Podía sentir que la noche estaba cerca, que el sol comenzaba marcharse, su conciencia comenzaba a resurgir. Quería correr tras esa luz, tras ese calor, pero no era posible, o moriría.
Sus párpados comenzaron a moverse ansiosos por abrirse. Esperar se le estaba haciendo una eternidad . . . una palabra que conocería demasiado bien, siento lo que era.
Cuando el sol no estuvo más, sus ojos se abrieron a la oscuridad. Salió a la noche estrellada aspirando ese aire lleno de vida.
Se dirigió hacia el pequeño campamento humano, deseosa de volver a ver a todos sus siervos humanos. Sus pasos eran tan ligeros que semejaron el susurro de un viento tranquilo.
No dejaba de fascinarse de ella misma, y eso le complacía de sobremanera.
Conforme se fue acercando pudo escuchar con claridad los cuatro fuertes latidos sin tanta interferencia de los otros latidos de los habitantes del bosque.
Ya después a unos metros, su respiraciones, algo forzadas y agitadas, como si estuvieran haciendo mucho revuelo. ¿Que podrían estar haciendo?
Cuándo aparecieron en su vista, bajo la luz artificial del campamento, se sorprendió deb ver amarrado de las manos por encima de su cabeza al humano lindo, aquel que prometía ser interesante, aunque después del beso, estaba ansioso de comprobar que tanto había cambiado.
El objeto de su interés pareció sentirla porque alzó la cabeza bruscamente.
No le gustó lo que vio; su bonito rostro estaba lastimado. Tenía expresión de miedo y deseo. Le tomó el mentón cuándo quiso voltear su rostro y le obligó a mirarla.
- Mi pequeño mango, ¿quieres escapar? - Dejó salir una risa encantadora, trayendo sus ojos que no había alcanzado con su agarre.
Decir pequeño no encajaba aqui y de eso se dio cuenta después de hablarle. Ese espécimen era grande y alto. Ella a su lado era pequeña, pero poderosa, incomparable en fuerza y poder.
Imposible ser reducida nada.
- No voy a ser tu esclavo, no quiero - Se esforzó por decir, aunque por su expresión podía pensar en lo opuesto.
- ¿Por qué no? Conmigo puedes tener la vida inmortal - Había cierto encantó en esa resistencia que ponía, tan atrayente . . . sería porque aún veía su esencia?
- No vas a doblegarme, me llevaré a mis amigos de algún modo - Su desafío le hizo más apetecible.
Su deseo por quedarse con él se hizo más fuerte. No parecía fácil encontrar un espécimen que no cayera tan fácilmente bajo su influjo. Necesitaba de alguien con mente propia.
- Ellos se quedaron porque quieren, porque no son capaces de resistirse a lo que no comprenden, porque sus mentes son demasiado frágiles . . . - Delineaba el contorno de su rostro con lentitud pero se detuvo por la interrupción.
- No son débiles, son humanos, cosa que ya no pareces ser tú, que te empeñas ese sembrar la muerte -.
- Oh, no, solo me alimento, es como si hubieras cazado un animal del bosque para alimentarte y sobrevivir, nadie tiene compasión de su comida, ¿estoy en lo cierto? -.
El espécimen no dijo nada. Claro que podía entender el punto básico en cuestión. Subió recorriendo sus dedos hasta subir por su cabello. Pudo percibir el suspiro que aquel se negaba a soltar, pora no permitirle ganar.
Ahí estaba la resistencia de nuevo. Aquello que se negaba a aceptar; que estaba fascinado.
- No puedes matarlos, somos seres humanos, tenemos sentimientos . . . no, nos puedes comparar con un animal. . . -.
Su respiración se volvió entrecortada porque ella se había acercado a su cuello apetitoso, viendo un fosforescente árbol ramificado.
Había acercado su boca fría y respirado sobre él, causando que se estremeciera. Lamió esa piel para conocer el sabor de quién ponía resistencia.
Sus ojos se volvieron aún más rojos. El hombre luchaba consigo mismo, diciendo y haciendo cosas distintas.
