En tu infierno
Capítulo veinte
Había caído en su trampa y no había podido resistirme. No podía pensar en nada más que el deseo de terminar con ese cosquilleo infernal que sentía en mí con cada embestida que él daba. Amadeo aún era el único que lograba hacer que respondiera de manera tan salvaje y a la vez tan pasiva. Abandoné abatida las fuerzas que me quedaban. Una oleada de calor me envolvió por completo y sentí la debilidad que ese encuentro dejó sobre mí. Él se apartó lentamente, parecía abrumado cuando se fue al baño. Me di vuelta y miré mi reloj, habíamos estado casi dos horas haciéndolo. Entre cerré los ojos tratando de recuperar el ritmo de mi respiración y cuando los abrí, el ruido de la ducha ya no se escuchaba. Como él no estaba en la cama junto a mí, supuse que se había ido. Una nota sobre mi mesita de luz era su manera de despedirse.
Esto no se puede repetir. Aléjate de mí o te vas a arrepentir.
¿Qué quería decir con eso?
Fue él quien se había metido a la fuerza a mi departamento. Ese hombre era un demente. Había estado aburrido y decidió abusar de mí, medirme.
Aun así, de algo me había dado cuenta esa noche. Yo lo había subestimado. Y si bien estaba segura de que lo que hicimos nos gustó a los dos, tenía que tener cuidado. No podía volver a sentir algo por él más allá de lo carnal.
Me levanté adolorida. Tenía que empezar a tener relaciones más seguido si no quería que lo de anoche se repitiera. Tal vez con alguno de los tipos que vivían buscándome. Aparté esa idea de mi cabeza, no tenía tiempo para eso.
Me serví una taza de té y busqué en la computadora para ver cómo había quedado el video de la cámara en mi habitación. Ya que la información se guardaba en mi portátil. Tremenda fue la sorpresa que me llevé al notar que el disco no estaba. Él sabía que yo lo estaba filmando y borró el video. El desgraciado estaba aún a varios pasos delante de mí. Tiré la computadora contra la pared por la rabia.
—¡Maldito, te odio! —grité sin poder contenerme—. Voy a acabar contigo. Te arrastraré al vacío junto a mí.
Llamé a uno de mis pretendientes y le dije llorando que un hombre se había metido en mi casa. Me había amenazado por una nota que yo escribí, aunque no sabía cuál y que me había dicho que si seguía escribiendo me iban a matar.
Vino a consolarme y me rogó que fuera a su casa. Él quería cuidar de mí. Su nombre era Bernardo Lascialandare y era un empresario conocido por la venta y distribución de armas.
Nos habíamos conocido en una fiesta donde yo estaba como acompañante de un amigo suyo y desde entonces estuvo detrás de mí. Pero hasta ahora, pese a que todos los meses me enviaba regalos, yo solo le devolvía una tarjeta agradeciéndole el presente. Era un hombre apuesto, pero me llevaba unos diez años como mínimo.
Ya en su casa nos sentamos en el sillón frente a una chimenea de gas. Me trajo un vaso de agua y me empezó a hacer preguntas.
—¿Viste al hombre que te amenazó? ¿Sabes algo que pueda servir para rastrearlo? —preguntó con calma. Era un hombre calculador y frío cuando quería, al igual que yo.
Le dije que no a todo. Él tenía muchas formas de averiguar que había sido Amadeo quien había entrado esa noche en mi departamento y no iba a hacérselo fácil. Tenía que demostrarme su capacidad y sus contactos si quería estar conmigo. Ya que no sabía si era capaz de enfrentarlo, y si no lo era no me servía.
—Ya no me importa. Solo no quiero volver más a ese departamento —dije y lo abracé, a los hombres les encantaba vernos vulnerables, escasas de afecto. Era algo que Amadeo me había enseñado por las malas—. Perdón por molestarte a esta hora, pero no sabía a quién llamar.
Lo miré a los ojos para ver su reacción. Sonrió y me dijo que no le molestaba.
—Deseo ser de ayuda para ti —me indicó cuándo acariciaba mi cabeza—. Tienes el cabello muy largo. Me gusta así.
Al decir eso me recordó que pronto debía cortármelo. Ya habían pasado casi diez años desde la vez que tuve que raparme. Era irónico que ya ni mi cabello tuviera valor para mí.
Dormí en su cama, pero él no me tocó. Entendía, por cómo encontró mi departamento, que había más de lo que yo le contaba. Al día siguiente me prestó ropa y me acompañó a buscar algunas de mis cosas. Solo saqué lo indispensable.
Sabía cómo hacer que un hombre se preocupara por mí. No tome nada de valor. Solo ropa deportiva y mi computadora, aunque estaba hecha pedazos. Ya había escondido el pen en unas medias.
Al ser domingo pensé que iba a querer que pasara el día con él en su casa. Pero al parecer, tenía los contactos necesarios como para que alguien nos mostrara unas cuantas propiedades con seguridad extrema en la ciudad y alrededores.
Para el almuerzo fuimos a su automóvil a un restorán.
—Lo siento Bernardo, no puedo entrar —le dije avergonzada.
—¿Qué ocurre pequeña? —me preguntó al notar mi agobio.
—Es que este lugar es muy famoso y mira cómo estoy vestida —le dije abrumada.
En realidad, estaba tratando de medirlo. Tenía que ver qué clase de hombre era y cuan impaciente era capaz de ponerse por mí. No podía estar en las manos de cualquier loco. Si estaba mal de la cabeza, por lo menos tenía que ser capaz de hacer cualquier cosa por mí.
Bernardo me sonrió y me pidió que no me preocupara. Pidió una mesa en uno de los reservados para que nadie nos molestara ni nos sacara fotos incómodas.
—¿Y bien? ¿Qué te parecieron los departamentos que visitamos? —me preguntó con impaciencia, apenas nos sentamos
Autora: Osaku
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 93 Episodes
Comments
MaJose Selva
Ese apellido es un verdadero trabalenguas!!!! De donde sacas esos nombres?
2024-04-02
2
Mari Delgado Flores
Eres genial Ozaku, estoy intrigada por el desarrollo de la novela, dió un giro de 360°
2024-02-28
2
Noeruart
Hay mi loca...Bernardo es un lobo tan Alfa como Amadeo se van a matar por ti cachorra.🤭😁
2023-10-05
5