Humano lindo
Esa mujer era . . . ¿cómo podría explicarlo en una sola palabra? Como una de sus fantasías más extravagantes, pero al mismo tiempo de un aura aterradora.
Pregunto quién era y sus amigos no contestaron, pues parecían dos estatuas tras ella. Algo le decía que esta situación no estaba bien, había un montón de señales disparándose que su mente no lograba captar con la suficiente rapidez.
Su tonto compañero se dejó influir por el llamado de esa extravagante fantasía, por más que intentó detenerlo. Y ahora ella se acercaba. Quiso quitar su mirada, fijarse en otro punto pero era imposible no dejar de observarla; cada rincón de ese ser le atraía como un imán.
Cuándo se topó con esos ojos, el color que pensó que era oscuro se volvió rojo como la sangre, gracias a la poca luz del campamento. Se sobresalto.
¿Acaso era lo que estaba pensando? Su sueño no podría ser realidad, esa pesadilla no podía estar frente a él. Demasiado tarde, ya estaba dentro.
Se revolvió, no sabía que le esperaba si le quitaban la voluntad y se volvía una marioneta. No quería terminar así.
Le dio una mirada dura, iba a resistirse todo lo que pudiera. ¿Y sus amigos? ¿Los iba a dejar con esa mujer? ¿Los iba a abandonar para salvarse?
Él no era de los que abandonaban a la primera señal de problemas. Dejó de moverse. Su mente se puso a buscar múltiples soluciones, no importaba que tan descabelladas fueran.
Sintió los fríos dedos de ella, haciendo su cuerpo titiritar. Cerca, ella era mucho más perfecta, sin tener un igual con el cual competir.
Tenía miedo, aún así, se escondía bajo una mirada desafiante. Si la seguían mirando fijamente no podría evitar quedar encantado tarde o temprano.
Sintió sus labios sobre los suyos, en una fría unión. No le desagrado el beso, al contrario, quería tomarle la nuca y besar más profundo.
Sus compañeros lo soltaron. ¿Y ahora que? Si quería salvarse tenía que fingir. Agacho la cabeza y no dijo nada. Había que ser precavido hasta juntar tanta información como pudiese.
Ella se alejó aparentemente satisfecha.
Miro a sus compañeros con rostros de idiotas. Si tenía que poner esa pose para sobrevivir, lo haría.
- Mi señora, ¿cuándo nos dará nombre? Yo he hecho un trabajo para ti - Era su amigo el extrovertido.
- Está bien, lo tomaré como que hiciste un trabajo - Mencionó una voz hecha para embotar la razón.
Le dio un amplio vistazo mientras ladeaba la cabeza. No pude evitar que su corazón se sobresaltara. Esa mujer eran magnetismo total.
- Veintidós, y ya que estamos en eso, a ti te llamaré treinta y tres -.
Ninguno pareció decepcionado de su nombre, en cambio él no le vio la gracia. ¿Porque cambiar de nombre, sí ya tenía? Un nombre que era suyo, que le pertenecía como propio y le identificaba, a menos que . . . el nombre le diera poder a ella. Ya se había puesto a cavilar velozmente como siempre.
La mujer se adentro al bosque, seguida de sus amigos que caminaban en la oscuridad. ¿Cómo podían caminar y no caerse? Si él a duras penas lograba pasar sin ser golpeado cuánto cerró la marcha.
Tomó la sudadera del chico de gorro como un tronco en el mar. Este no le prestó atención, pues lo acaparaba cierta fémina que se movía con gracia.
Salieron junto al lago. Luego se acercaron a un bulto, eso parecía en la oscuridad ya que las sombras bloqueaban la luz de los distantes astros.
Por su rostro se reflejaron emociones que borró de inmediato, recordandose que no debía dejar caer su farsa por el bien de la mayoría.
Era su amigo, el chico que había perdido su novia. Tenía sangre seca por todo el torso, como si hubiese luchado con un carnívoro de gran tamaño.
- Deshaganse de eso, es molesto para mi vista - La cantarina voz dijo con frialdad.
