En tu infierno
Capítulo veintiuno
El mozo se acercó a nosotros y antes de que pudiéramos decir algo nos sirvió dos copas de vino.
—El señor quiere que pruebe esta cosecha y le diga que le parece —indicó, esperó a que Bernardo probara el vino.
Una vez que este lo aprobó, el mozo nos trajo la carta, pero Bernardo la alejó.
—La señorita y yo comeremos la especialidad del chef —dijo él sorprendiendo al mozo. Quien rápidamente nos abandonó para entrar en la cocina—. Eso los tendrá entretenidos por un rato. Ahora puedes decirme lo que piensas con tranquilidad.
—Entiendo. Creo que todos los departamentos eran muy bellos y parecían seguros, pero no creo que estén dentro de mi presupuesto —indiqué y tomé un sorbo de la copa de vino que acababan de servirnos.
—Perdón por la confusión, pequeña. Es que no están en alquiler, están a la venta —me dijo sonriendo mientras miraba su teléfono.
—Si estás ocupado y te necesitan puedo entenderlo —le comenté al ver su rostro concentrado en el teléfono.
—No, me pediste ayuda después de casi un año de que nos conocemos. Así que hoy soy solo tuyo —dijo y me mostró cómo apagaba su teléfono—. Quiero saber la verdad, ¿solo el dinero es el problema? —me preguntó y yo le sonreí.
—En realidad me parecieron algo ostentosos. No necesito un departamento para vivir donde tenga cinco habitaciones. Con una me basta —aseguré mientras comía un bocado del salmón que acababan de servirnos.
—Nunca conocí una mujer como tú en este ambiente. Todas buscan tener siempre más, más de mí, más de mi dinero —indiqué, y me acarició el rostro con el pulgar.
Tomé su mano con la mía, la presioné sobre mi cara y cerré los ojos. Al abrirlos separé su mano de mi cara y luego me aparté un poco de él.
—No voy a negarte que me gusta cómo me tratas. Pero no soy del tipo de mujer que se va a dejar dominar a cambio de dinero. Si bien anoche te mostré mi vulnerabilidad, no voy a permitir que nadie se meta en mi carrera y voy a seguir escribiendo. La persona que me intentó asustar anoche solo me mostró que debo cambiar algunas cosas en mi vida, nada más —le expliqué, mirándolo a los ojos.
—Entiendo. No voy a presionarte. Porque no quiero que huyas de mí. Me gustaría que siguieras contando conmigo. Es más, te traje un regalo —comentó y sacó una caja de cuero, dentro de ella había un arma pequeña, una pistola—. Sé que tienes licencia y que tienes un arma a tu nombre. Así que pensé que podía regalarte esto para que te acompañe en la cartera cada vez que salgas.
Él me estaba dando información personal mía, eso era bueno. Sabía cosas de mí, tenía los recursos para investigar. Y quería que lo supiera, por lo que era un poco egocéntrico.
—Nunca vi un arma así —exclamé sorprendida, y la agarré. Al ver el arma con atención parecía un modelo modificado.
—Otra mujer en tu lugar se habría espantado, pero a ti te emociona. Es el destino —me aseguró, y se empezó a reír.
Dejé el arma en el estuche tras devolverle una sonrisa pícara y me explicó que era un modelo exclusivo.
—En tu departamento había joyas. Me da curiosidad saber sobre ello —me reclamó, mirándome fijamente a los ojos.
—Me las regaló un amigo —comenté, y pareció molestarse y con algo de amargura—. ¿Por qué la pregunta?
—Si vendieras ese collar podrías pagar un departamento —me explicó, y me asombré
—No lo entiendo. ¿Cómo sabes que vale tanto? —pregunté con calma.
—Tu amigo no es el único que sabe hacer regalos caros —me indicó, algo afligido.
Le expliqué que no era el tipo de persona que vendía los regalos que le hacían. Ya que me parecía una descortesía hacia quien me los había dado. Y aunque necesitaba un departamento, no iba a hacerlo.
Él me miró sorprendido y me preguntó si yo siempre aceptaba los regalos de mis pretendientes. Le intenté explicar que no siempre, pero que, aun así, les dejaba claro que un regalo no significaba que yo iba a aceptar estar con esa persona. Perecía divertirle mis respuestas.
—En realidad no me importa con cuántos hombres has estado. Solo me gustaría que siguieras tomándome en cuenta —me aseguró, y me dio la mano.
Acepté sus caricias y sus halagos solo para no incomodarlo. Su admiración y afecto por mí parecían genuinos, por lo menos por ahora.
Me contó que había un departamento que deseaba que viera. Por lo que luego de que termináramos de almorzar nos subimos a su coche y fuimos a verlo. Era un edificio que estaba a diez cuadras de mi trabajo. Subimos al ascensor y nos llevó al último piso. Era un edificio nuevo. Estaba lleno de cámaras y había seguridad en la puerta.
—Este lugar es perfecto —indiqué, mostrándome alegre. Él sonrió y me tomó de la mano. Entramos y me di cuenta de que era exactamente lo que buscaba —¿Cuál es el precio de este lugar?
No podía ocultar mi dicha. Era el lugar indicado para mí. Las cámaras por todos lados, la ubicación del lugar. Incluso por dentro, era espacioso, pero no ostentoso.
—Este edificio es mío, por lo tanto, el departamento también —aclaró, y mi sonrisa se volvió amarga.
—¿Y por qué me lo mostraste si no está a la venta? —pregunté con angustia la cual desfiguraba mi rostro
Él se acercó a mí y me besó en la frente.
—Porque quiero … —dijo y se detuvo. Parecía tener miedo de continuar—. Quiero que negociemos.
La forma en la que lo había dicho hacía que me alarmara. Esto estaba empezando a complicarse. Pensé que solo me iba a pedir que nos revolcáramos en la cama, como compensación por ayudarme el día anterior, pero al parecer yo le gustaba más de lo que esperaba.
Tal vez no había pensado bien esta parte de mi plan. Bernardo era un hombre con muchísima influencia y si lo deseaba podía hacer que me doblegara ante él.
Autora: Osaku
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Comments
esterlaveglia
bueno con tal de que destruya al infeliz de Amadeo.... no importa que se queme en el infierno....total ya no es feliz y no parece que vaya a serlo 🤷♀️😵💫😰
2024-06-07
1
Scarleth Montano
upssss..ojalá Tania no pase d las llamas al bracero🤔🤔
2024-01-20
2
Anonymous
Esta mujer sigue en las mismas jugando con fuego pero ahora con otro hombre
2023-10-24
1