Capítulo XII

Escasos centímetros separaban a Nicolás de Helena.

Era casi una fuerza sobre humana, la que empleaba Nicolás, para detener sus ganas de besar a Helena.

—Helena—Sesenta millones es que lo valen las acciones y las tierras qué tu hermano dejo para mí. ¡Lo tomas o lo dejas Nicolás!.

Exclamó Helena con enojo, sin titubear. Aunque por dentro sentía temblar, ¿sería la importancia que ocasionaba Nicolás en ella?.

Nicolás no le tomo importancia a sus palabras, su cabeza pedía a gritos una sola cosa.

Solo una vez más.

Helena se paralizó, cuando vio su intención. ¿Debía detenerlo?.

Cerró los ojos en el momento que lo sintió llegar hasta su boca, su corazón se había detenido, como aquella vez.

Con un diminuto roce, Nicolás paso sus labios sobre los de Helena.

Ocho años atrás.

Nicolás se encontraba desnudo, sentado sobre la cama de Judith.

Luego de salir casi huyendo del albergue, Judith lo había llamado para verlo. Nicolás acepto ir a su encuentro.

Judith caminó hasta él, envuelta en una toalla, después de una corta ducha.

—Judith—¿Bebé?.

—Nicolás—¿Sí?.

Respondió este saliendo de su trance.

—Judith—Estás muy distante últimamente ¿Qué es lo que te pasa?.

—Nicolás—Nada.

Nicolás intentó sonreír.

—Judith—¿Estás seguro?. Este encuentro no fue como las otras veces.

Judith hizo un puchero, dejando en claro su falta de atención en el sexo.

—Nicolás—Solo estoy un poco agotado.

Dijo Nicolás, recargando su cabeza en el respaldo.

Judith asintió fingiendo comprender. Camino hasta el espejo y tomo su cepillo para el cabello.

—Judith—Florence me comento que piensas ayudarlas a con un evento de caridad. No crees que ya es suficiente con lo que ya has hecho por el lugar.

—Nicolás—El edificio necesita remodelaciones, además carecen de muchas cosas en el albergue.

—Judith—Tienes razón mi amor.

Era molesto para Judith fingir interés en ese detestable lugar. Pero era una buena manera de hacerle creer a Nicolás, qué era una mujer de corazón noble y desinteresado.

—Judith—Sí quieres yo puedo hacerme cargo de todo.

Dijo ella fingiendo una voz dulce. Después de todo no sería tan malo ser la anfitriona y comenzar a relacionarse con la crema innata de la sociedad.

—Nicolás—No hace falta. La qué hará todo el trabajo, será tu amiga Helena.

Judith no pudo evitar girar su rostro hacia Nicolás, con molestia.

—Judith—Pero Helena es la menos indicada para hacerse cargo de un evento tan importante, para el albergue.

—Nicolás—Eso lo dicidio Florence, no yo Judith.

—Judith—Florence, claro.

Judith habló un tanto fastidiada y apretó el mango del cepillo con molestia, mientras terminaba de alaciar su cabello.

—Nicolás—Te molesta que sea tu amiga quien se hago cargo.

Claro que le molestaba.

Judith dejó el cepillo sobre el peinador, camino hasta la cama y se subió sobre Nicolás.

—Judith—Solo temo que arruiné algo importante para Florence, es todo.

Nicolás la veía con duda.

—Nicolás—Aún no me has contado como estuvo tu fin de semana, con tus padres.

Judith se acostó en el pecho de Nicolás.

—Judith—Me fue maravilloso amor.

Ella esbozó una sonrisa, al recordar su fin de semana con Edwards.

—Judith—Mis padres te mandan saludos.

Dijo antes de besarlo.

Luego del beso, Nicolás se separó de Judith.

—Nicolás—Debo irme, aún tengo asuntos qué resolver en la empresa.

Judith hizo un puchero.

—Judith—Aún no quiero que te vayas. Quédate un rato más ¿Sí?.

Nicolás le sonrío.

—Nicolás—Te prometo que mañana paso por ti y vamos a comer juntos.

—Judith—Está bien.

Nicolás se levantó de la cama para vestirse.

—Judith—Te amo, Nicolás.

—Nicolás—También yo.

Respondió en automático. Dejo un pequeño beso en los labios de Judith y salió del departamento.

Después de unos minutos, unos golpes se escucharon en la puerta del apartamento de Judith. Con una enorme sonrisa ella abrió la puerta.

—Judith—Pensé que no vendrías.

Edwards sonrío y la beso con desespero, Judith se deshacía de la ropa de Edwards con rapidez. Él la tomó en el recibidor, Judith no paraba de gritar de placer.

Después de satisfacer su necesidad, Edwards se levantó del suelo con la intención de vestirse.

—Judith—¿Te vas?.

—Edwards—Creías que me iba a quedar.

—Judith—Sí, creí que pasaríamos la noche juntos.

—Edwards—Esas boberías déjaselas a Nicolás. A mí no me interesa ser un ridículo enamorado.

Judith se levantó del suelo y comenzó a recoger su ropa con molestia.

Que más podría esperar de un hombre, que se acuesta con la novia de su hermano.

—Edwards—Pero eso no significa que no me importes.

Edwards tomó de la bolsa de su pantalón, una cajita negra y se la entrego en la mano. Judith sonrío emocionada cuando la abrió.

—Judith— Me encanta mi amor.

Judith salto feliz a los brazos de Edwards y él la beso de nuevo, pero esta vez fue tierno. Judith bajo la guardia ante ese beso.

—Edwards—Te quiero.

Si alguien podía tener más labia qué ella, era Edwards Cox.

—Judith—También yo Edwards.

Esa mujer que creía tener en sus manos a los hermanos Cox, que reía feliz al pensar que tenía el mundo a sus pies, no era más que otra tonta ilusa.

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JERITSABELA

JERITSABELA

Una joyita el Edwards

2024-05-18

1

Saira Macias

Saira Macias

así parece

2024-05-16

1

Isabel Pech

Isabel Pech

ell lo mato

2024-05-09

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