Trago saliva. Si no se andaba con cuidado, podrían terminar siendo abono de planta antes de que pudiera siquiera vengarse. Tenía que huir con los demás pronto.
Al fijarse bien, se percató de qué el cielo comenzaba a ser menos oscuro. Ella también se dio cuenta.
- Nos vemos al anochecer - Desapareció entre las aguas del lago, como si fuese humo.
Cuando ella se esfumó, hizo lo que siempre; liderar aquel grupo para que le siguiera a enterrar a su amigo. Se pregunto si los otros sentían el dolor de la pérdida, ¿tendrían aún sentimientos?
Esa clase de preguntas rondaron en su mente mientras ponía tierra en la sepultura.
Regresaron al campamento, cansados y con sueño, no sin antes comer para ir a dormir.
El los observó detrás de su propia comida; cómo se movían, cómo actuaban. Parecían más bien zombis, cuerpos sin almas, aunque de vez en cuando parecía atisbar alguna emoción que desaparecía como si fuese un espejismo.
Sus ojos pesaron. ¿Dormir? No había tiempo para esas pequeñeces, aunque su cuerpo protestara haciéndolo sentir pesado. Cuando todos se marcharon, fue a la tienda de campaña que compartía con el chico del gorro y trato de levantarlo.
- Despierta, tenemos que irnos . . . no es seguro quedarnos, corremos peligro . . . despierta, no podemos quedarnos . . . - Lo agitaba como un muñeco de trapo y el otro no hacía caso.
Lo agitó varias veces pero nada daba resultado. Camino a la otra tienda con nerviosismo. ¿Qué tanto tiempo llevaría bajo el influjo de la fémina?
Pensar en ese ser sobrenatural le provocó escalofríos, tanta belleza le hacías creer por instantes que había soñado. Abrió la tienda y se arrodillo a un costado de su amigo extrovertido.
- Despierta, volvamos a casa, esto no es real, es una pesadilla de la que hay que escapar - Susurro.
Aquel abrió los ojos y lo miro de forma interrogante.
Se detuvo. Lo miraba sin parpadear como si fuese él, el espejismo o el que estuviese loco.
- Amigo, tenemos que irnos, esto no está bien . . . no es real - Dijo de nuevo tratando de convencerlo.
Aquel solo seguía mirándolo. ¿Por qué no reaccionaba? Lo dejó y probó conel último, con su amigo el tranquilo, aquel sensato y listo, que siempre le ayudaba sin rechistar.
- Volvamos a casa - Dijo muy cerca de él, cuando lo removió con suavidad pues siempre reaccionaba a la primera.
Este no abrió los ojos me dio señal de escuchar, más sin embargo, escuchó su voz, lo cual por un momento le alegro.
- Ya estamos en casa, a dónde pertenecemos con nuestra señora - Aquellas palabras lo dejaron estático.
¿Qué? No, no y no. Su amigo parecía haberse perdido por completo. Sí tenía que amarrarlos para llevárselos, lo haría.
Salió de la tienda en busca de algunas cuerdas. Ya encontraría la forma de ayudarles a volver en sí.
Él también se sentía fascinado por la fémina por momentos, pero sus amigos parecían obsesionados, capaces de besar el piso por donde ella pisaba. ¿Dónde estaban las cuerdas?
Estaba en cuclillas revolviendo la caja, cuando estuvo seguro de que no era invisibles, se levantó.
Se llevó un susto. Su amigo "Once" estaba demasiado pegado a él. Quiso actuar tranquilo.
- ¿Qué pasa? ¿no estabas descansando? - No entendía por qué se sentía tan nervioso. Cómo si algo no estuviera bien de pronto.
Se sobresalto al ver aparecer a los otros dos como viles fantasmas. De un momento a otro, el atrapado pareció él.
Once se acercó, lo tomo de los hombros y puso su cabeza junto a la suya. No le iba a morder, ¿verdad? Sonrío con nerviosismo.
¿Qué pasa? - Su voz apenas y salió.
Sintió un fuerte golpe cerebral. Todo se volvió oscuro como la noche sin luna.
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