En tu infierno
Capítulo doce
Miré las tarjetas, lo que la mayoría no sabía era que yo hacía una investigación minuciosa de cada cliente antes de aceptarlo. Además de poner algunas reglas, como que no podía estar comprometido o casado. Cosa que ya le había mencionado a Amadeo.
La primera vez que hice este tipo de trabajo con un famoso casado. Causé que el magnate dejara a su prometida y quisiera que me casara con él. Esto le había traído muchos problemas al diario y me había dado una mala reputación que aún seguía circulando. Al punto de que tuve que aceptar tener relaciones con él una noche para que me dejara en paz. Lo cual filmé y guardé como respaldo para que no me siguiera acosando.
Prendí la computadora y me puse a ver mis correos. Uno en particular me hizo decidir qué hacer con el próximo cliente al que iba a seguir para hacerle una nota. No podía sentirme más feliz, salté de la silla y fui a la oficina de mi jefe. Después de decirle que la persona a la que iba a aceptar entrevistar era casada, me miró dubitativo. Le aclaré que no había problemas, ya que era uno de los candidatos a presidente, por lo que no iba a querer ningún tipo de escándalo. Mi jefe me dijo que tenía carta blanca, así que me fui a mi silla y concerté una entrevista con el señor Hernández Julio.
Tomé mis cosas y fui a mi casa a descansar. Había dormido muy poco por la pesadilla que había tenido. Después de meterme en la tina y colocar sales de baño, traté de relajarme, al menos un poco.
Por la tarde fui al cementerio a visitar a mis padres. Cambié las flores y me quedé un rato con ellos. Hacía años que no hablábamos. Cuando era pequeña siempre pensaba que todo pasaba por algo y que mis padres estaban ahí para tratar de protegerme. Aunque ya había entendido que en realidad me encontraba sola en este mundo.
La única persona que había sido capaz de darme la fuerza para continuar también había acabado conmigo. Por lo que, aunque yo seguía con vida, ya no era la misma persona. Y una vez que terminara con mi venganza me iría con mis padres y mi bebé.
Volví a mi departamento y me puse un traje para ir esa noche a la cena con el señor Julio Hernández, y su equipo. Él era senador en ese momento y estaba casado hacía varios años con una mujer bastante más joven que él. Pretendía llegar a las elecciones presidenciales y creía que hablar de su vida lo iba a ayudar a que las personas lo conocieran mejor.
—Entiendo, me encantaría poder saber más de usted y que las personas puedan ver a través del traje —le indiqué mientras tomaba la copa de vino—. Pero si de algo se caracteriza mi columna es en que no suelo omitir nada. Y aunque es usted quien va a decidir si se publica o no. Las personas ya me conocen, por lo que, si no nos permite publicarlo, el pueblo argentino puede pensar que usted oculta algo.
—Entiendo a qué se refiere —exclamó el senador Hernández mientras dejaba los cubiertos sobre la mesa—. Supongo que usted está tratando de decirme que siempre es sincera cuando escribe sus artículos.
—Así es, y no me importan las amenazas que puedan intentar hacerme en un futuro. Si usted cree que no puede mantener sus trapitos sucios en la oscuridad. No soy la persona adecuada para la labor —le aseguré.
Después de hacerle las aclaraciones correspondientes le di nuestro contrato de confidencialidad para que lo revisara su equipo. Y después de hablar un rato largo con sus asesores me fui.
Mi tío y mi abuelo me esperaban en la casa de mis padres para cenar. Mi abuelo sufría de Parkinson, y hacía ya ocho años que no podía hacer casi nada. Entre mi tío y yo le pagábamos a alguien para que lo cuidara en nuestra ausencia, pero cada día estaba peor. Se le olvidaban las cosas y se tornaba más y más agresivo.
—Sabes que te extrañamos —me recordó mi tío mientras comíamos.
—Lo sé, tío, lamento no venir tan seguido. Es que tengo mucho trabajo —le mentí a modo de excusa.
—Lo sé, cariño, y estamos muy orgullosos de ti. Es solo que nos preocupa tu salud. Estas todo el tiempo trabajando y si no en esas fiestas y sabes que puedes tener una recaída en cualquier momento —indicó mi tío Luis.
Él y mi abuelo habían sido un gran apoyo desde que arrestaron a mi tía por maltratarme. Luego de que quedara a su cuidado. Sin embargo, después de lo de mi bebé ya no podía verlos de la misma manera. Mi tío Luis solo tenía diez años más que yo, por lo que cuando vino a cuidarme no era mucho más grande que Charlie. Él se había convertido en un hermano mayor más que un padre.
Esa misma noche a la casa de mis padres llegó un sobre enviado por correo. En él estaba el contrato de confidencialidad terminado y corregido para entregar en mi trabajo. Así que tuve que ponerme a trabajar.
En ese momento, mi tío me miró molesto porque recién nos habíamos sentado a comer, y yo ya estaba con los papeles en la mano. La verdad era que no podía seguir perdiendo tiempo. Él decía que el trabajo me había quitado la vida y era verdad en cierto modo, pero también me había ayudado a encontrar una razón por la cual vivir, vivir para poder vengarme.
El estudio de mi papá había sido modificado, ya que mi abuelo no podía subir las escaleras y se había convertido su nueva habitación. Por lo que decidí ir a mi habitación a revisar los documentos.
Al entrar a mi cuarto, vi algunas cosas que tenía en la adolescencia. El abuelo había dejado todo como estaba. Al sentarme delante del escritorio vi una foto que no recordaba que seguía ahí. Era una con el grupo de debate y literatura al que iba en la secundaria con Rodrigo y Amadeo.
Autora: Osaku
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Comments
Anonymous
Pues ni sé cuánto tiempo voy a estar con la inseridumbre de que paso
2023-10-24
2
enith yojana garcia martinez
Tiene planes de vengarse y luego suicidarse?
2023-10-21
0
Raquel Cardenas
A qué Tania todo lo que a tenido que pasar?
2023-07-30
2