Capítulo III

Llegada la noche Victoria regreso a su departamento, había tenido un día tranquilo sin las constantes llamadas de Weisz.

Al siguiente día continuo con su rutina diaria, preparaba el almuerzo cuando el timbre de la puerta sonó.

—Tanya—Tal parece que tienes un pretendiente.

Dijo Tanya detrás de Victoria, ella giró el rostro y se sorprendió por el arreglo de flores que Tanya llevaba en sus brazos. Tomó la tarjeta para leerla y después la volvió a romper. Tanya la miró con extrañez.

—Tanya—¿Me dirás quién las envió?

—Victoria —Alguien sin importancia.

Soltó malhumorada.

—Tanya—Pues ese alguien, tiene muy buen gusto. Me quedaré con ellas.

Dijo Tanya saliendo de la cocina.

Cada mañana llegaba un arreglo floral de rosas rojas, con una tarjeta. Que claro, era desechada por Victoria. Así pasaron tres semanas. El departamento de Victoria ya parecía invernadero de rosas.

El timbre del departamento sonó y Tanya como de costumbre, abrió la puerta para recibir el arreglo floral. Pero esta vez ya no era el guapo repartidor quien entró por la puerta, sino un peli negro, con un traje fino hecho a la medida.

Tanya se quedó con la boca abierta, viendo aquel hombre gallardo.

—Tanya—Esa florería contrata solo modelos.

Arthur le sonrío coqueto por el comentario, dejando a Tanya aún más hipnotizada.

Victoria salió de su habitación, con prisa para ir a su trabajo.

—Victoria —¡Maldición! Ya es tarde.

Llevaba su blusa blanca sin abotonar, pues no se había percatado de la presencia de Arthur.

—Arthur—Buenos días.

Victoria levantó la vista.

—Victoria —¿Usted? ¿Qué hace en mi departamento?

Lo interrogó de inmediato.

—Arthur—He...

Arthur desvío su rostro, pues no podía articular una palabra, ante esa magnífica vista.

—Tanya—Vika, tal vez deberías...

Tanya señaló su ropa. Victoria bajo la mirada a su blusa y se sintió avergonzada.

—Victoria—Ya puede voltear.

Dijo después de abotonar su blusa.

—Arthur— Quise venir personalmente a traer unas bellas rosas rojas, para usted.

—Victoria —No hace falta que la trajera personalmente señor Belf. Es más puede llevarlas de regreso con usted.

—Arthur—Pensé que eran de su agrado, ya que nunca las devolvió.

Arthur señaló cada espacio del departamento, donde Tanya había puesto en jarrones las flores.

Victoria bufo, después de que saque al señor Belf de su departamento, le ordenaría a Tanya tirar todo.

—Victoria —Sí esas flores están ahí, no es por mí.

Soltó en seco. Miró su reloj de mano, estaba impaciente por qué se fuera.

—Victoria —Lo acompaño a la puerta.

—Arthur —Acepta cenar conmigo esta noche.

Le pidió Arthur, antes de que lo sacara de su departamento.

—Victoria—No.

—Arthur—Mañana.

—Victoria —No.

—Arthur —Pasado mañana.

—Victoria —Así continué, con todos los días de la semana, del mes o del año, mi respuesta seguirá siendo No, señor Belf.

Arthur se sintió intrigado, como podría hacer que esa mujer aceptara una simple cena con él.

—Arthur—Bien, por este día me daré por vencido.

Victoria abrió la puerta, para que se marchara.

—Arthur —Pero eguiré llenando su departamento de flores, hasta que acepte una cena conmigo.

Dicho eso, salió del departamento.

—Tanya —Es muy guapo y tiene mucho interés en ti.

—Victoria —Pero yo no.

—Tanya —Deberías aceptarle una cena, tal vez así deje de enviarte estas bonitas flores que tanto te molestan.

—Victoria —Sabes que eso no es posible, donde se entere Rupert me hace la vida más difícil.

—Tanya—Vika, ¿Y si dejamos el departamento?. Podemos buscar algo cómodo aunque sea chiquito, y yo puedo...

—Victoria —Tanya, ese tema está zanjado.

—Tanya—Pero Vika...

—Victoria —Ya perdimos el negocio que nuestros padres nos dejaron, ya no me puedo permitir perder el departamento también.

Victoria tomó su bolso.

—Victoria —No llegues tarde al colegio.

Salió de su departamento molesta, no quería quedarse sin lo poco que aún quedaba de sus padres.

Pasaron cuatro semanas más, donde no solo llegaban arreglos florales muy bellos, sino también cajas de trufas de chocolates finos, a su departamento. Tanya había subido un poco de peso, por comer cada caja, que llegaba para su hermana Vika.

Cada dos días Rupert recogía a Victoria, la llevaba a reuniones de negocios y eventos importantes, le gustaba presumir la hermosura rusa que tenía a su lado. Ella siempre tenía que actuar cariñosa a su lado, con una sonrisa tonta y lo más complaciente posible.

En cada reunión y evento, donde Weisz asistía con la hermosa rubia, nunca faltaba Arthur. Siempre llegaba con esa aura imponente y una sonrisa que podía descolocar a cualquiera, excepto a Victoria.

