Estaba molesta porque aquel insignificante humano, había arruinado su única prenda. Todo estaba manchado de sangre como si hubiese sido una carnicería. Aquél había intuido lo que los otros dos no; que era una asesina.
¿Pero acaso iba a quedarse con hambre? Un tigre jamás haría dieta, porque no estaba en su naturaleza y menos el hacerse vegetariano.
Ese chico había intentado matarla. Ja, cómo si pudiera lograrlo. Ahora que no era humana no estaba limitada, su sentido eran más agudos por lo tanto era mucho más ágil. Al final había terminado casi por matarlo.
Se sacó las prendas y se metió al agua, limpiándose. Tal vez será mejor eliminarlo si no se sometía, pero no era porque tuviera una mente fuerte a su influencia, sino porque el amor lo hacia inmune.
Trato de limpiar sus ropas en el agua, las manchas persistieron dejándola muy mal. Se sentó sobre una roca con una mueca de disgusto. Poco después apareció Once.
Lo observó acercarse con la mirada baja y luego extender algo hacia ella. Aspiro el aroma que desprendía, olía a la chica que había tomado. Estiró la mano y sintió la suavidad de la tela. Cuánto fue desdoblada pudo ver qué era un vestido amplio de color oscuro, como su cabello.
Se lo paso por la cabeza y se observó en el reflejo del agua. Las mangas eran largas y amplias, recogiéndose en las muñecas, la falda era de amplio vuelo, llegándole por la rodilla y sobre todo muy suave.
Once le pasó unos tenis negros, que tomó. Le encantó su reflejo, aunque no estaba segura de andar en ese color.
Porque reafirmaba que pertenecía a la noche, que no podía ir más allá de ese límite, que no estaba permitido vagar bajo el radiante sol, bajo ningún concepto.
La noche era suya de nuevo, pero no la quería. Quería otro color de ropa, que no lo tenía. Podía cambiar este último pero no lo primero.
Volvió junto al moribundo, intentando tenerlo bajo su control, que al final no logro. Podía ser compasiva con los que se sometían pero no con aquellos que no lo hacían.
- Sométete y te trataré bien, podrás incluso aspirar a la inmortalidad - Aunque realmente no lo pensaba hacer.
- No, prefiero morir - Dijo el chico con su costosa respiración.
- Que así sea, entonces - Hinco sus colmillos sobre esa gruesa rama que contenía su jugo favorito.
Absorbió cada centímetro de líquido de ese cuerpo, viendo como el grueso árbol ramificado comenzaba morir.
¿Por qué estaba dejando de sentir remordimiento? ¿porque no se sentía más triste?
- ”¿Porque deberías sentirlo? Uno no se siente triste por comer una zanahoria? " - Dijo un eco en su mente.
No quería que todos los humanos que encontrara acabaran muertos a sus pies. Se comprometió no dejar morir a sus sirvientes. Lo haría como recordatorio de su humanidad.
- "Abrá casos en los que será necesario" - Le recordó su mente.
Abrió la mandíbula y dejó caer el cuerpo. Estaba satisfecha del exquisito manjar, ¿Cómo podría resistirse renunciar devorarlos hasta el final ?
- " Tienes que intentarlo, te has comprometido" - Se recordó antes de que su mente interviniera.
Volteo a ver a sus dos chicos, quiénes de vez en cuando le lanzan miradas de adoración. Ambos lucian ansiosos por cumplir lo que pidiera y recibir recompensas, que ellos creían era lo máximo.
Cuatro bolsas andantes de sangre eran suficientes para salir de este profundo bosque. Ellos se encargarían de protegerla durante el día.
Su prioridad ahora, era saber que buscar. No había nada que le indicase quién era o de dónde venía.
Aún faltaba someter a dos más. Les sonrío y ellos tragaron saliva. Le estaba gustando ser el centro del universo, el ombligo de su mundo.
- Vayamos por sus amigos, es hora de que se unan a nosotros - Susurro en un dulce tono.
Los tres se acercaron al campamento de forma silenciosa, como tres fantasmas, con los cuales parecía compartir características.
