En tu infierno
Capítulo dieciséis
Mientras trabajaba con el senador Hernández hice mi tarea y estuve rastreándolo por más de dos semanas hasta que por fin lo encontré. Amadeo estaba en una reunión en el mismo edificio con nosotros. Ahora debía buscar la forma de que nos encontráramos.
Mientras estábamos en la suite con los colegas del senador Hernández, busqué un lugar para ir a almorzar y les propuse ir ahí al terminar la reunión. Ellos aceptaron gustosos.
—Senador, dígame donde consiguió una secretaria tan eficiente, así busco una —indicó uno de los hombres que se encontraba con nosotros.
—Permítame corregirlo. Ella no es mi empleada. La señorita Tania está escribiendo un artículo sobre mi vida. Fue recomendación de mis asesores —explicó el senador Hernández y todos sonreímos.
—Caballeros voy a ponerme algo más cómodo y nos vemos en el restorán a las 12.30 horas, si les parece —indiqué y todos se pusieron de pie para desprenderme.
Las reuniones que tenían estas personas eran agotadoras. Había mucha tensión, aunque solo estuvieran hablando de futbol.
Busqué entre mi ropa un vestido formal, pero que me permitiera agacharme con tranquilidad. Me puse unos zapatos con tacos, pero cómodos y tomé mi bolso. Cuando salía de mi habitación vi a una mujer que me pareció conocida. Ella iba hablando por teléfono y no me vio. A mí se me cayó el bolso y ella se detuvo a ayudarme.
—Lo siento, mucho. No me di cuenta y te llevé por delante —se disculpó y le sonreí.
—No hay problema. También fue mi culpa. Es que estoy apurada —le aseguré.
Nos saludamos y me fui con una sonrisa en el rostro. Ella era la esposa de Amadeo. Tal y como pensé, no pudo reconocerme.
Mientras me sentía victoriosa caminando por el pasillo, llegué al ascensor. Cuando la puerta se abrió vi a Amadeo bajar y me paralicé. No se suponía que nos viéramos todavía. Él me miró y bajó del ascensor. Yo subí y él volvió a subir.
—¿Qué crees que haces? —le pregunté molesta.
—Me acabo de acordar que me olvidé algo abajo —mintió, y apretó el botón de planta baja—. Me sorprende verte aquí, tengo entendido que solo está permitida la entrada a políticos esta semana.
Se paró frente a mí, demasiado cerca para mi gusto.
—Es que vengo con un político —espeté, y presioné el botón de otro piso.
No me anime a mirar su rostro. Necesitaba que nuestros encuentros fueran premeditados porque estas cosas no me ayudaban, ya que si no lo hacía apropiadamente podría explotar y decirle todo.
Me preguntó con quién estaba, pero no le dije. Lo ignoré y cuando el ascensor se detuvo me bajé. Cuando la puerta se cerró lo vi agarrando el celular. En ese momento mi teléfono sonó. Era un número desconocido. Al atender escuché su voz y sonreí. Hacerme la difícil había funcionado.
—¿Qué quieres, Amadeo? —le pregunté molesta.
—La verdad es que me estoy cansando de que me evites, esto ya no es gracioso. Debes entender que solo trato de ser amistoso contigo —indicó como todo un político
—Perdón, es que no necesito la amistad de alguien como tú. Además, estoy ocupada trabajando —dije y después de eso corté el teléfono.
Al encontrarme con el senador Hernández bajamos juntos al restorán. Hablamos con los empresarios y fue bastante grata la charla. Noté que alguien me miraba a lo lejos y tomé nota mental.
Uno de los empresarios me invitó a ir a un coctel esa noche con él. Le agradecí la invitación, pero lo rechacé. Le dije que de todas formas yo estaba invitada, así que capaz nos encontrábamos ahí, pero no podía aceptar su invitación porque me encontraría trabajando. Volví al hotel para prepararme para la fiesta y cuando llegué para pedir mi llave la recepcionista me llamó.
Parecía un poco alterada. Me comentó que tenía unos presentes para mí. Le agradecí y le pedí que me los diera.
—La verdad es que ya los dejamos en su habitación —dijo ella algo impaciente. Por lo que le di las gracias y subí.
Cuando llegué y abrí la puerta del cuarto me sorprendió la cantidad de cosas que había dentro. Para empezar, cinco bolsas de Chanel y cuatro cajas, dos de Cartier y dos de Jimmy Choo. Además de un ramo de rosas y globos con forma de corazones.
En la cama había un sobre, dentro había una nota.
«Me has deslumbrado, espero hacer lo mismo contigo en algún momento»
Luego sonó mi teléfono y al atender resultó ser David uno de los empresarios con los que había almorzado.
—Espero no haberte asustado. Pero sinceramente no sé qué tipo de mujer eres y cuáles son tus gustos o porque seguís soltera —me dijo con una dulce voz.
—No me molesta y me siento alagada, pero soy una mujer sencilla. Todas estas cosas son demasiado para mi gusto —le dije mientras revisaba las cajas y veía las joyas, la ropa y los zapatos que me había mandado.
—Lamento escuchar eso. Y me gustaría que aceptaras mis regalos, y si no es pedir mucho que los usaras esta noche en el coctel. El solo vértelos puesto es el mejor cumplido que podrías hacerme —dijo y luego de hablar unos minutos más nos despedimos.
Si bien me habían hecho regalos antes, nunca habían sido tan notorios los hombres que me pretendían. Esto podía ser un problema para mí, ya que me gustaba mantener perfil bajo y este hombre claramente no lo tenía.
Seguí mirando lo que me había mandado. Aunque no pensara quedármelo, al menos podía probármelo. Averigüé algunas cosas de la fiesta y de las personas que iban a estar ahí. Esta era mi oportunidad para acercarme a Amadeo.
Pronto iba a mostrarle mi verdadero rostro. Solo quedaba que su esposa también cayera ante mí y todo estaría listo. Me moría de ganas de arruinar sus vidas. Mi venganza estaba cerca de ser ejecutada. Y la iba a disfrutar como si fuera el mayor de los placeres de este maldito mundo.
Autora: Osaku
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Comments
PATTY10
Es bueno un poco de venganza ojalá no que de con ese tipo
2024-01-11
2
Noeruart
Está mujer tiene todo para encontrar el amor y se obseciono con ese pasado....que lastima.😔
2023-10-05
4
Raquel Cardenas
Cómo dicen la venganza es un plato que se come frío como le va a ir a Amadeo y a su esposa?
2023-07-31
3