¿Es culpa o es algo más?

Nick

–Quizá deberías resignarte –mascullo malhumorado mientras miro por la ventana.

He estado los últimos treinta minutos escuchando a mi hermano lloriquear por la modelo. Sé que según él la ama, pero sinceramente esto ya parece una telenovela, de las malas.

–No puedo, no lo haré, la necesito.

Coloco los ojos en blanco.

–No es sano necesitar a alguien para ser feliz, recuerda lo que hizo la muerte de papá con mamá.

Mi hermano gruñe molesto. –Lo sé, pero no puedo evitarlo. La he buscado por todos lados… Juro que solo me falta hablar con mi contacto en la Interpol y que la marquen como alerta roja.

–Estás loco.

–Lo sé, pero necesito saber que está bien, necesito saber si me extraña.

–A lo mejor la modelo ya está revolcándose con otro y tú estás llorando como un bebé –lo molesto.

Escucho un estruendo, como cada vez que le digo lo mismo.

–Ella no es así.

–Sí, claro, ella no es así –digo divertido–. Felicitaciones, hermano, entre todas las mujeres justo fuiste a dar con la única que es especial y diferente a las otras.

–Ni siquiera sé por qué te llamo –dice con la voz afilada.

–Porque necesitas un poco de cordura. –Miro hacia la ventana y veo a la Duquesa corriendo hacia el jardín–. Debo dejarte.

–Por favor –dice mordazmente.

Cuelgo y salgo de mi habitación y apresuro el paso hacia el jardín.

Me tranquilizo cuando la veo a lo lejos sentada sobre una banca, pero algo en su postura me dice que no está bien, y nuevamente me apresuro.

–¿Estás bien? –le pregunto cuando la alcanzo, a sabiendas de que no lo está.

Se gira hacia mi voz y es entonces cuando me doy cuenta que está llorando, y odio la sensación. Nunca he llevado bien ver a mujeres llorar.

Se seca las lágrimas lo más rápido que puede, pero es en vano, ya que éstas no dejan de caer.

–Lo estaré –susurra con sus enormes ojos tan tristes, que siento como la incomodidad aumenta–. ¿Por qué estás aquí? Es tu día de descanso.

–Porque tú estás aquí –respondo lo obvio y puedo notar que un poco de color vuelve a sus mejillas.

–¿Qué quieres decir? –pregunta titubeante.

La miro fijamente. –Eres mi responsabilidad, Duquesa.

Sonríe tristemente.

–Sí, es verdad, supongo que soy tu carga –susurra y en este momento, al escucharla tan derrotada, me gustaría haber cambiado mi forma de expresarme.

Últimamente estoy haciendo todo mal.

Me siento a su lado y puedo palpar como la energía entre nosotros cambia. La Duquesa se aferra a sus rodillas, con tanta fuerza, que siento el estúpido instinto de abrazarla y arrimarla en mi regazo.

Eres un idiota, Black. La mujer que está frente a mí no es una niña, y ciertamente debe tener a muchos hombres que puedan consolarla.

Me mira de reojo y la fuerza de su mirada aumenta la sensación de querer acercarme a ella.

Miro el enorme hematoma en su rostro y me siento culpable.

–George y su primo estarán por lo menos dieciocho meses en la cárcel –le informo para que sepa, que los bastardos que le hicieron eso, pagarán.

–El Marqués no dejará que eso suceda –dice derrotada.

–Ya lo creo que sí –mascullo, y siento el mismo odio visceral que sentí hace tres días cuando vi lo que le habían hecho–. Lo que te hicieron debe ser sancionado –insisto–. Siento mucho no haber llegado a tiempo, Duquesa –agrego sintiéndome culpable por cada moretón en su hermoso rostro.

Gira su cuerpo completamente y ambos nos miramos fijamente.

–Sí que llegaste a tiempo –replica–. Gracias por lo que hiciste, creo que no había tenido la oportunidad de agradecerte.

–Es mi trabajo –digo molesto por su agradecimiento, después de todo la golpearon, no debería agradecerme una mierda, debería culparme por todo esto.

–Lo sé –susurra.

Toma mi mano, y quedo en shock al sentir el tacto de su pequeña mano, creo que nunca había visto una mano tan pequeña en una mujer adulta.

Se siente cálida y suave.

Un pensamiento me inunda, ¿cómo se sentirá el resto de su piel?

Escucho un pequeño jadeo de sus labios y me empalmo completamente cuando un  deseo abrasador, tan ardiente como equivocado, consume mi cuerpo.

Nos miramos y ambos comenzamos a respirar con dificultad.

Maldita sea. Quisiera tomarla y subirla a horcajadas sobre mi regazo, para que sienta lo que provoca en mi cuerpo.

