Mango
Iba trás de ella mirando el contorno de su figura, al igual que su corazón que no dejaba de latirle aceleradamente.
Cada tanto los movimientos de ella le alteraba, le ponían como un adolescente que no sé atrevía a confesarse a la chica que más le gustaba. A veces la molestia fluía al mismo tiempo. Debía ser el encanto de esa mujer.
Al llegar al campamento los otros tres chicos ya los esperaban. Se pararon no muy lejos de ella bajando la cabeza y con un brazo tras la espalda.
- Mi señora - Se escucharon sus voces al unísono.
- eso le irritó, esa nota de adoración. Quería zarandearlos, decirles que esto no era real, que era el influjo del hipnotismo. Sin embargo, ellos no tomarían en cuenta sus palabras.
Se soltó del agarre de ella para evitar que le siguiera lanzando miradas de odio.
- Tomen, unas frutillas que hemos recolectado para ustedes - Dijo incluyendola con la esperanza de volver a ganarselos de nuevo.
- Mi señora, es tan amable - Sus ojos volvieron a ella, olvidandolo.
Negó con la cabeza y fue a sentarse cerca de la fogata, dejando a sus amigos entretenidos. Se sirvió un vaso de bebida caliente y se recargo en el asiento.
Su espalda le duele un poco. Estuvo apunto de pasar la noche en este árbol y quién sabe cuántos días más. Se había llevado tremendo susto con esas hienas, pero ¿y el felino? ¿en qué momento lo toparía.
Recordaba un felino blanco, con finas rayas negras por todo el cuerpo, ojos azules, muy azules que transmitían una gran sabiduría. Y que decir de su tamaño, estaba seguro que sí lo colocaba al lado de un elefante bebé, le ganaría con creces.
- Ven conmigo al nacimiento de la luna nueva - Se escuchó una voz cantarina.
Su lengua sufrió por intentar tragar lo caliente de la bebida. Alzo la vista con la boca abierta.
Sentía que ya no tenía parte de la lengua. Miro a sus amigos que ya no estaban.
- ¿Porque no te llevas a uno de ellos? - No era necesaria tanta atención.
- ¿Cómo podría invitar a un chilaquile a que debata sobre la vida en vez de un amigo? -.
Ella le sacaba de quicio. Otra vez comparándolos con comida.
- ¿Y por qué deberías invitar a un mango verde? - Le contradijo.
- Qué importa que invite al mango verde, total, es más interesante que los chilaquiles-.
- Pero los chilaquiles te los puedes comer y el mango verde no - Estaba perdiendo el hilo del punto, de eso se dio cuenta en la última frase.
¿Que iba hacer? Esta mujer le descontrolaba. Se golpeó la cabeza con la mano. Volvió a mirarla y ella tenía una sonrisa burlona en los labios.
- Descansa manguito,pasaré por ti pronto -.
- Tú. . . ¿que iba a decir? Ya no continúo con eso ya agrego - Bien, como desees, adiós -.
Se hundió en su vaso el cual no siguió bebiendo, para mirar como ella desaparecía entre las espesas sombras.
¿Dónde estaban estos locos? Siguió otro rato calentando su cuerpo en la lumbre. Sus amigos aparecieron cuando estaba por marcharse a dormir.
En los últimos días tenían horarios extraños para dormir, a veces lo hacían durante el día o hasta el mediodía, ya no parecían humano sino lechuzas.
Al principio había tenido unas enormes ojeras, pareciéndose tan zombi como lo estaban sus amigos, quiénes en su caso parecían levantarse frescos como una lechuga a pesar de su comportamiento.
- ¿Cómo te fueron las hienas? - Era su amigo el extrovertido.
- ¿Que? - Ya había estado apunto de olvidarlo.
Las vi pasar cerca y hui, no supe que fue de ti, quería alejarme tan lejos como pudiera, sabes qué tan peligrosos son los animales salvajes, si no escapas te comerán vivo -
Una alarma se disparó, ¿porque?
