Mango
No es que estuviese seguro si funcionaria o no. Había buscado por días enteros, entre toda aquella maleza no comestible, llena de plantas y árboles que cubrieron el suelo por completo. No fue en vano, encontró lo que quería . . . hasta el sabor era igual.
Se dedico a recolectar un montón de manojos, después lo cocino en una sopa, mezclándolo con otros ingredientes igual de aromáticos para disminuir el aroma y darle mejor sabor.
Probó el primer bocado con una cuchara. No estaba mal. Ofreció a sus amigos la comida. Y para asegurarse que no lo tiraban resaltó cierta parte que beneficiaba a una mujer.
Vaciaron sus platos por completo y se prepararon para otras raciones más con tal de ser el primero ante ella.
El siguió saboreando su comida pero había algo en el fondo que le provocaba pesar. Dejó de lado ese sentimiento y busco otras formas de anti borrar a esos amigos.
No podía dejar que se enteraran de cuál era su propósito real, o esas miradas que le lanzaban, serían peores.
Bajo a un arroyo para asearse. Se sacó cada prenda con cuidado, llevándole un tiempo indefinido y se sentó sobre el agua. Tomo el jabón y se lo restrego con el afán de limpiarse correctamente.
Su paciencia fue puesta a prueba. Peleó con otra parte de su piel, la cual se le complicaba alcanzar, ni qué decir de su pelo, estuvo apunto de dejar un tramo cuajado de jabón.
La satisfacción cubrió sus facciones bonitas al haber completado una tarea tan sencilla que en este instante era de nivel imposible.
Se recostó sobre el pasto de la orilla, reposando su brazo fracturado al cual le había entrado un poco de dolor por tanto movimiento.
Miro su ropa con la misma mirada que le lanzaba la inmortal, en muchas ocasiones. Hasta el mendigo jabón se estaba acabando.
No porque estuviera en medio de este lugar alejado de la civilización no mantendría sus hábitos de limpieza, no es que quisiera oler siempre bien, por cierta persona que probablemente lo detectaba desde lejos.
Recordaba que una vez, su madre le había contado, sobre una planta que producia mucha espuma, y mostrado cómo era pero cierto detalle se le escapaba. ¿Era para lavar el cabello o para la ropa? ¿porqué había estado entretenido?
Siguió el borde del río, aún quedaba bastantes horas para el anochecer, aún podía encontrarla.
Camino buscando muy pegado al suelo, cuidando no ensuciar su ropa demás. No tomo en cuenta la distancia, solo siguió en su búsqueda, hasta toparse con unas enormes rocas que atravesaban parte del río.
Y para su buena y mala suerte lo encontró. Buena, porque podría limpiar su ropa o eso esperaba, y mala porque esa dichosa planta crecía en lo alto de esas piedras, de la cual descendía el río.
Se dijo que no estaba tan alto. Trepó con pasmosa lentitud cuidando el sobre jaloneó de su brazo herido, paso a paso entre la traicionera roca, y se asió a cada pequeño sobresaliente, para no caer.
Su mano se cerró sobre un manojo de hierbas y jalo para desenterrarlas por completo. Peleó un buen rato antes de conseguirlo, mientras el agua seguía mojando la roca.
Su triunfo le hizo perder el equilibrio de aquel resbaladizo lugar. Otra vez no. Últimamente no le iba bien. Cayó al desembocadero del río, que tampoco estaba hondo. El agua se había vuelto frío con el transcurrir de las horas, por lo que su cuerpo se enfrío.
Nado hacia la orilla, aún agarrando fuertemente la planta. No dejaba de tiritar. Estaba de nuevo mojado y con dolor de brazo.
A pesar de todos esos contratiempos, dibujo una sonrisa. Camino de regreso hacia su ropa. El sol ya no proporcionaba el calor necesario para secar sus prendas.
Guardo la planta en un rincón y se dedicó a exprimir la que traía. Parecía que el frío se había instalado en sus huesos. No importaba que siguiera húmedo, volvió a ponerselo y regreso al campamento.
Una viva fogata ardía en medio del espacio despejado, lanzando chispas diminutas que desaparecían tan pronto salían de la fuente principal.
Se cambió con rapidez, titiritando con este frío de muerte que luchaba por adentrarse hasta sus huesos, para irse instalar tan cerca cómo pudo.
Sus amigos iban y venían haciendo sus respectivos trabajos que se habían distribuido con anterioridad.
Una ligera descompensación se instaló en su cuerpo. Se removió un poco de vez en cuando para no chamuscarse, esperando.
Cuando la noche cayó por completo, apareció. No la sintió llegar como siempre, solo supo que estaba ahí, porque lo escucho hablar con sus amigos.
Mantuvo los ojos cerrados, está con poco peor que antes. Agudizó solo un poco más el oído para saber el resultado sobre su caldo preparado en la madrugada.
No tuvo ningún dato relevante, nada que indicará que le estaba afectando a ella. ¿Habría sido un intento fallido?
Sus cavilaciones y pensamientos se vieron interrumpidos por su dulce voz, justo a su lado. Ella fue directa, pero no dejó amilanarse ocupando una táctica evasiva.
Hasta que tocó un punto sensible, recordándole que tenía una vida fuera de estas oscuras y peligrosas montañas.
Era momento de irse, no le apetecía escuchar más, por muy encantado que estuviera, solo aplicó un poco más de fuerza de voluntad para no quedarse y seguir dándole más información.
Levantarse fue lo peor que pudo hacer, había estado muy bien recostado, con casi nulo movimiento.
Aquel malestar había alcanzado su apogeo, sus piernas musculosas no dieron para más y se derrumbó a unos pasos. El calor que sentía no era de la fogata.
Unas manos frías le alzaron el mentón un poco después. Se sintieron refrescantes para su estado pero fueron quitadas de inmediato. ¿Le estaba rechazando?
Sintió cierta desazón y perdida aparte del rechazo. En su confusa y relentizada mente por culpa de la fiebre no entendía que había hecho mal.
Alzó un poco más el rostro, pudiendola ver no muy lejos, observándolo, como si temiera algo.
Intento estirar su brazo para alcanzarla, no pudo, eso le martirizo, porque no quería que se fuera.
Estaba deseando que volviera a acercarse. Anhelaba que volviera sus manos.
Su mente racional y cuerda luchó por recordarle que estaba mal desear a esa depredadora, a esa asesina de humanos . . . que estaba mal cualquier sentimiento romántico.
Sintió unos brazos alzarlo, sabía que no era ella, no era su embriagante aroma. No tenía fuerzas para protestar y hacerse el fuerte.
Sintió el calor crecer aún más en su interior. Parpadeo y allí estaba el majestuoso felino, sentado, esperando. ¿Que esperaba? El no tenía nada que ver con ese felino, no lo conocía.
Un borrón tomo forma junto al felino. Era la inmortal y al mismo tiempo no lo era. Ella tenía unos ojos llenos de vida, desbordantes de amor, que le hacían sentir anhelo.
¿Porque la extrañaba? No se conocían de hace mucho. El felino y la chica retrocedieron para irse.
- No te vayas, no me dejes - Ellos se iban sin mirar atrás - No, no - Había agonía en su voz.
Sintió algo pegajoso en su pecho. Lo toco y observó. Estaba sangrando de forma profusa.
Entonces entendió porque se alejaban. Ellos no podían seguirlo en este nuevo camino.
;(
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