La playa

Capítulo dieciocho

Julia estaba muy frustrada. Había trabajado mucho para llegar ahí, necesitaban hacer pruebas para asegurarse que el medicamento funcionaría en humanos.

–Estaba pensando algo –dijo Fred un poco incómodo, no esperaba tener que decirle eso a Julia–. Tiene que entender que lo que le voy a decir es poco ético.

–Dígame doctor. Se supone que estoy aquí para escuchar todas sus ideas –dijo Julia expectante.

–Estaba pensando que usted y yo podríamos tomar la droga en diferentes momentos e ir monitoreando los resultados –Fred estaba avergonzado. No solo quería romper las reglas, sino que ahora estaba incitando a Julia. Ella pareció sorprenderse–. Lo sé, es una locura. Desestime mis palabras.

–No. No creo que esté loco –Julia estaba pensando en lo contradictorio que parecía Fred como persona, siempre tan formal y ahora estaba rompiendo las reglas–. Es solo que deberíamos hacerlo en un lugar más privado. Por si las cosas se salen de control.

La realidad era que ahí entraban y salían muchas personas a diario. Ya que la empresa tenía varios proyectos y algunos empleados iban al laboratorio a buscar algunos componentes o a usar los equipos.

–¿Lo dice en serio? –preguntó él sorprendido. No podía creer que Julia aceptara.

–Doctor Stephen Son, esta droga podría salvar la vida de miles de mujeres al año. Por supuesto que lo ayudaré –dijo Julia entusiasmada.

Solo esa semana había escuchado que en el país se había hecho la compra ilegal de afrodisiacos de casi medio billón. Era hora que las personas que usaban ese tipo de droga para abusar de otros perdieran su dinero.

Cuando terminaron de preparar el laboratorio secundario para sus investigaciones al siguiente día, Julia volvió a su casa. Se puso un bello vestido blanco, era fresco para estas tardes calurosas. Mientras se arreglaba el cabello su teléfono sonó, al responder escuchó la voz de George. Este le dio las indicaciones para que pudieran encontrarse.

–Esta bien. Nos vemos en un rato –dijo ella y colgó. Se pintó los labios con un labial permanente y buscó su bolso.

Al salir del departamento llamó el ascensor. Vio que aún seguían en reparación los otros tres. No entendía como podían tardar tanto en repararlos. Cuando el ascensor llegó a su piso y se abrió se encontró de frente con Nick.

–Guau Julia. Te ves hermosa –le dijo este. Al parecer había ido a comprar comida para él y sus hermanos.

–Hola Nick –dijo ella incómoda mientras lo dejaba salir del ascensor para después entrar ella. Quería irse pronto, no tenía ganas de darle explicaciones.

–Vas a salir, me imagino –dijo Nick aun admirándola.

–Sí, saldremos con unas amigas –ella le estaba mintiendo y lo sabía, pero no podía decirle que iba a revolcarse con su hermano.

–Cuídate y que lo disfrutes –Nick sonrío tras decir eso y se despidió de ella.

Julia se sintió avergonzada. Al llegar a la puerta de su edificio vio el automóvil que George le dijo que la llevaría. El conductor del automóvil se bajó para abrirle la puerta para que esta entrara. El viaje fue más largo de lo que Julia esperaba. Se había puesto muy ansiosa.

Finalmente llegaron a una casa en la playa, parecía acogedora. No se oían ruidos ya que estaba alejada de la ciudad. Solo se escuchaban las olas romper contra los pilotes que sostenían la casa de madera. Por un instante le recordó a la casa de sus padres en el pueblo.

George la esperaba en la puerta, llevaba una camisa abierta mangas cortas de color gris y unos shorts blancos. Se veía muy bien. Todo le quedaba bien a George. Él fue hasta el coche a recibirla.

–Te ves hermosa –George estaba extasiado al ver a Julia descender del automóvil. Se había puesto un vestido muy lindo, que resaltaba su ternura, pero a la vez se había maquillado. Él había revisado sus datos después de saber su edad y no podía creer que tuviera casi treinta años.

–Gracias –ella sonrió–. ¿No te parece un poco lejos?

Él tomó su mano y la acompañó hasta el interior de la casa.

–Dijiste que querías poder gritar sin restricción. Sin que nadie te pudiera escuchar –dijo George y se detuvo para admirarla cuando lo hacía.

Julia lo miró y cuando él iba a besarla ella se apartó y siguió caminando por la casa. Él fue tras ella y la abrazó.

–¿Es mucho? Creí que esto era más apropiado que un motel. No quiero que pienses que te trato como…–dijo sin terminar mientras besaba el cuello de Julia.

Ella sonrió y después de apartarse de él se sentó en el sofá. Se veía muy segura de sí misma.

–¿Cómo qué? ¿Una prostituta? –preguntó ella sin poder dejar de reír.

Él la obligó a levantarse para tenerla nuevamente entre sus brazos. No quería apartarse de ella y la conversación estaba tomando un rumbo que no le gustaba.

–Es gracioso –dijo ella y con un movimiento rápido lo empujó contra el sofá que estaba detrás de él–. Un hombre, si tiene relaciones con regularidad es considerado viril, hasta sano.

Ella se sentó sobre él y le comenzó a desprender la camisa mientras rozaba su torso.

–Ahora, si una mujer decide tener el mismo tipo de conductas –dijo y lo saboreó como a un helado–. Así, sin ataduras ni compromisos…solo es una puta. Ilógico ¿no?

–Pareces una mujer con mucha confianza –George no podía quitarle los ojos de encima.

–Solo sé lo que quiero –Julia deseaba jugar un rato con él. Le gustaba cuando ponía esa cara de sorpresa.

–¿Si? –George no pudo evitar besarla, tenía que probar esos labios otra vez–. Me gusta que sepas lo que quieres.

Ella acompañó el beso del hombre hasta que los dos se quedaron sin aliento. George estaba seguro que no tenía que seguir hablando, pero aun así la duda lo carcomía por dentro.

–Me da curiosidad –dijo mientas acariciaba los labios de Julia, llevaba labial pero no se salía. Era una chica muy astuta–. ¿Por qué el otro día Andrew tuvo que ayudarte?

–Eso es algo privado y nosotros no tenemos ese tipo de relación –le aclaró Julia. No deseaba hablar de Mauro–. Además, vinimos a pasarla bien después de todo ¿No te parece?

Autora: Osaku

Todos los hechos y personajes de esta novela pertenecen a la ficción. Cualquier semejanza con la realidad son pura coincidencia.

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