DESDE LEJOS

ANDREA

Han pasado dos años desde que la esposa del CEO falleció. La empresa ha tornado gris y siempre hay un ambiente tenso. El CEO que era un jefe tranquilo, sonriente, alegre y muy comprensivo se ha vuelto triste, frío y poco empático. Era un completo dolor de cabeza cada vez que a él no le parecía algo. Ese respeto que se había ganado entre sus empleados, lo ha perdido. Cada cuando que se acerca el aniversario de la muerte de su esposa, esa semana se desaparece por completo.

No sé si siento pena por el señor Miguel pero ha de ser doloroso perder a una persona que realmente ama.

Un sábado salí a dar un paseo por un parque a esos de las 4 de la tarde. Llegué y me senté en una banqueta y empecé a contemplar mi alrededor. Cuando vi al señor Miguel con una niña más o menos de 4 años. Él estaba jugando con ella. La niña lo abrazaba y le daba besos en la mejilla. El señor Miguel sonreía, era tan diferente al CEO de la empresa.

No aparté mi mirada de ellos. Por un breve instante sentí celos y hablaba conmigo mismo, de que me hubiese gustado ser mamá.

Con Dylan nunca dejé de cuidarme, al principio porque no había terminado la carrera universitaria y después de su cambio no quise tener nada de él.

Yo se que cada mujer es diferente y es feliz de muchas maneras, algunas son felices con sus carreras, solteras, algunas otras son felices casadas y otras siendo madres. En esta etapa de mi vida a mis 27 años siento que algo me falta. Ver este parque con madres, padres con sus hijos me despertó esa ternura de ser mamá pero no quiero a ningún hombre a mi lado.

Se me ocurrió la grandiosa idea de buscar información sobre la inseminación para ser madre pero me surgió dudas sobre la genética del donador de esperma.

Me levanté de mi banqueta y caminé hacia él señor Miguel, lo iba a saludar al final, sería descortés de mi parte no saludarlo estando en el mismo sitio.

Sentí el jalón de mi brazo.

— ¿Andrea?

Esa voz tan familiar no me gustaba.

— Que casualidad que nos encontremos.

— No creo en las casualidades, siempre estoy encontrandote en todos lados. Esto me hace pensar que me vigilas, que me invades mi privacidad.

— No. Realmente es una casualidad.

— Okey. Entonces puedes soltar mi brazo que me lastimas.

— Ahora te fastidia que te toque.

— Dylan, Suéltame o voy a gritar.

Quise soltarme de una sola vez. Él me metió las uñas en mi brazo.

— ¿Por qué haces las cosas así Andrea? Te lastimé y no quise hacerlo.

— En la próxima te denuncio.

Dicho esto, di la media vuelta. Dylan empezó a seguirme. Mi brazo tenía sangre. Me detuve en seco.

— Ya no me sigas.

— No te sigo, simplemente voy en la misma dirección.

— Entonces puedes continuar. Vete— grité.

Ese grito llamó la atención del señor Miguel. Dylan me tenía un poco nerviosa.

— ¿Está bien Andrea?— preguntó el señor Miguel.

— ¿Este quién es? Te conoce— dijo Dylan.

— Miguel— quise mostrarme tan familiar con él para ahuyentar a Dylan— no estoy bien, éste señor me está molestando y me está poniendo nerviosa.

— ¿Este señor? No me digas que este tipo que es más viejo que tú es tu nuevo amante.

Me empecé a sentir un poco nerviosa. Miguel no apartó su mirada de mi como evaluando la situación.

— ¿Y que si soy mayor? Usted debe respetarla y no invadir su espacio. Creo que Andrea no lo quiere cerca. Asi que le voy a pedir que se vaya.

—¿Usted que es de ella? No me de órdenes.

— No Necesito ser algo de ella para ayudarla.

La hija de Miguel miraba a Dylan y empezaba a poner una carita de confusión.

— Mira Dylan, no quiero verte más.

— ¿Dylan? Estoy con la señorita en una cita y usted está molestando.

Dylan se retiró pero se notaba la molestia.

— Perdone jefe que haya presenciado esto. Mil disculpa. Ya no molesto, puede continuar su paseo con tranquilidad.

— Papá, ¿Ella es tu amiga? Es muy bonita.

— Ella trabaja en mi empresa.

La niña me tomó la mano. Realmente este gesto me asustó porque no lo esperaba.

— Me llamo Elizabeth y tengo cuatro años. Él es mi papá y es un papá muy guapo.

— Mucho gusto Elizabeth. Soy Andrea y tengo mucho más años que tú.

— Sabes que yo no tengo mamá y me gustaría tener mamá.

Estas palabras me llegaron al corazon. Levanté mi vista para ver el rostro del señor Miguel. Estaba sin palabras. El señor Miguel mostró una mirada muy triste. Creo que es normal que ella quiera tener esa figura materna.

— Elizabeth ya hemos hablado de esto, verdad. Dejemos que la señorita se vaya a su casa. Nosotros nos vamos también.

— Papá ella no te gusta. A mi me gusta. Es bonita.

— Pequeña Elizabeth, ha sido un gusto conocerte. Pero debes obedecer a papá. Yo me voy a mi casa. Nos vemos princesita.

— Nuevamente le pido disculpas señor Miguel por el incidente y a la vez agradecerle por ayudarme.

— Nos vemos el lunes Andrea.

Me retiré del parque. Llegué a mi casa. Me puse a recapitular todo lo sucedido en el parque. Me asomé a la ventana para ver si Dylan no me había seguido. Después de pasar un buen rato en la ventana, me fui a dar un baño, la cara del señor Miguel venía a mi cabeza y las palabras de la niña.

Salí del baño. Me acosté en mi cama, tomé mi celular, llamé a mi amiga y le conté la situación del parque.

— Dylan está loco, si te vuelve a molestar ve a la policía. Y con respecto a lo otro, no crees que es momento de que reinicies tu vida. No todos los hombres son iguales a Dylan.

— Mmmm no se.

— Una pregunta, ¿no te gusta tu jefe?

— ¿Y tu crees que él se fijará en mi? El venera el recuerdo de su esposa. Además, tiene una hija y tiene casi los 40 años.

— ¿Y qué? Tú no eres una niña.

— Ya dejemos de hablar de mi jefe. No quiero nada con nadie. Tengo hambre, te llamo después.

Colgué la llamada.

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