BODA CERATO-MONDRAGÓN

MIGUEL

Vanessa finalmente se convenció de casarse conmigo. No puedo negar que me enamoré de Vanessa casi a lo inmediato y creo que con ella ocurrió lo mismo.

Nuestros padres estaban que brincaban de la felicidad porque su sueño se les hacía una realidad.

La boda se llevó acabo tan glamurosa y con tantos invitados. Nuestros padres no escatimaron gastos, habían invitado a media ciudad y los medios de comunicación estaban presentes.

Esperaba a Vanessa en el altar. Ella entraba tan bella, con tanto glamour, con tanta perfección.

Dimos el tan esperado si por todos.

Al año de habernos casado nuestros padres nos cedieron la empresa. Yo asumí el rol de CEO y Vanessa de relacionista pública.

Cada día, cada momento de nuestra vida marchaba tranquila hasta que quisimos ser padres, tener nuestra familia. Vanessa con 25 años y yo con 26 años, a esa edad experimentamos ansiedad y tristeza por no poder ser padres. Olvidamos el tema de hijos y nos dedicamos al trabajo y a realizar viajes cortos conociendo diferentes lugares donde la naturaleza estuviera presente.

El tiempo transcurrió rápido. Vanessa comenzó a sentirse mal, vomitaba y se mareaba casi todos los días. Decidimos ir al médico. Quién nos dio la maravillosa sorpresa que estábamos en espera de un bebé, en nuestro caso de una bebé.

— No lo puedo creer— Vanessa lloraba como una niña.

Mi felicidad era completa. Llevaba años pidiéndole a Dios un milagro.

Vanessa tenía que cuidarse. Así que por decisión de ambos, ella se iba a quedar en casa.

El momento llegó. Nació nuestra bebé Elizabeth, una niña hermosa.

Vanessa quedó agotada después de varias horas de parto.

— Gracias mi bella dama por darme este regalo y el privilegio de ser padre. Tú eres mi vida entera. Te amo.

— Miguel Cerato Te amo.

Le dieron de alta a las dos mujeres mas importante de mi vida, Vanessa y Elizabeth.

Vanessa quería asumir la maternidad completamente el primer año de Elizabeth y después de ese año regresaría al trabajo.

En el momento que Vanessa regresó al trabajo buscamos una niñera para Elizabeth.

Se puede pedir a Dios algo más, no. Tenía una familia amorosa, una esposa que daba todo por su familia, una hija que es un regalo, una empresa que le iba bien financieramente.

Elizabeth estaba a dias de cumplir sus dos años y Vanessa quería hacerle una pequeña celebración. Así que se movía de un lado a otro buscando ella algunas cosas.

Estando en el trabajo recibí una llamada de Vanessa.

— Buenas tardes señor— la voz de un hombre llamaba del celular de mi esposa.

— ¿Quién habla?

— La señora Vanessa Mondragón acaba de tener un accidente. Y lamento decirle esto, mientras la trasladaban al hospital San Benito, ella falleció.

No puedo comprender que está diciendo este señor. Mis piernas aflojaron. Mi corazón empezó a bombardear sangre como loco. Sentía una desesperación acompañada de lágrimas.

Tartamudee.

— ¿Qué acaba de decir? Es una broma de muy mal gusto.

— Señor, venga al hospital—El hombre colgó.

Caí de rodilla al piso. Hasta hace poco agradecía por todo lo bueno que he recibido y hoy Vanessa es arrebatada de mi lado.

Ella solo tiene 34 años, tenía un futuro brillante, era una madre ejemplar, una esposa cariñosa, era una hija que adoraba a sus padres.

Salí de mi oficina con lágrimas. No sé si mis empleados notaron o no, pero sentía como que me quitaban la vida.

Llegué al hospital. Llamé a los padres de Vanessa.

Vanessa está en una sala donde están las personas recién fallecidas. Le quité la sábana blanca que cubría su cuerpo. Me cayó un balde de agua fría al ver su cara llena de sangre.

— Vanessa, mi vida. Esto no es real. Levántate de ahí. Elizabeth te espera en casa, yo te amo, abre esos ojos. No puede pasarme esto.

— Señor— me habló una enfermera— Venga un momento por acá. Necesita calmarse.

— Me pide que me calme. No ves que mi esposa está ahí. No ves que mi mujer está en esa cama.

Entraron los papás de Vanessa. La mamá incontrolable gritaba y el padre la abrazaba con fuerza. En un momento de ver tanto dolor y sentir tanto dolor, quedé ahí quieto, las lágrimas dejaron de salir.

Tenía que ser fuerte por mi hija. Así que recobré la postura. Salí de esa sala y completé el papeleo.

No podía creer que Vanessa estaba en ese ataúd. Ver cómo caían las paladas de tierra en el ataúd me dolía y desde mi ser le dije adiós a mi gran amor.

Llegué a casa, abracé a Elizabeth. Ella preguntaba por su mamá.

— Mamá. Mamá está en un viaje hacia el cielo.

— El cielo.

Le dejé a la niñera, María, el cuido de Elizabeth. Fui a mi cuarto a llorar. Golpee la pared hasta que de mis puños salían sangre. Sentir está maldita impotencia me ponía enojado. Era una mezcla de emociones que juro que no podía controlarla.

Estuve en mi cuarto una semana sin comer ni beber nada, eso incluía no ver a mi hija.

— Abre la puerta hijo— la voz de mi madre.

Me levanté y abrí la puerta.

— Hijo— traía en sus brazos a Elizabeth— Ella te necesita. Así que ya es suficiente de estar encerrado. Es duro lo que te voy a decir pero la vida continua. Así que, levantate de esa cama, afeitate la barba y atiende a tu hija, ahora está sin mamá y sin papá.

Esas palabras me llegaron al corazon. Ya es hora de asumir mi rol de adulto. Debo de aceptar que Vanessa ya no está y que Elizabeth solo me tiene a mi.

— Tienes razón madre. La vida continua. Me voy a bañar y pronto bajo.

Me metí al baño. Me afeité. Me di una larga ducha. Prometí no llorar más y enterrar a Vanessa en mi mente y en mi corazón.

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Comments

Marta Bedetti

Marta Bedetti

hay qué seguir...

2023-10-14

4

Lorena Larios

Lorena Larios

la vida continua y hay que seguir viviendo

2023-10-13

0

Elizabeth Moreno

Elizabeth Moreno

que duro y que fuerte tener que levantarte por tu hija

2023-10-01

1

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