cap. 5

En el palacio del príncipe heredero, David aún dormía, acompañado por dos damas de compañía, cuando la emperatriz irrumpió en su habitación. Al ver la escena, golpeó la puerta con fuerza, despertando de golpe a las tres personas que yacían desnudas en la cama.

Sin darles tiempo de reaccionar, ordenó:

—Ustedes dos, ¡fuera!

Las mujeres tomaron sus ropas apresuradamente y huyeron de la habitación. David, frunciendo el ceño, comenzó a vestirse mientras decía:

—¿Madre? ¿Qué significa esto? Ya no puedes entrar así en mi habitación, no soy un niño...

—¡Cállate! —lo interrumpió ella, fulminándolo con la mirada—. Por cosas como esta los nobles están en tu contra. Han empezado a apoyar a tu hermana. Tu padre está considerando cambiar de heredero.

David detuvo sus movimientos, atónito.

—¿Qué has dicho? ¡No, él no puede...!

—Sí puede —sentenció la emperatriz—. ¿O acaso olvidas que en este imperio no importa el género del heredero? Solo importan sus habilidades y aptitudes.

—Esto es... —balbuceó David, pálido—. Madre, ¿qué haremos? ¡Padre no puede hacerme esto!

—¿Ahora sí te importa? Muchas veces te lo advertí. Pero tranquilo, ya tengo un plan. Solo debes hacer exactamente lo que yo diga. No permitiré que esa perra te robe lo que por derecho te pertenece.

David asintió, atento, mientras su madre le revelaba su plan.

***

En los días siguientes, Leonor comenzó a investigar sobre el príncipe heredero de Zenda, un imperio con el que su hermano había iniciado una guerra poco después de su partida. Se enteró de ello gracias al viejo asqueroso que tenía como esposo, quien, frustrado por las pérdidas económicas que la guerra había causado en sus negocios, descargaba su ira en ella.

Leonor no se quedaría de brazos cruzados. Si su padre y la emperatriz presionaban para casarla, elegiría a alguien que no beneficiara en absoluto a su hermano. Mejor aún: usaría su matrimonio como una alianza para tomar el poder.

Sin perder tiempo, tomó papel, pluma y tinta, y escribió una carta invitando al príncipe de Zenda a su fiesta de mayoría de edad. Esperaba despertar su curiosidad y atraerlo a su lado.

***

Las semanas volaron. Finalmente, el día de su fiesta llegó. La reina se había encargado de cada detalle, y mientras veía a las doncellas terminar de alistar a su hija, sonrió emocionada.

—Cariño, te ves preciosa.

Leonor sonrió ante el entusiasmo de su madre. Aunque todo aquello le parecía un fastidio, no podía ser desagradecida con la mujer que había hecho tanto por ella.

—Gracias, madre. Por todo.

La reina la abrazó con ternura.

—No es nada, cariño. Vamos, tu padre nos espera abajo.

Leonor asintió y juntas bajaron las escaleras, donde el emperador Maximus las aguardaba. Al verla, sonrió con orgullo.

—Leonor, estás preciosa.

—Gracias, Majestad.

Antes de que pudiera agregar algo más, Maribel intervino:

—Vamos, es momento de ir al salón principal.

Maximus asintió y, ofreciendo sus brazos, condujo a la reina y a su hija.

En el salón principal, todos los invitados esperaban. La emperatriz, ansiosa, no podía disimular su emoción: hoy, por fin, se libraría de Leonor.

Cuando se anunciaron sus entradas, todos voltearon a ver a la princesa, radiante en su vestido. La música comenzó, y el emperador llevó a su hija a abrir el baile.

Mientras danzaban, Maximus le susurró:

—Quiero que sepas que no te obligaré a nada que no quieras. Ya hablé con la emperatriz: no se meterá en tus asuntos...

—No se preocupe, Majestad. —Leonor sonrió con una frialdad cortante—. Tal vez hoy mismo busque un prometido, para que nadie tenga que preocuparse más por mí.

Maximus frunció el ceño.

—No estás obligada a hacer nada, Leonor...

—Tranquilo, Majestad. Sé cuál es mi lugar.

Antes de que Maximus pudiera replicar, David se acercó.

—Padre, permítame bailar con mi hermana.

Leonor se inclinó, aceptando, y sin esperar la respuesta de su padre, tomó la posición de baile junto a su hermano. Maximus regresó a su trono, furioso, dirigiendo una mirada asesina a la emperatriz.

Mientras bailaban, David murmuró:

—Veo que muchos hombres han venido hoy para captar tu atención.

—Eso parece.

—Espero que sepas elegir bien. Recuerda que tu deber es buscar aliados para mi futuro mandato.

Leonor sonrió con inocencia, aunque sus ojos destilaban burla.

—Antes de preocuparte por un futuro incierto, deberías mejorar tu relación con los nobles. Sé que no están contentos contigo. Tal vez esta noche busque apoyo... para mi propio futuro como emperatriz.

David enrojeció de furia.

—No te conviene ir en mi contra...

—¿Por qué no? Eres un niño de mami. Y aun siendo hombre y primogénito, los nobles prefieren apoyarme a mí. ¿Te imaginas qué pasaría si en serio me propusiera arrebatarte el trono?

David apretó los puños con rabia, apenas controlándose.

En ese momento, un hombre se acercó.

—¿Alteza, me permite bailar con la princesa?

David sonrió al ver al hombre. Leonor, en cambio, palideció al reconocerlo. Era el mismo hombre que había destruido su vida, el mismo a quien había buscado en vano desde su regreso.

Intentó marcharse.

—Lo siento, estoy cansada.

Pero el hombre la sujetó con fuerza de la muñeca.

—Princesa, es descortés dejar a un caballero plantado en medio de la pista.

Leonor tembló. Los recuerdos de su dolor volvieron como una oleada. Estaba a punto de empujarlo cuando una voz firme y autoritaria resonó:

—¡Suéltela! La princesa dijo que estaba cansada.

Leonor alzó la vista y vio a su salvador...

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Comments

Atenea

Atenea

ya llegó nuestro héroe y el galán que todas esperábamos

2025-05-05

0

Mary Montilla

Mary Montilla

Que bien que llegó el galán 👍🏻😜🤗😍😘

2023-11-18

6

Maritza Valecillos

Maritza Valecillos

x favor q no la.violen

2023-07-23

0

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