Capítulo XIII

Ocho años atrás.

—Judith—Me encantó este regalo.

—Edwards—En ti se ve perfecto.

Judith miraba su brazalete de oro, qué hace unos minutos Edwards había colocado en su muñeca.

—Judith—Gracias mi amor.

Judith pasó la palma de su mano por el pecho desnudo de Edwards, él sonrío.

—Edwards—En dos días viajaré a New Jersey por tres semanas. Quiero que vengas conmigo.

Le exigió Edwards.

—Judith—Me encantaría, pero no puedo desaparecer muchos días.

Judith caminó hasta su habitación y abrió el primer cajón, de su peinador, dentro de el, tenía una caja mediana de madera.

—Edwards—Invéntate algo, eres muy buena para eso.

Edwards había caminado detrás de ella, con cierto enojo.

Judith abrió la caja, sus ojos brillaron, siempre brillaban cuando miraba su contenido. Pues en él estaban todos los regalos que Edwards y Nicolás le hacían, desde anillos, brazaletes, collares, etc.

—Judith—Pero ahora no es mejor momento.

—Edwards—Para nosotros siempre es buen momento, mi amor.

Edwards la volteo y la beso con ferocidad, como a Judith le enloquecía.

Judith podía sentir el corazón palpitar por aquel hombre. Edwards Cox era lo que ella deseaba, fuerte, apasionado, galante, un hombre maduro y centrado. Pero sobre todo millonario.

Pero su relación se basaba en una aventura, qué duraría el tiempo que Edwards Cox quisiera.

Después de otro fogoso encuentro, Edwards se vistió.

—Edwards—Espero que pienses en mi propuesta.

Dijo él, mientras Judith abotonaba su camisa.

—Judith—Veré que puedo hacer, no quiero ser demasiada obvia y que después Nicolás empiece a sospechar que tengo una aventura.

Edwards la tomó de la barbilla ejerciendo fuerza.

—Edwards—Pues sé creativa Judith.

Los ojos de Edwards parecían salirse de sus cuencas. Judith reaccionó rápido y beso la boca de Edwards.

—Judith—Lo haré mi amor.

Lo complació con esas palabras, pues sabía lo explosivo qué podía llegar a ser Edwards.

Helena estaba sentada frente al escritorio de Florence, tenía en sus manos algunos papeles de un nuevo caso, era una demanda por agresión física. Estaba inmersa en el caso, que no se percató qué alguien la admiraba desde la puerta, en silencio.

—Florence—Señor Cox. Que gusto verlo de nuevo.

Helena levantó la vista de inmediato.

—Nicolás—Buenas tardes Florence.

—Florence—Pacemos a la oficina.

Era inevitable, qué los ojos de Helena chocarán con los ojos fríos de Nicolás.

—Nicolás—Señorita Helena.

El hombre tenía una pose rígida y tensa.

—Helena—... Señor Cox.

Esta vez Helena no había sonreído como las otras veces. No obstante, su mirada estaba en los ojos de Nicolás.

—Nicolás—Vine únicamente para poner a su disposición a mi asistente. Él podrá ayudarle a la señorita Helena con la organización del evento.

—Helena—No creo necesario la ayuda de su asistente, pero de igual manera se lo agradezco, señor Cox.

Nicolás asintió.

—Florence—Quisiera aprovechar su visita para consultarle la cantidad de personas que asistirán al evento y los nombres.

—Nicolás—Mi asistente le entregará la lista.

—Florence—Por supuesto. A, otra cosa señor Cox. ¿Su invitación será para dos?. Imagino que asistirá al evento con alguna acompañante.

Helena no desvió la vista de Nicolás, pues estaba atenta, esperando a su respuesta.

Nicolás vaciló un poco, si bien Judith había querido ocultar su relación frente a Florence y Helena por "ética". Esa decisión le había causado molestia a Nicolás; sin embargo, Judith pudo convencerlo de aceptar, por el momento.

—Nicolás—La invitación será para dos, señora Florence.

Florence asintió con una sonrisa.

—Nicolás—Mi asistente vendrá a buscarla por la mañana. Que tengan buenas tardes, con su permiso.

Cuando Nicolás salió de la oficina de Florence, ella se atrevió a hablar.

