Humano tranquilo ( Once)
Esperó con paciencia que el sol siguiera bajando, sin quitar ninguna vez la vista de ella, ni siquiera para parpadear, como sí esperase que se desvaneciera con el menor movimiento. Estaba atento que cuánto los párpados de ella se movieron sintió regocijo.
Su señor estaba despierta, se sentía orgulloso de ser el primer hombre leal a sus pies, no importaba ser un siervo si podía estar a su lado.
Espero expectante, con la respiración agitada de los nervios. Y al fin pudo ver unos rubíes brillantes atravesarle, gracias a un atisbo de luz lunar.
La mujer le miraba confundida, como si intentará comprender que pasaba. Sus rojos ojos brillaban intensamente intentando dar entender algo, que estaba fuera de su comprensión.
- Mi señora - Dijo rápidamente para evitar que ella perdiera su interés en él, porque de pronto experimento una sensación de pérdida.
Necesitaba que ella le manifestará que le pertenecía, porque la incertidumbre lo estaba carcomiendo. Su pequeña e insignificante alma se sintió satisfecha con el leve roce a su mandíbula y el mismo tiempo se sobresalto.
- ¿Qué pasa? - Pregunto una voz cantarina, llena de matices empalagantes que embelesaban sus sentidos.
- Mi señora, tu piel es tan fría, que no puedo evitarlo - Bajo la mirada nervioso, ya que le había mirado demasiado pero aún se sentía insatisfecho, pero tampoco quería traer su furia.
Su sonrisa le sorprendió y le tranquilizó.
- ¿Cómo me has encontrado? - Ordenó su señora mientras se levantaba y se sentada en la piedra.
- Yo . . . fui llamado, sentí que debía venir a este lugar - Alzó la vista hacia ella y no pudo evitar preguntar - ¿Eres una sirena? -.
Ella sonrío con esos labios rojos y humectados. Una sonrisa que causaba devastación sobre su sistema respiratorio. Su señora se relamio los labios. ¿Qué estaría pensando? ¿cómo podría ayudarle a cumplir sus deseos? Estaba ansioso de poder mostrar su valía.
- No, no soy una sirena, soy una peligrosa inmortal -.
Su mente era incapaz de registrar con cordura semejante verdad, ahora lo tomaba como algo natural, que hubiese estado y sido parte de la vida. Sentía la intensidad de su mirada como esperando algo.
Ella le tomó una mano y lo llevó cerca de sus labios. Volvía a sentir felicidad por esa acción, porque ella le dedicaba su atención. Sintió el aliento recorrer su palma y detenerse en su muñeca. Estaba espectante.
La sonrisa de ella se hizo fría, abrió levemente la boca, tomándose dos blanquisimos colmillos, los cuales inserto cerca de las venas de su piel.
El éxtasis le recorrió, haciendo que es un rostro lo reflejará. Estaba ayudando a su señora y no había nada más que le satisfaciera. Ella absorbía su sangre lentamente, poniendo roja su cavidad bucal.
- Mi señora - No pudo evitar susurrar con voz ronca. Era la experiencia más excitante con tal de repetirlo, haría lo que fuera.
Esta inmortal había encontrado alguna forma de cuativarlo hasta la locura. Ya nada más importaba, ahora su mundo se reducía a complacerla, en estar con ella. Sintió sus labios alejarse con una última lamida.
- Vuelve con tu gente, tráeme uno por uno y volverás a recibir un premio -
Ya tenía su primera tarea, no iba a fallarle.
- Sí mi señora - Gateo hacia atrás alejándose lentamente. Luego se paró y la miró una vez más en aquella semioscuridad. Sus ojos eran capaces de poder verla y entonces debió su imagen sin cansarse nunca - Mi señora, ¿me dará un nombre? -.
Ella le miro pensativa, mientras intentaba estar tranquilo. Darle un hombre fortalecería su lado o eso pensaba.
- Te lo diré después de tu trabajo, vete, yo estaré aquí esperándote - Su mirada se había vuelto como la de un astuto zorro, como si estuviera planeando su siguientes movimientos.