- Lo sé, debo de tener un ángel guardián por haber escapado de tal contratiempo - Había una ligera molestia en su amigo, que lo oculto de inmediato. De qué otro ángel guardián estaba hablando, sino de la inmortal.
- ¿Ya terminaron lo que estaban haciendo? - Pregunto pues Parecía que tramaban algo.
- Ya, sí, claro - Tu respuesta era vaga y poco aclarativa.
Conforme los días pasaban, sus amigos estaban más pálidos y fuertes, lo pensaba por el enorme tronco que trajeron y partieron para conseguir leña.
- ¿Cuándo vamos a volver a casa? ¿no extrañan su vida? - Les sondeo.
- Aún no hemos sobrepasado la fecha límite de nuestro regreso - Le recordaron.
- Yo me siento a gusto aquí, ¿porqué quería volver a una vida aburrida y grisácea? -
- ¿Y qué hay del futuro? ¿me dirán que piensan vivir aquí para siempre? -.
- ¿Qué futuro? ¿trabajar por la eternidad? Eso sí es una condena, son más desventajas qué ventajas - Había tanta coherencia en sus objeciones.
- Al lado de nuestra señora, la vida será distinta - Pronóstico uno de ellos.
- Pero no hay seguridad, más que muerte - Les recordó eso que no veían ya.
- Para mí es mejor vivir una aventura que morir en vida -.
- ¿Y qué hay de sus padres? ¿los van a abandonar y desaparecer? - Quería darles una buena tunda para ver si salían de esa hinopsis.
- Ellos estarán bien - La voz dijo con despreocupación.
- A mis padres no les importa sino aparezco, solo llega un cheque siempre en vez de ellos -.
- Yo . . . - Había duda.
- Debemos volver, hay personas que nos esperan - Comentó para el que dudaba.
- No creo - Aseguro de pronto.
- ¿Porque no? Tus padres te necesitan, ¿vas a dejar a tu hermana sola? -.
- Déjalo, nuestras familias estarán bien, ya te hemos dicho que no nos iremos - Lucía ya molesto.
- Vete tú, no sé porque volviste, no te necesitamos - Le recalcaron.
- Volví porque son mis camaradas, y debo protegerlos como lo haría todo hermano, ¿acaso quieren deshacer nuestros lazos? - Luchó por recordarles el porqué de su estancia.
Los tres dudaron. Le enojo que pusieran en una balanza su amistad de años al lado de una chupasangre. Apretaba el vaso con fuerza, el cual estaba hecho a prueba de accidentes.
- Siempre serás nuestro hermano . . . pero es diferente, le debemos lealtad a nuestra señora -.
- Como quieran. Mientras ustedes se queden yo me quedaré, si tengo que hacer lo impensable, lo haré - Dijo sin pensar provocando que sus camaradas se pusieran en guardia, lo cual pasó por alto.
Los tres compartieron miradas que transmitieron un código de palabras, ajeno a él.
Se levantó, fue a por un puñado de las frutas oscuras y se las metió a la boca. La acidez se instaló en su lengua, haciéndole cerrar y abrir los ojos. Se metió en la tienda.
¿Cómo podría evitar que ella tomara sangre y los dejara de lado? Pensó. Comenzaría con la primera idea que se le ocurriera, que no entrañará tanto peligro.
Ese brazo era un incordio. Si no lo cuidaba se quedaría sin él. Lo más probable sería que sin vida.
Jaló un suéter como almohada y se acomodo para no ser acechado por una bandada de zancudos hambrientos.
Puede que existiera el dengue por aquí. Ya no quedaba tanto repelente de insectos, al menos que consiguiera algunas hierbas aromáticas o ajo. ¿Ajo? ¿podría eso servir contra ella? ¿sería cierto que a ellos no les gustaba? Bueno, era incapaz de andar bajo el sol.
Se quedó dormido con una amplia sonrisa, soñando con un desfile de ajos como ejército en esta lucha. Peleando como ninjas algo gorditos, de patas y brazos muy finos, mientras huía con sus camaradas de regreso a casa.
:0
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 103 Episodes
Comments