Capítulo V

Rupert tomó a victoria de la barbilla, ejerciendo un poco de fuerza.

—Rupert—Estoy esperando a que contestes mi pregunta.

—Victoria—Olvide mi cigarrera y él solo fue amable trayéndola.

—Rupert —¿Y como obtuvo tu dirección?

—Victoria—No lo sé, Rupert.

Victoria giró el rostro para zafarse de su agarre.

—Rupert —No me gusta que él esté cerca de ti. Te lo advertí anoche, Victoria.

—Victoria —Y yo te vuelvo a repetir, que no tengo nada que ver con ese hombre.

Rupert se enderezó en su asiento y acomodo su saco. Victoria solo miraba por la ventana deseando llegar pronto a su trabajo.

Cuando el auto se detuvo, el asistente abrió la puerta para Victoria.

—Rupert—Espera, esto es para ti.

Rupert puso en sus manos un estuche pequeño, con una pulsera de oro platino.

—Victoria—No lo quiero.

Rupert apretó la quijada.

—Rupert —Te lo pondrás esta noche.

Rupert trono los dedos y el asistente de inmediato tomo la mano de Victoria para ayudarla a salir.

—Rupert—Mi asistente pasará por ti esta noche. Quiero que uses el nuevo vestido que te envié, con el encaje fino.

Victoria lo miro con desagrado, esta sería una de esas tantas noches, que ella odiaba.

Victoria caminó con el estuche en la mano y unas inmensas ganas de arrojarlo lejos.

Cuando llego a su pequeño escritorio, se llevó la sorpresa de encontrar un bello arreglo floral.

—Victoria —Esto es el colmo.

Tomó las flores y camino hasta el cesto de la basura, pero por una extraña razón dudo en tirarlas. Las devolvió a su escritorio y se sentó en su silla.

Miró las flores con tristeza, había olvidado lo que era sonreír por un bello detalle, la muerte de sus padres y las deudas habían consumido todo, hasta su libertad. Se atrevería hasta decir, que sentía lástima por ella misma.

Estaba hastiada de su situación. Las únicas opciones que tenía, las repasaba una y otra vez. La primera era imposible, ya que no podría juntar toda la cantidad de la deuda en menos de año.

La segunda, era renunciar a todo. Pero de solo pensarlo una lágrima se deslizó por su mejilla. NO, tenía que aferrarse a lo poco que aún quedaba de sus padres, no le daría a Rupert la satisfacción de quedarse con todo, además de ella.

Así que solamente le quedaba una opción, aceptar el trato de Arthur Belf, "Un millón, por diez noches". Tomó su bolso y sacó la dirección que Arthur le había dejado, salió a la calle y tomó un taxi.

Cuando el taxi se detuvo en la dirección que dio, bajo con duda. Entró al edificio y subió hasta el piso de Arthur, después de tocar dos veces la puerta, se llenó de arrepentimiento, bajo la mano y se movió para irse de ahí. Pero por fortuna para Arthur, abrió la puerta a tiempo antes de que ella huyera.

Victoria se quedó estática, parada frente a él. Arthur sonrío, no iba a negar que su corazón saltaba de gusto por verla parada frente a su puerta.

—Arthur—Victoria, pasa por favor.

Se hizo a un lado para que Victoria entrará a su departamento. Arthur le señaló el sofá grande.

—Arthur—Por favor toma asiento.

Ella se sentó y dejó su bolso a un lado. Arthur se sentó muy cerca de ella.

—Victoria—Acepto tu trato Arthur.

Soltó de golpe. El esbozo una sonrisa amplia.

—Victoria—Pero antes debo decirte que tengo un contrato firmado con Rupert.

—Arthur—Está bien, llamaré a mis abogados para que ellos lo disuelvan.

—Victoria— No necesito a tus abogados para que lo disuelvan, solo necesito un día para arreglarlo yo.

—Arthur—Sí así lo deseas.

Arthur se inclinó más hacia ella, levantó su mano y tocó un mechón dorado que sobresalía de su larga cabellera.

—Arthur—Eres muy hermosa.

Su boca había dicho lo primero que había llegado a su mente, al tenerla así de cerca, tanta cerca que sus alientos se mezclaban. Y teniendola así, Arthur empezó a codiciar más su boca.

—Victoria—Debo de irme.

Dijo cerca de sus labios y giró su rostro cortando cualquier intención que Arthur tuviera de besarla. Él soltó su mechón del cabello y se movió para darle espacio.

—Arthur—Mañana por la noche, mi chófer pasará por ti. ¿A las ocho te vendría bien?

Victoria tomó su bolso y se levantó del sofá.

—Victoria—Sí.

Arthur se levantó detrás de ella.

—Arthur—Únicamente tengo dos condiciones, Victoria.

Victoria suspiró con pesadez y giró su cuerpo para verlo de frente.

—Victoria —Por supuesto, ¿cuáles son?

—Arthur—La primera es que nuestros encuentros serán cada dos semanas.

Victoria se quedó con la boca abierta, pues pretendía salir de esa situación rápido.

—Victoria—Eso nos tomará cinco meses. Pensé que nuestros encuentros serían diarios, hasta que se cumplan las diez noches.

—Arthur—No, como sabes tengo un proyecto en puerta, además de que por ahora manejo los hoteles de mi familia. No cuento mucho tiempo libre.

—Victoria —Entiendo.

—Arthur—La segunda condición es que debes de acompañarme a cenar cada noche, antes de pasar a la cama.

Arthur tenía una sonrisa cínica en el rostro.

—Victoria— Bien. Yo también tengo una condición, esto solo será sexo por diez noches. No me interesa verme involucrada contigo en algo más, no espero nada de tu parte y no esperes nada de la mía. Y cuanto se cumplan las diez noches, espero no volver a toparme contigo de nuevo.

—Arthur —Bien, tenemos un trato, Victoria.

Arthur le extendió la mano, para cerrar el trato, aunque lo más correcto sería cerrarlo de otra forma ¿No?

Victoria levantó la mano hacia él, pero de un movimiento rápido él tiro de ella, para que chocará en su pecho y pego sus labios en su boca, en un delicioso besó, que ella tardo en corresponder.

¿Alguna vez has sentido estremecer tu cuerpo, con un simple besó?

Pues para ellos está fue la primera vez.

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