¡UN MILLÓN POR DIEZ NOCHES! (Dinastía Belf III)
LONDRES.
Un bello día había llegado a Londres, la nieve caía en las calles y las tupía todo de blanco, digno de una postal para Navidad.
Arthur bebía su café negro, caliente, parado frente a la ventana de su oficina. Observaba con alegría el paisaje que le brindaba Londres, esa mañana fría.
—Secretaria—Joven Belf, su cita con el señor Weisz, es en media hora.
La secretaria caminó balanceando las caderas de forma sensual hasta el escritorio de caoba negro y se sentó en la silla, con una libreta en las manos.
El teléfono de Arthur vibró en el escritorio, él giró para tomarlo y esbozó una sonrisa amplia, al abrir la notificación.
—Arthur —Quiero que llames a la florería más prestigiosa de N. Y. y ordenes dos arreglos florales. Los más bellos y costoso para Emma y que los envíen al hospital enseguida.
—Secretaria —Entendido, ¿Algo más que necesite joven Belf?
Arthur negó con la cabeza, tomó su abrigo de su silla de cuero negro y salió de su oficina.
La secretaria mordió su labio inferior cuando él le dio la espalda para retirarse y no era para menos.
El joven Belf de ojos grises, era muy bello ante la vista de cualquier mujer.
Arthur llegó donde lo esperaba Randall, su chófer y guardaespaldas.
—Arthur —Restaurante, Quirón.
—Randall—Enseguida joven, Belf.
Esa mañana había poco tráfico, para la suerte de Arthur. El auto se detuvo frente al restaurante Quirón, dentro del restaurante lo recibió una hostess muy guapa, quien inmediatamente le sonrío de manera coqueta.
—Hostess—Bienvenido, señor Belf. Lo llevó a su mesa.
Arthur asintió con la cabeza y camino detrás de la chica, sin prestarle atención.
—Hostess—¿Alguna bebida que desee tomar el señor?
—Arthur—Un vaso de Cognac Rémy Martin, por favor.
Respondió sin mirarla.
—Hostess—Enseguida.
La chica salió pronto de su vista, buscando una mesera que atendiera rápido al señor Belf.
—Rupert Weisz —Señor Belf.
Arthur giro en dirección al hombre que lo llamó.
Se levantó enseguida para darle la mano a aquel hombre.
—Arthur—Señor Weisz, por favor.
Señaló el asiento a su lado. El hombre de mirada oscura desabotono su saco y se sentó frente a él.
—Rupert— Analice su propuesta y me pareció muy interesante.
—Arthur —Las ganancias que se obtendrán en medio año son el triple de lo que será invertido por usted.
—Rupert —Estoy convencido de que será así.
Rupert trono los dedos y un señor de mediana edad se apresuró a entregarle un folder.
—Rupert—Cerremos el trato.
Le entregó el contrato y una pluma de oro, con diminutos diamantes incrustados. Al hombre le gustaba alardear de su dinero.
Arthur tomó la pluma y firmo.
La mesera se acercó a ellos y coloco una botella de Cognac y dos vasos, en la mesa.
—Rupert —Brindemos, señor Belf.
Rupert trono los dedos de nuevo y él asistente tomó el folder y lleno inmediatamente los dos vasos con el líquido.
—Rupert—¡Por una buena sociedad!
—Arthur—¡Salud!
Arthur se llevó el vaso a su boca y bebió el líquido. Dejó el vaso sobre la mesa y el asistente de Rupert deprisa lo volvió a llenar.
Arthur levantó la mirada hacia él para agradecerle, pero su intención se vio robada por la figura de una hermosa mujer.
La mujer de cabellos dorados y ojos azules como el zafiro, caminaba en dirección hacia ellos, sin apartar la vista de Arthur.
Su andar era glorioso y altivo, que el corazón de Arthur daba un palpitar desbocado.
La mujer llegó hasta ellos, se detuvo a lado de Rupert Weisz y se inclinó hacia él para besar sus labios, él tiró de su mano y la sentó a su lado.
Ese acto incómodo a Arthur, pero continuo sin expresión alguna frente a ellos. Tomó su vaso y lo llevo a su boca, pero esta vez bebió el líquido ámbar de manera lenta y sin quitar la vista de aquella hermosa mujer.
—Rupert—Sírveme otro trago.
Ordenó con un tono gélido a la mujer. Ella se levantó para tomar la botella y vertió el líquido en el vaso.
Y mientras Weisz continuaba hablando de negocios, Arthur recorría con la mirada a su compañera. Ella podía sentir la intensidad con la que Arthur la observaba, levantó la vista hacia él y por un instante acaparó toda su atención.
Rupert la cogio del codo, para sentarla de nuevo a su lado.
—Rupert —Esta misma tarde mi contador hará la transacción de mi dinero.
Arthur asintió con la cabeza. El asistente de Rupert se acercó a él, para hablarle con discreción al oído.
—Rupert —Disculpen, debo tomar una llamada importante.
Se levantó para alejarse de ahí y tener privacidad. Arthur poso de nuevo su vista, en la mujer de cabellos dorados.
No era la primera rubia que él conocía, pero sí la primera que dejaba un impacto en él.
—Arthur—¿Puedo servirle un trago?
Pregunto con un tono de voz agradable. La mujer negó con la cabeza.
Ella sacó de su bolso de mano, una cigarrera plateada con la inicial "V ". Extrajo un cigarrillo largo y lo llevó a sus labios.
Arthur se recriminó por no llevar un encendedor en ese momento. Pero para su fortuna, la mesera se acercó a ellos y él pudo conseguir algo de fuego para la hermosa dama.
Se inclino hacia ella, para encender su cigarrillo. La mujer le sonrío como gesto de agradecimiento, se reclino en el respaldo de su silla, he inhaló el humo y lo expulsó con los ojos cerrados.
Radiaba sensualidad con la manera que lo hacía, era tan atrapante para Arthur que sus ojos se dilataban con cada bocanada de humo, que ella expulsaba de sus finos labios rojos.
Rupert volvió a su asiento y giro el rostro con molestia hacia su acompañante.
—Rupert —Ti zhe znayesh's ya nenavizhu kogda ti kurish / Sabes que detesto que fumes.
Le reprocho el hombre entre dientes, le quito el cigarrillo de la mano, de manera tosca y lo apagó. La mujer curvo los labios en una sonrisa amarga. Para Arthur fue molesto.
—Rupert —Por ahora me retiro, tengo asuntos importantes que atender. Espero verlo en la noche, señor Belf.
El hombro se levantó junto a Arthur y la mujer a su lado los siguió.
—Arthur—Le aseguró que así será.
Expresó Arthur. Desvío su mirada por un segundo en la acompañante de Rupet.
Ella alzó la mirada hasta sus ojos, si bien Arthur le había parecido un hombre muy atractivo, pero no tenía ningun interes en otro hombre rico y narcisista, que se creyera dueño del mundo.
La pareja salió del restaurante, Arthur se sentó de nuevo en su silla y se quedó observando la figura de la mujer, hasta que salió de su vista.
El no era un hombre que creyera en las fantasías del amor a primera vista. No, para él esto, había sido atracción física y era mutua.
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Comments
Momys.rub
Pues papito estas como me lo recetó el doctor..
Si ella No quiere, aquí te espero!!!!
Ahahaha
2024-08-21
0
Lita
Esta pollito Arturh, buen colágeno aguanta jajjajaja
2024-04-01
7
Maura Pericana
es un bebé todavia
2024-01-21
6