Rupert dejó sola a Victoria para hablar con algunos de sus socios. Ella aprovechó el momento para salir un rato al balcón, no le gustaban las fiestas ostentosas donde únicamente asistía la hipocresía y la soberbia.

Su cuerpo temblaba un poco, pues la noche era muy fría y no llevaba puesto su abrigo.

Arthur apareció detrás de ella, aspiro el aroma de su perfume que se mezclaba con el viento frío. Noto su temblor y de inmediato se quitó su abrigo y lo coloco en sus hombros para abrigarla.

—Arthur—¡Listo!

Susurro cerca de su oído. La piel de Victoria se erizó.

—Victoria—Gracias.

—Arthur—No hay por qué.

Rupert conversaba con otro empresario, cuando giró su rostro hacia el balcón y divisó a Arthur Belf, muy cerca de Victoria.

Victoria abrió la cigarrera plateada y se llevó uno a la boca. Arthur metió su mano al bolsillo de su pantalón para sacar un encendedor y se inclino hacia su boca, para encender su cigarrillo.

—Arthur—¿Siempre fumas a escondidas?

Victoria poso su vista en esos ojos grises.

—Victoria —¿Me has espiado?

—Arthur —No, solo soy observador.

—Victoria —Claro.

Ella inhaló el humo, para después expulsarlo con sensualidad. Arthur miraba sus labios con deseo de probarlos. Se acercó más a ella y tomó el cigarrillo de sus dedos para darle una calada y después lo devolvió a sus dedos, con una sonrisa encantadora. Ella se sintió extraña por la cercanía de Arthur.

—Arthur—Deberías dejarlo un tiempo, a la larga te hará daño.

Victoria no le dio importancia a su comentario. Lo cierto era que Victoria no solía fumar mucho, solamente fumaba un cigarrillo los días que veía a Rupert. Era meramente para dejar salir el estrés y sobre todo, para molestarlo.

Arthur se centró en los ojos azules de Victoria, ella desvió su mirada por lo incómoda que la hacía sentir.

—Arthur —¿Dime, que puedo hacer para que aceptes cenar conmigo?

Victoria regresó su mirada en él.

—Arthur—Solo será una noche.

—Victoria—Nunca dejará de insistir, ¿Verdad?

—Arthur—No. Cuando algo me interesa, suelo ser muy persistente.

—Victoria—Imagino que esa "persistencia" se desvanece cuando termina por llevarse a la cama, a la mujer que dice interesarle.

—Arthur—No. Por lo regular cuando algo me interesa y lo obtengo, no vuelvo a soltarlo nunca.

Arthur hablaba más de negocios que de mujeres, y es que en realidad nunca ha sido un hombre de saltar de cama en cama. Y las novias que ha tenido, las podía contar con los dedos de una mano. Era un inexperto en el tema de la conquista.

—Victoria —¿Me está diciendo que si acepto una simple cena con usted, no saldrá de camino, nunca?.

—Arthur— ¿Tendría algo de malo si así fuera?

—Victoria —Sí, lo tendría.

—Arthur —¿Por qué?

—Victoria —En primer lugar, por qué soy la amante de otro hombre, señor Belf.

Dijo ella con la mirada firme en él y sin expresión alguna, pero en el fondo Victoria se odiaba por tal bajeza, que había aceptado.

—Victoria —Y en segundo lugar, porque no estoy interesada en involucrarme con alguien más.

—Arthur—¿Pero por qué quiere seguir siendo la amante, cuando puede ser la novia?

—Victoria—No me interesa ser la novia de nadie. Soy feliz así con lo que soy.

Lo último que Victoria quiere en su vida, es a otro hombre con aires de todo poderoso, que arruine más su vida.

—Arthur—Entonces ponga un precio. Pagaré lo que sea por una noche con usted.

Arthur pasó de desear una cena con ella, a pedirle que pasara una noche con él.

Victoria estaba incrédula a lo que había escuchado, pero que más daba lo que él, le haya propuesto, si ella misma había recalcado que era la amante, aunque no haya sido por decisión propia.

Llevó el cigarrillo a sus labios rojos por última vez, inhalo el humo y cerró los ojos al expulsarlo.

—Victoria —Mi precio, son cien mil libras la noche, señor Belf.

Soltó ella con altivez, guardaba en su pecho la esperanza de que eso detuviera su insistencia y la dejara en paz.

—Rupert —Victoria.

La llamo Weisz, detrás de ellos.

Victoria se dio media vuelta para irse, entró al salón y no detuvo su andar hasta llegar a Rupert.

El la tomó de la cintura y le sonrío amable, pero sus ojos negros destella Ban los celos.

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Comments

María Antonia Ramírez Torres

María Antonia Ramírez Torres

esta loco ese tal Rupert

2023-12-05

6

María Antonia Ramírez Torres

María Antonia Ramírez Torres

ufff que fuerte

2023-12-05

2

Lectora Nocturna

Lectora Nocturna

No me parecería nada extraño qué el tal Rupert tuviera algo que ver con la repentina ruina de los papás de Victoria, está demasiado podrido como para dárselas de Salvador. 🧐🤔

2023-11-20

4

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