- Sí mi señora - Se zambulló en el agua, atravesó los conductos de piedra y volvió a salir a la superficie. Sus compañeros no estaban, puede que lo estuvieran buscando o puede que no.
Cuándo estuvo a unos metros del campamento, pudo escucha los gritos de sus compañeros quiénes lo llamaban.
Camino hacia ellos, sintiendo el frío colarse por su frágil piel. Sus compañeros lo vieron y corrieron a él, su cabecilla era quién lucía más preocupado.
- ¿Dónde estabas? Nos tenías preocupados de que algo te hubiera pasado . . . -.
- Todos estamos de vuelta amigo, pensábamos ir a buscarte si no volvías pronto - Otro interrumpió.
- ¿Porque te ves válido y cansado? ¿que te ha pasado? -
- ¿La viste? ¿has visto a mi novia? Dime algo - Alguien le había tomado de los hombros y sacudido.
Era el joven que había perdido a su novia, sus ojos lucían hinchados y rojos de haber llorado.
No podía contarle sobre su señora, tenían que conocerla personalmente, eso le había contado ella, así que no le quedó más que decir una mentira.
- Estoy bien, me encontré en problemas y tuve que luchar y huir hacia otro lado, para no traerlo hasta el campamento.
- ¿Qué era? ¿con qué peleaste? - Se interesaron sus compañeros.
- Solo un animal salvaje, nada importante, vayamos a dormir, estoy muy cansado - Los dejo a todos parados sin más explicaciones y se metió en la tienda de campaña.
Aún quedaba una larga noche pero estaba ansioso de comenzar. Ya quería volver con su señora.
Su compañero de tienda tardo demasiado en volver, cayendo en un sueño profundo debido al cansancio y la falta de comida.
Cuando volvío a abrir los ojos, era un nuevo día y se sobresalto, su señora le estaba esperando pero no podía volver con las manos vacías, su estómago rugió como león. Fue que se dio cuenta que necesitaba alimento para seguir viviendo.
Estuvo pendiente durante el día, buscando la forma de hablar a solas con alguno, pero estaba tan atareados, mientras seguían buscando a la chica perdida.
El tiempo pasaba, de eso hace ya dos días que no volvía. No podía marcharse de ese punto y él tampoco los dejaría. Pasaron por algunos lugares varias veces, tratando de recrear el camino antes de la pérdida.
Todos volvieron por la tarde, de nuevo, empujados por el hambre. Se ofreció a ir por leña junto con otro. El bosque, aunque era rico en árboles, no permitía encontrar partes sobrantes para el fuego.
Se alejaron otro tanto más y entonces pudo aprovechar.
- ¿Quieres ver algo interesante? - Dijo de pronto haciendo qué su amigo le mirará.
- ¿Qué de interesante podría ver en este lugar? Más que paisajes y animales - Alegó con burla.
- Sabes, aquella noche no fui atacado por nadie . . . - Dijo dejando la frase a medias y haciendo que su compañero se queda a mitad de recoger un leño.
- ¿Qué quieres decir? - La curiosidad se reflejaron en sus ojos chispeantes.
- Me quedé en el lago porque - Miro a su alrededor y continúo en un susurro - Me encontré una diosa tan ardiente como el fuego - El otro la miro con incredulidad - Ella no puede marcharse del lugar, ni irse como quiera, pero para encontrarla, solo puedes buscar bajo la oscuridad o ella nunca aparecerá -.
El otro se carcajeo haciendo que su molestia fluyera.
- Amigo, debiste haber mordido algún hongo alucinógeno, no existen tales cuentos fantásticos -.
- Lo sé pero por qué no vamos esta noche, solo tú y yo, para no espantarla y comprobar si fue mi alucinación. No pierdes nada -.
El otro aprovecho para ganar otro favor más.
- Bien pero si no hay nada quiero que me prestes tu Camaro por tres días -.
- Hecho - Ya no le importaba nada que fuera material si podía servir a una inmortal que le daba una enorme satisfacción.
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