- ¿Por qué no dices mi señora? Sé que lo deseas. Sígueme y te convertiré en mi favorito. Puedo darte tantas cosas como desees - Le sedujo.
- No quiero seguirte, mujeres hermosas y encantadoras hay muchas, pero de corazón noble pocas . . . - Su respiración estaba totalmente descompensada porque ella no le dejaba.
- Si te quedas, te daré la inmortalidad, dime "si mi señora" - ¿Que podría desear todo humano?
El intento alejarse de ella, lo que provocó que dibujar a una sonrisa. Ese cuerpo se sentía tibio, como si estuviera cerca del calor de la fogata, lo volvió a traer hacía sí con sus delgados brazos pálidos. Abrió la boca y perforó la piel humana.
Instantes después se alejó y escupió la sangre al suelo. ¿Podía existir humanos con tan mal sabor?
Era como una comida que le faltaba ciertos condimentos para recuperar el sabor.
Bueno, al menos ahora podía estar segura de que no le iba a drenar. Chasqueo los dedos y Veintidós se acercó primero.
- Desátalo - Ordenó y luego volvió a hablar hacia el chico - Eres libre de irte, mi pequeño mango no tiene buen sabor -.
El chico cayó al suelo dolorido, de haber estado amarrado por tanto tiempo.
- ¿Me dejas ir? - No parecía creérselo.
Ella sea cuclillo frente a él y le hizo mirarla, sacando ese suspiro contenido.
- Sí, pero si quieres a tus amigos de vuelta puedes quedarte - Decidió cambiar la táctica.
El chico retrocedió, dejando su mano en el aire al quitar su rostro. Podía ver las difuminadas líneas de enojo en su rostro humano con su vista de ser sobrenatural.
Ella se levantó y le dio la espalda. Ahora solo tenía que darle espacio suficiente. . . espacio para dejar que esa mente trabajará.
La noche era joven, así que se dedicó explorar las montañas. Llegó a la cima de una pila de picudas montañas escalonadas que terminaban abruptamente, dando pasó a una espesa capa de interminable niebla.
Miro al horizonte, lleno de montañas intransitables para los humanos bajo un infinito cuajo de estrellas titilantes, mientras el viento movía su ropa ligeramente.
Un lobo aulló en la lejanía, un búho le acompaño. Observó con detenimiento cada rincón en busca de algo que le despertara algún recuerdo. Sus ojos traspasaron la espesa oscuridad como el sol.
Se dejó caer por aquel espacio cubierto de niebla que semejaban un colchón de algodón, traspasando todas las capas y atrapando incontables gotas de agua.
Hasta que alcanzó el fondo tapizado de piedras, sobre la que se posó no como una pluma si no como un contrincante destructor, pues casi la dejó hecha polvo.
Sus ojos se readaptaron con rapidez a esta oscuridad más espesa, carente de astros titilantes.
Algunas sombras huyeron velozmente de su presencia.
Había un esencia extraña en ese espacio. Algo conocido y desconocido, que confundía su mente, que le hacía querer alcanzar y repeler. Siguió el rastro.
Aquella depresión entre las montañas será infinita, anduvo mucho tiempo recorriendolo sin encontrar al dueño de esa esencia. Hasta que la frustración le alcanzó, sobre todo por la sensación de que la noche estaba por terminar.
Era momento de regresar, se dio la vuelta hasta encontrar un lugar por donde volver a trepar y subir a la cima.
La sensación del amanecer próximo se intensificó un poco más. Se deslizo entre los árboles como la brisa, invisible a los ojos lentos.
Vio un par de liebres que atrapó inco los colmillos. No tenía mal sabor, aunque la sangre humana la superaba con creces.
Iba a tirar ese par cuando recordó que ciertas personas tenían que comer para volver a recuperar su sangre, ya que se volverían sus suministros. Las tomo de las orejas y se acercó al campamento, dónde los encontró dormidos.
Busco al que le interesaba pero no lo vio. ¿Podría marcharse en medio de la oscuridad? ¿no le preocupaba caer en una cueva? Ya le buscaría despues. Dejó las liebres cerca de las piedras de la fogata.
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