa. No puedo creer que a mi edad este viviendo y sintiendo este sentimiento otra vez.

Ella levantó la vista y nuestras miradas se conectaron. Me levanté de mi escritorio y me senté a su lado. Quería besarla pero me contuve. La invite a cenar pero se negó. Me levanté del sillón y regresé a mi escritorio.

— Terminé señor Miguel. Aquí están todos los documentos ordenados a como usted lo pidió.

— Está bien. ¿Puedes buscar la carpeta de Public's Shop? La necesito. Debe estar por aquel estante.

— Está bien.

Andrea se puso a buscar una carpeta que no existe. Necesitaba mantenerla entretenida.

Al cabo de dos horas.

— Señor Miguel, aquí no encuentro nada. Y es hora de almuerzo.

— Ve almorzar y cuando regreses busca bien que ahí debe de estar. Es una carpeta muy importante.

Andrea salió a almorzar.

Cuando ella regresó traía un café.

— ¿Usted no fue almorzar?

— No tengo tiempo para almorzar. Cuando llegué a la casa comeré algo.

— Le traje un café.

Me levanté de mi silla y me puse en frente de ella. Le tomé las manos.

— ¿Qué hace señor Miguel?

— Iniciemos de nuevo. Quiero conocerte y que me conozcas.

— ¿Cómo podría iniciar de nuevo si ya tenemos una historia?

Me acerqué, acaricié su mejilla y la besé. Tenía ganas de hacerlo. Ella aceptó mi beso.

— Andrea, me gustas. No miento con esto.

La abracé.

— Se que todo lo que acabas de vivir es reciente y tal ves impulsada por ese dolor es que no quieres nada conmigo.

— Tengo miedo a enamorarme de usted y vivir una pesadilla. Con la perdida del bebé es suficiente dolor para mí.

— Quiero borrar todos tus malos recuerdos.

— No creo que pueda. Dylan hizo mi vida un infierno.

Ella se apartó de mi abrazo.

— Seamos realistas señor Miguel.

Me acerqué de nuevo y la abracé.

— Lo soy. Salgamos a cenar el sábado.

Ella se mordió sus labios y su cara mostraba un poco de confusión.

— Está bien— suspiró.

— Yo pasó por ti. ¿Dime dónde vives?

Ella me dijo donde estaba su departamento.

La semana de trabajo fue igual que todo estos días. Ella llegaba, la ponía hacer cosas que normalmente yo hacía, buscar algún papel, archivar,etc.

De vez en cuando me acercaba a ella, le tomaba sus manos y le daba algún beso. Ella permitía ese acercamiento.

Llegó el día sábado, fui a su departamento. Llevé un ramos de rosas y una botella de vino. Toqué el timbre. Ella abrió.

— Aún no estoy lista. Usted vino antes.

— Puedo esperar. Te traje rosas y una botella de vino.

—¿Vino? Bueno, gracias pero no tomo. Lo voy a guardar.

— Es un regalo. Si quieres podemos tomarnos una copa antes de irnos.

— ¿Usted quiere una copa?

— Andrea te pido que no me trates de usted o señor Miguel. Dime Miguel.

— Está bien.

Esperé media hora en el departamento de Andrea. Es un lugar pequeño pero cálido.

Llegamos al restaurante. Ella vestía un vestido azul oscuro que realzaba su figura.

Cenamos. Ya cuando nos íbamos se acercó un amigo a saludarme.

— Hola Miguel. Es un milagro encontrarte aquí.

Mi amigo posó su mirada curiosa en Andrea.

— Presentame a tu amiga.

Andrea se veía incomoda.

— Ella es Andrea.

— Andrea él mi amigo Luis.

— Gusto en conocerte Andrea— posó su mirada coqueta.

— Luis sin coqueteo. Ella es mi novia.

Andrea subió una ceja.

Luis se retiró.

— Miguel no digas que soy tu novia porque eso no es así.

— Lo dije porque te miró con una mirada que no me gustó.

— Nos vamos Miguel.

Salimos del restaurante. La llevé a su departamento.

— Antes de irme quiero tomarme una copa de vino del que te traje.

Entramos. Me senté y ella me sirvió una copa.

— Acompañame a tomar solo una.

— Es que no tomo.

— Solo una. Te lo pido.

Ella se sirvió una copa. Se la tomó de una sola vez.

— Andrea, así no. Es de a poco.

Ella cerró los ojos.

— Me golpeó el cerebro— dijo con risa— Pensé que tendría un sabor feo pero es dulce.

Ella se sirvió otra copa.

— Andrea te vas a emborrachar. Ya no tomes más solo era una copita.

— Tranquilo. Es dulce no creo que me vaya a emborrachar.

— A veces las cosas dulces tienen una fuerte reacción.

No podía retirarme de su casa cuando ella no dejaba de beber. Y consideré mi regalo como un mal regalo.

— Andrea me voy.

Ella se puso de pie y cayó sentada de nuevo al sofá.

— Me siento mareada.

— Te dije que no bebieras de una sola vez. Te voy a llevar a tu cama y luego me voy.

La cargué en mis brazos y la llevé a su cama. Ella tiró de mi corbata hacia ella.

Mordió sus labios. Siempre que hacía eso de morder sus labios me daban ganas de besarla.

— Quédate conmigo esta noche.

— Pero estás borracha y no quiero que pienses que me aprovecho de ti.

Andrea me besó. Me jaló a la cama.

— Quédate. Quiero que me hagas el amor.

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