Se quedaron parados en silencio, viendo como el líder buscaba a sus amigos dentro de la otra tienda y luego gritando al otro que despertara. Estaba demasiado distraído para no mirar la espesa oscuridad.
A ella le gustó la primera impresión de esta persona; era un humano bello, y a ella, le encantaba las cosas bellas. Sus amigos no estaban mal, pero era él, quién parecía destacar en muchos aspectos.
Se pregunto qué más sorpresas podría tener. Lo observó por un rato moverse, buscando a los ausentes y sacando al otro de la cama.
¿Podría perder esa esencia si lo dejaba bajo el influjo de su encantamiento? Si era así, entonces sería una decepción.
Ambos chicos humanos se pararon frente a una tienda de campaña; uno con los ojos cerrados y el otro tratando de meterlo en un abrigo.
- Quiero dormir, ellos han de andar haciendo el tonto en el bosque, ya sabes cómo es -.
El líder se quedó pensativo.
- Pero se comporta como un escuincle sin cerebro cuándo debería comportarse como un adulto sensato, como no preocuparme -.
- Sí, es un crío, pero se fue con el tranquilo del grupo, dudo que hagan mucho. Los dos juntos, ¿qué más podrían hacer? - Suponía que el compañero tranquilo ganaría.
- Volvamos entonces - Hablo el líder, no muy convencido.
- Bien mamá gallina, este pollito se regresa a su nido - Soltó un bostezo. El otro le puso el gorro y le jaló las cintas.
Ella no pudo evitar reírse de esa cómic escena. Aquellos lazos de amigos era muy hermoso, que si le provocaron celos . . . pero no.
El líder giro su rostro hacia su voz y se sobresalto, el otro se tambaleo por los golpes y lo jaló del cuello, para ambos darse un cabezazo.
Ella no pudo evitar continuar riendo de forma tan sobrenatural que los corazones a su alrededor aumentaron su ritmo. No recordaba que la gente pudiera ser tan divertida.
El chico lindo olvidó el golpe y volvió a pararse tratando de verla, entre sorprendido y furioso.
Dio un paso fuera de las sombras mientras al chico se le caía la mandíbula, pues parecía haber superado con creces sus expectativas.
Después de que el mirara a los tres recordó cerrar la boca. Su compañero se levantó y se quitó el gorro, para verlos mejor.
Extendió el brazo y abrió la palma hacia arriba, diciendo: - Ven conmigo -.
El del gorro dio un paso hacia ella con una expresión de fascinación, fue detenido por su amigo, quién ahora lucía un rostro serio, cargado de dudas.
- Chicos, ¿quién es ella? ¿están bien? -.
Parpadeo. Parecía que su voz no había hecho efecto. Los chicos tras ella guardaron silencio, esperando su permiso para actuar o hablar. Se concentró en el joven del gorro.
- Ven, acércate. Tus amigos quieren que vengas . . . yo también quiero . . . - Le sedujo.
El líder apretó sus brazos sobre el torso de ese joven, que intentaba zafarse para tomar su mano.
Hizo un leve movimiento con la cabeza a sus seguidores. Ambos fueron hacia sus camaradas y los separaron provocando un forcejeo con el chico lindo que se negaba a soltar al otro. Lo tomaron de ambos brazos para presentarselo.
Volvió a extender su mano a aquel joven de gorro, entonces sus pasos no fueron retenidos y se acercó hasta alcanzar su mano. Un ligero temblor le recorrido pero no la soltó, porque no se lo permitió. Le jaló lentamente, hasta tener su rostro de frente y envenenó su cuerpo con su encantó.
Esos ojos perdieron la intensidad de su brillo, no se notó, porque dibujo una amplia sonrisa. Se agachó a sus pies para informarle que ya le pertenecía.
El líder trago saliva, parecía no creer lo que ocurría. Ahora le tocaba ponerlo bajo su influjo. Se encaminó hacia ese espécimen bonito, mirándolo con sus ojos que parecían oscuros en las sombras y volviendo a sobresaltar cuando miro más de cerca sus labios.
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