Capítulo XII

Arthur Belf no había aparecido por el departamento de Victoria, no habían aparecido arreglos florales como todas las mañanas y no había llamadas de él.

Bueno, ni siquiera tenía su número telefónico para llamarlo.

Victoria estaba sentada frente a su pequeño escritorio, observaba las últimas flores que comenzaban a marchitarse.

—Max—¿Te quedarás el resto de la noche observando las rosas?

Pregunto un hombre con una sonrisa amable y un poco de coqueteo. Victoria miró hacia la puerta donde estaba su compañero y le sonrío de vuelta con amabilidad.

—Victoria—Perdí la noción del tiempo.

—Max—Vamos te acompaño a tomar un taxi.

Victoria asintió, tomo su bolso, el abrigo y camino junto a su compañero de trabajo a la salida.

El hombre era alto, pero no más que Arthur, tal vez tenía la estatura de Victoria, su cabello era un rubio oscuro, sus ojos de un color avellana y una perfecta mandíbula cuadrada, muy guapo y simpático. Sonreía mientras caminaba a lado de Victoria, pues no existía oportunidad que desaprovechara para acercarse a ella.

—Victoria—Gracias.

—Max —De nada, espero la próxima vez me permitas acompañarte hasta tu casa. No es bueno que siempre andes sola por la noche, Victoria.

—Victoria — Tal vez tengas razón.

Respondió ella, ya que en las últimas noches que salía de su trabajo sentía que alguien la seguía.

Un taxi se detuvo frente a ellos, el hombre le abrió la puerta como todo un caballero, ella iba a entrar al taxi cuando el hombre intento besarla. Victoria giró el rostro evitando la intención de aquel hombre.

—Max—¿Qué pasa Victoria? ¿Qué no era lo que querías?

—Victoria—¿Qué? En ningún momento pedí que me besaras, Max.

—Max—Hay por favor Victoria, son muy obvias las señales que me mandabas para qué me acercará a ti.

Victoria lo miró incrédula.

—Victoria—No confundas las cosas Max, solo era amable con un simple compañero.

El hombre sintió su ego herido.

—Compañero—Pues debería de hacerte feliz que yo me haya interesado en ti a pesar de todo lo que dicen, que no eres más que una zorra.

—Victoria—Lo que tú y el resto de las personas hablen de mí me tiene sin cuidado.

Soltó Victoria con molestia, el hombre tenso la mandíbula eh intento besarla de nuevo, pero esta vez Victoria le volteo el rostro de una fuerte cachetada.

El taxista viendo la escena salió del auto.

—Taxista —¿Necesita que le ayude a que el señor entienda lo que es un No señorita?

—Victoria—Ya no es necesario, gracias.

Victoria se subió al taxi cabreada, dejando al hombre sobándose la mejilla con enojo.

—Compañero —Esta me la pagas, Victoria.

Escupió con mucho enojo.

Arthur viajó por varios días a N. Y. Quería conocer a los mellizos de Emma y Sebastián. Además de usarlos como distracción para pensar en Victoria.

Emma puso en sus brazos al pequeño Samuel.

—Arthur—Emma, no creo que sea una buena idea.

El pequeño Samuel comenzó a llorar a todo pulmón en sus brazos, Arthur miraba a Emma desesperado.

—Olivia—Relájate cariño, solo es cuestión de hacerlo sentir cómodo en tus brazos.

Arthur movió al bebé intentando calmarlo, pero el llanto no cesaba y Emma tuvo que tomarlo de vuelta. El pequeño Samuel, al sentir los brazos de su madre calmo el llanto y cerró sus ojos cayendo en un profundo sueño.

—Susan —No te preocupes, te tomará tiempo pero ya aprenderás, estarás listo para cuando tengas tus hijos con la señorita Varley.

Arthur la miró con mala cara.

—Olivia—¡Susan!

—Susan —Solo me adelanto al futuro.

—Emma—Ni de broma lo digas, Susan.

—Arthur—¿De que hablas Susan?

—Susan—De que ya están preparando tu compromiso con la señorita Varley.

Soltó con burla, para su hermana era un placer molestarlo. Arthur miró inmediatamente a Olivia, quien reprendia con la mirada a Susan.

—Olivia—Ningún hijo mío se comprometerá a menos que así lo desee.

—Andrew —Y sea por amor.

Dijo Andrew entrando a la habitación, donde se encontraba su esposa con sus hijos. Camino hasta Olivia, deposito un tierno beso en sus labios y se sentó entre ella y Arthur.

—Andrew—El señor Varley quiere formar una sociedad con nosotros, pero para asegurarla quiere comprometer a su hija Jessica contigo. Claro esta, que esa es una decisión que solo tu puedes tomar. Tu madre y yo nunca te obligariamos a hacer algo que no te haga feliz.

—Emma—Para nosotros no es necesario formar una sociedad con esa familia. Son ellos los que necesitan de nuestro apellido, para hacer crecer más su empresa.

—Arthur—No te preocupes Emma, sea cual sea la situación, nunca aceptaría casarme con loca de Jessica.

—Andrew—¿Y como van las cosas en tu empresa, Arthur?

—Arthur—Bien, tal vez necesite un nuevo socio.

—Andrew —Tu madre y yo podemos ser ese nuevo socio.

—Arthur—Se los agradezco pero me negaré de nuevo.

—Andrew—Podemos hacer una buena inversión en tu empresa y así tus proyectos...

—Arthur —Gracias papá, pero quiero que esta empresa esté hecha con mi propio esfuerzo.

Olivia soltó una pequeña risa al escuchar las palabras de su hijo Arthur, era igual de orgulloso que su esposo cuando era joven.

—Andrew—Entiendo, pero no dudes en acudir a nosotros si llegas a necesitar un inversionista u otro tipo de ayuda.

—Arthur—Serán los primeros que tenga en mente.

Emma camino hasta la cuna y acostó al pequeño Samuel, junto a su hermana Amanda quien dormía plácidamente.

—Arthur —¿Cuando estarán de regreso a Inglaterra?

—Olivia—Mañana viajaremos de regreso a Londres, para estar presentes en el evento de tu empresa.

—Susan —Yo ya tengo el vestido.

Dijo Susan emocionada.

—Emma—Solo harán falta mi abuela Amanda y la tía Alba.

—Arthur—¿Saben cuándo llegarán de su viaje?

—Olivia—Aún no lo deciden, al parecer les faltan muchos lugares por recorrer.

—Andrew —Es extraño que se ausenten mucho, ¿no crees cariño?

Y entonces Olivia se quedó absorta en su pensamientos. Ya había notado algunas actitudes extrañas en Amanda y Alba que la tenían inquieta.

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