capítulo 16

Al día siguiente la emperatriz fue ejecutada en la plaza principal, pero para la sorpresa de todo mundo, de la mujer altiva, elegante y soberbia no quedaba nada. La noche antes de la ejecución las concubinas y la reina fueron a su celda y cada una la torturó por los años de maltrato que habían recibido de su parte. El príncipe por su lado no había ido a visitarla y aunque ella sobornó a uno de los guardias para que le enviara un recado a su hijo, este se negó a verla y eso fue lo que dejó a la mujer sin ganas de seguir luchando, toda su vida se la había dedicado a despejarle el camino a su hijo, ella solo buscaba que el fuera emperador y en estos momentos cuando necesitaba unas palabras de consuelo, su hijo le había dado la espalda y eso prácticamente la mató en vida, puesto que cuando llegaron las concubinas a torturarla ella prácticamente ni se quejó. Cuando los soldados la habían ido a buscar para llevarla a la plaza principal, se sorprendieron de ver a la mujer toda maltratada y herida, tenían una leve sospecha de quien pudo haberle causado esas heridas, pero nadie dijo nada y solamente la llevaron a su amargo final. Cuando llegó a la plaza, toda la gente que por años le había servido estaba a la espera de su turno para ser ejecutados junto con ella, El mayordomo, sus doncellas, sus guardias, todo aquel que había ayudado en sus planes macabros estaba junto a ella para ser ejecutados. De pronto soledad levantó su vista y al ver al emperador en el palco junto con todas sus esposas y sus dos hijos, sonrió con amargura. Su hijo por quien ella había cometido todas esas atrocidades, estaba allí al igual que todos los que querían ver su fin. Sin importarle nada miró a su hijo directamente a los ojos y con una sonrisa espero a que el verdugo cortara su cabeza. Fue allí donde todo terminó para esa infame mujer que una vez destruyo a la familia imperial, pero que de igual manera mucho no pudo disfrutar su gloria, puesto que pronto todo se desvaneció por la guerra.

Leonor al ver la cara de la emperatriz miró a su hermano, quien luego volteo a verla con los ojos inyectados en odio, pero luego le regalo una cálida sonrisa. Esa fue la clara declaración de guerra entre ambos y aunque sabía que esto solo tenía un final esperaba que al no estar la emperatriz, él cambiará, pero al verlo se dio cuenta de que ya no había marcha atrás.

El emperador miró a su hijo con pena pero antes de que nadie pudiera decir nada el príncipe marchó y las ejecuciones siguieron...

***

Los días siguientes el emperador tuvo una reunión con el príncipe de Zenda y se disculpó por haberlo tratado mal mientras que su hija estaba. Mauricio por su parte no quiso darle relevancia al tema, puesto que podía ver cuanto estaba odiando el admitir su error frente a él, luego de eso ambos discutieron sobre cómo y donde se llevaría la reunión para el tratado de paz mediante este matrimonio.

Aunque Maximus no estaba del todo convencido de esto y mucho menos sabiendo que su hija no lo hacía por amor. Decidió crear un tratado y un acuerdo matrimonial muy bien estructurado que solo iba a dar a conocer en el momento justo.

Ese mismo día, Leonor junto con Maribel fueron llamadas por el emperador quien ya las esperaba en la entrada del palacio para así partir a las fronteras. La única que no sabía de este encuentro era su hija, puesto que la reina ya estaba enterada de que hoy por fin cerrarían el trato y luego lo harían oficial con una fiesta de compromiso.

De camino a las fronteras el emperador dijo.

– Hija aún estás a tiempo de cambiar de opinión

– Padre... ¿Quiere que le vuelva a tratar como antes? Respete mis decisiones o me veré en la obligación de volver a tomar mi distancia con usted...

– Leonor...

El emperador frunció su rostro u no dijo nada más, la reina por su parte solo reprochó con la mirada a su hija y está solo sonrió. Le encantaba hacerlo rabiar y más porque veía que su padre de verdad quería arreglar su relación con ella.

Al llegar a las fronteras el emperador vio a un enorme ejército de Zenda acampando casi en los límites de su imperio y esto fue algo que no le gustó.

–Creo que a tu prometido se le olvidó decir que tenía a medio ejército de Zenda acampando en los límites de Atenea.

– ¿Qué sucede padre? ¿Tienes miedo?

– Por supuesto que no.

– Me alegra que así sea, de igual manera no te preocupes, si algo malo me pasa o si el príncipe hace algo para herirme su imperio caerá y en ese caso Atenea podrá quedarse con todo lo que posee su enemigo.

El emperador sonrió y la reina dijo.

– Aun así eso significaría perderte o que te lastimaran y eso no justifica tu sufrimiento.

El emperador se volvió a poner serio y dijo.

– Sí, eso, tu madre tiene razón.

Nadie dijo nada más, puesto que la reina era muy enojona sobre estos temas y ni Leonor, ni Maximus tenían el valor para hacerla enojar. Pronto llegaron al campamento donde se encontraban el príncipe y los emperadores esperando por ellos y ni bien bajaron el carruaje el ambiente se tensó.

Mauricio al ver esto se acercó a Leonor y extendiendo su brazo para que ella lo tomara camino hacia la entrada de la tienda donde tenían una cena preparada para todos y al ver que sus padres no los seguía Leonor y el príncipe voltearon para decir.

– <<¿No nos acompañan?>>

La emperatriz y la reina miraron a sus esposos mal por su comportamiento tan infantil y contestaron.

– Por supuesto cielo. Vamos Maximus.

El emperador solo asintió y luego Silvia tomando el brazo de su esposo lo jalo para luego decir.

– Ariel compórtate por favor.

– Claro cariño.

Dijo suavizando su voz e ingresando detrás de los padres de Leonor...

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