Capítulo V

Helena se estacionó frente al albergue, donde había trabajado hace ocho años.

"HOPE" era el nombre de aquella institución.

Se bajo del auto y entró observando el lugar, con las donaciones que había hecho Edwards cada año, la institución había mejorado mucho.

—Florence—¿Helena?...

Grito Florence, desde los pasillos, cuando la vio pasar.

Helena sonrío y camino hasta donde estaba Florence.

—Florence—Oh, Helena, que gusto verte querida.

Florence le dio un abrazo cálido a Helena.

—Florence—Hace meses que no te veía.

—Helena—Me mantuve ocupada con varios asuntos.

Se justifico Helena.

—Florence—Entiendo, yo quería pedirte una disculpa, la última vez que nos vimos no tuve el mejor comportamiento.

—Helena—Olvidemos ese episodio, ya pasó mucho tiempo de eso.

—Florence—Bien, solo por que me lo pides. Pero ven, te llevaré a dar una vuelta por las instalaciones. Ahora contamos con la ayuda del gobierno, todas las mujeres de escasos recursos que desean superarse, no sólo obtendrán un apoyo económico para sus estudios, tembien obtendrán un trabajo en grandes empresas, en cuanto reciban su certificado de estudios.

—Helena—Es un buen logro para la institución.

—Florence—Sí. Bueno, el señor Cox se encargo de que tuvieramos ese beneficio.

Pronunció Florence con una mueca de desagrado.

—Helena—Me imagino que fue otra de sus grandes obras de caridad. Pero en fin, estoy aquí por que me gustaría hacer una donación y entre otras cosas, me gustaría hablar contigo de un asunto importante.

—Florance—Pasemos a mi oficina.

—Helena—Claro.

Helena siguió a Florance, hasta su oficina para tener privacidad.

—Florance—¿De cuánto sería la donación Helena?.

—Helena—Dos millones.

Florance abrió los ojos de par en par.

—Florence—Esa cantidad es excesiva. ¿Estás segura?.

—Helen—Sí.

—Florance—Supongo que Edwards Cox, te dejo una buena suma de dinero.

Helena asintió.

—Helena—Fui su única heredera.

—Florence—Es lo menos que ese hombre debía hacer por ti. Ahora dime ¿cuál es el otro asunto?.

—Helena—Necesito que guardes para mi una cantidad importante.

Florance se quedó en silencio por varios segundos, pues le parecía una petición extraña.

—Helena—Nicolás, el hermano de Edwards quiere impugnar el testamento y si gana, no quisiera quedar en la calle. Tu sabes que desde que me case con Edwards, dejé de ejercer mi carrera como abogada, vendí mi departamento y mis cosas. Dependía totalmente de mi esposo.

Le explicó Helena.

—Florance—Lo sé, aunque nunca entendí por qué. Siempre fuiste una muchacha independiente y muy trabajadora.

—Helena—Edwards era un hombre chapado a la antigua. Me convenció de que su deber como esposo era mantenerme.

—Florance—Y el tuyo, estar encerrada en la mansión como una esposa abnegada.

Añedio Florance.

—Florence—Te voy a ayudar. Sabes que siempre te he tenido aprecio.

—Helena—Lo sé, Florence. Por eso sé, que puedo confiar en ti.

Florance apretó la mano de Helena.

—Florance—Siempre querida. Por favor pasa con mi secretaria, ella te dará los papeles que debes de firmar, para hacer la donación legal.

Helana le sonrío a Florence y salió de la oficina.

Florence se quedó sentada en su silla, ensimismada.

Algo le decía que Helena no le estaba contando toda la verdad. Ha, casi podría jurar que la conocía como la palma de su mano.

Helena había trabajado para ella, en esa institución hace ocho años. Era una mujer muy vivaz, siempre amable, dulce y dispuesta a ayudar a los demás.

Era la mejor abogada de esa ciudad, tenía muchas ofertas de trabajo donde pudo haber tenido un excelente sueldo; sin embargo, Helena siempre las rechazaba, para ella era más importante defender a las mujeres que llegaban a la institución, aun cuando el sueldo que podía ofrecerle fuera muy bajo.

Conoció a Edwards Cox, justo en un evento de caridad para recaudar fondos para la institución. El hombre logró cautivarla con su caballerosidad y su lado humanitario. Fue ante los ojos de Helena el hombre perfecto.

Pero para Florance la fachada del hombre perfecto calló, cuando lo encontró en una discusión muy acalorada con Judith, una mujer que trabajaba también como abogada para su institución.

Lo más molesto para Florence, fue el sinismo de Judith, al presentarse al día siguiente en la boda de Helena, en su rol de buena amiga.

Helena regreso a la mansión Cox, la puerta fue abierta por el ama de llaves.

—Ama de llaves—El abogado Earl está en la sala de visita, señora Cox.

—Helena—Gracias.

Helena fue en busca de Earl.

—Helena—Abogado Earl, me da gusto verlo.

—Abogado Earl—El gusto es mío, señora Cox. He venido a hacerle entrega de los títulos de las propiedades, el código de la caja de seguridad y los documentos donde legalmente, es usted la dueña del treinta y cinco %, de las acciones en la empresa familiar.

Helena tomó los papeles.

—Abogado Earl—Mañana mismo podrá tomar el cargo de vicepresidencia, en la compañía Cox.

—Helena—La verdad, no deseo estar involucrada en la compañía Cox. Lo menos que quiero, es tener algún roce con Nicolás. Me gustaría que fuera usted, quien administrara mis acciones en la empresa.

—Abogado Earl—Para mí sería honor ayudarla señora Cox, pero usted está en todo su derecho de tomar el cargo de su esposo. Así lo quería el señor Cox, por algo la dejo como su heredera. Piénselo, por lo tanto, la espero mañana en la empresa, será presentada ante la junta directiva como la segunda accionista mayoritaria.

—Helena—Está bien, nos vemos mañana abogado.

El hombre le sonrío amable y se fue.

Helena soltó un suspiró largo y tendido.

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