—Florence—Con lo guapo que ese hombre, su pareja debe ser muy bella.

—Helena—Supongo que tienes razón.

Helena agachó la mirada hacia los papeles, qué estaban frente a ella.

Había algo, qué causó una cierta incomodidad en ella.

Judith había salido de viaje, había usado de pretexto la enfermedad de su madre.

Nicolás conducía su auto, a media noche en la ciudad. Había terminado tarde su trabajo en la compañía y no había tenido oportunidad de probar algún alimento, pensaba detenerse en algún restaurante y al mismo tiempo se deshacía de esa idea. Pues el bullicio de la gente le era insoportable, en muchas de las ocasiones, prefería cenar en silencio.

Judith era quien se encargaba de sacarlo de zona de confort, siempre exigía cenar en algún lugar ostentoso, donde se revoloteaban las personas de la alta clase social.

Detuvo su auto cuando en su vista, apareció la silueta de una mujer y no cualquier mujer, sino Helena.

Nicolás bajo del auto y se acercó a ella.

—Nicolás—Señorita Helena.

Helena levantó la vista hacia aquella mirada acerada.

—Helena—Señor Cox.

Nicolás bajo su vista hacia las bolsas que colgaban de las manos de Helena.

—Nicolás—Por favor déjeme ayudarle.

—Helena—Oh, no, está bien.

—Nicolás—Insisto.

Nicolás tomó las bolsas de las manos de Helena, un simple roce entre sus manos ocasionó una centella cargada de emoción. Y sin embargo, Nicolás fue lento en moverse, como si deseara alargar aquella sensación.

—Nicolás—... ¿Podría decirme a que lugar la acompaño?.

Pregunto Nicolás.

—Helena—Vivo a varias cuadras de aquí.

Nicolás caminó hasta su auto y dejo las bolsas de víveres en el asiento trasero, para después abrir la puerta del copiloto para Helena.

—Nicolás—Por favor.

Para Helena, Nicolás Cox era una extraña combinación, de un hombre con voz gélida, de mirada acerada y una formidable caballerosidad.

El edificio donde vivía Helena, estaba en un sector tranquilo.

Nicolás dejó las bolsas sobre la mesa.

—Helena—Gracias, señor Cox.

—Nicolás—No fue nada.

Nicolás se dio media vuelta para seguir su rumbo.

—Helena—Le gustaría acompañarme a cenar.

Nicolás se detuvo en seco y se giró para verla.

—Helena—No se sienta comprometido a aceptar, la invitación es solo para agradecer su ayuda.

Aclaro ella con prisa, antes de que Nicolás malinterpretara las cosas.

—Nicolás—Aceptaré con gusto, señorita Helena.

En los primeros minutos, el silencio en la cena no fue incómodo, Helena estaba acostumbrada y Nicolás lo disfrutaba.

—Nicolás—Espero que mi asistente esté siendo de mucha ayuda para usted.

Helena sonrío.

—Helena—Sí, es una persona muy eficiente, amable y también muy agradable.

Nicolás frunció su entrecejo con cierta molestia. "¿Agradable?", lógicamente él no le pagaba a su asistente para ser agradable, solo para hacerle más ligero el trabajo a Helena.

Helena puso más atención en el rostro de Nicolás, mientras él estaba absorto de todo.

—Helena—Le pagaré veinte dólares, por saber lo que piensa.

Inmediatamente, Nicolás se puso rígido.

—Nicolás—Gracias por la cena, señorita Helena.

Nicolás se levantó de su silla y camino hasta la puerta. Helena lo siguió.

—Helena—De nada, mi invitación siempre estará abierta para usted, señor Nicolás.

Helena sonrío, era una dulce y bella sonrisa. Él solo asintió y salió del departamento de Helena.

Al siguiente día, la rutina para Nicolás siguió igual, excepto por un pensamiento diminuto, qué vago por la cabeza de Nicolás.

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Comments

yenifer marquez la escritora ✨

yenifer marquez la escritora ✨

Una bonita historia

2024-05-26

0

Lesly Argumelo

Lesly Argumelo

me facina la trama

2024-04-21

2

💞💫♣💞

💞💫♣💞

El tonto no sospecha de la zuripanta de Judith 🤔🤔

2024-03-26

4

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