Mi respiración queda atascada en mi garganta al sentir los dulces y cálidos labios de la duquesa besando mis nudillos, uno a uno, y no puedo evitar pensar cómo se sentiría si besara otras partes de mi anatomía, sobre todo la parte que más la necesita en este momento.

Miro a mi alrededor y no veo a nadie, podría llevarla tras el enorme sauce y reclamarla, nadie lo sabría. Después de todo, la Duquesa sabe cómo funciona esto. Apuesto a que lo ha hecho muchas veces con sus amiguitos.

Mi cuerpo arde al imaginarla en los brazos de algún chiquillo, que apuesto no podría encontrar su miembro en la oscuridad aunque su vida dependiera de ello. Quizá la mujer que tengo al alcance de mi mano no ha sabido disfrutar del sexo. Los hombres jóvenes solo se preocupan de su propia satisfacción, yo podría mostrarle todo el placer que su cuerpo puede recibir.

Miro su rostro y veo una sonrisa, que me trae directo a la realidad.

Es mi clienta y es una mocosa malcriada por la que no puedo sentir otra cosa que molestia.

Me levanto rápidamente y quito mi mano de la suya, aunque juro que aun puedo sentir la calidez de sus labios en mis nudillos.

–No vuelvas a hacer eso –mascullo.

–Yo… lo siento –susurra titubeante y su rostro se torna de un blanco poco saludable.

–Solo no lo vuelvas a hacer. Ve a la casa –ordeno, pero la mocosa no se mueve. ¿Es que acaso no sabe las ganas que tengo de empujarla contra el tronco del árbol del sauce y mostrarle todo lo que se está perdiendo? –. ¡Maldita sea, vete ahora mismo! –grito cuando mi cuerpo se mueve hacia ella de forma automática.

Me mira asustada y corre hacia la casa como si la persiguiera el mismo demonio, que imagino no está tan lejos de su realidad.

En cuanto puedo respirar el aire, limpio del olor de su piel, me siento más culpable aún.

Fui un imbécil redomado, la chica no tiene la culpa que yo esté tan necesitado de sentir a una mujer.

Camino hacia la casa, y una vez dentro subo la escalera con destino a su habitación.

Golpe la puerta, pero no recibo respuesta.

–Soy yo –digo.

–¡Vete! –grita y sé que está llorando.

–Abre la puerta o la tumbo –digo impaciente.

–No lo harías.

Golpeo la puerta con mi cabeza. –No me tientes, niña –mascullo furioso con ella y conmigo.

Después de unos segundos la puerta se abre, y mi estómago duele al verla tan menuda y tan triste.  Antes no lo noté pero lleva un sweater ancho y unos pantalones de buzo, que a pesar de lo simple que es, me imagino, debe costar una fortuna.

–¿Qué quieres? –pregunta levantando su barbilla de forma desafiante, pero el temblor en su mentón la engaña.

Tiene miedo.

Entro y cierro la puerta a mi espalda, la Duquesa retrocede dos pasos.

Maldición, sí que me tiene miedo.

–No voy a hacerte daño. No tienes que tenerme miedo –susurro a la vez que avanzo despacio hacia ella.

Sus ojos se abren y su boca hace una mueca. –¿Crees que te tengo miedo? ¡Serás imbécil! –exclama indignada y camina hacia su tocador, y me da la espalda, sin embargo su mirada captura la mía a través del reflejo–. ¿Podrías irte, por favor?

–No –digo de inmediato.

Su respiración se vuelve errática. –Vete, no quiero ponerme en más vergüenza, por favor.

–¿Vergüenza?

–Sí, yo solo… por favor, no he tenido un buen día.

Buen día y una mierda, pienso molesto.

Me acerco y la obligo a mirarme. –¿Qué diablos te pasa?

Sus mejillas enrojecen, pero luego vuelve a levantar su barbilla. –¿Qué demonios te pasó a ti? ¿Crees de verdad que esta es la manera correcta de tratar con tus jefes?

–No eres mi jefa…

–Mi tía lo es, lo sé. Pero de todas formas no deberías tratarme como lo haces, ¡y menos gritarme como lo hiciste hace un rato! ¿Por qué lo hiciste? –pregunta en un arrebato.

Estamos tan cerca que nuestros cuerpos se tocan en todas partes. De hecho, la duquesa tiene su cabeza ladeada hacia atrás para poder mirarme, por la enorme diferencia de nuestras estaturas. Mis ojos bajan por su largo y blanco cuello, y juro que casi puedo saborearlo en mi paladar.

–Tu pulso está acelerado, Duquesa –digo mirando como la piel de su cuello late cerca de su vena, la que puedo ver gracias a lo blanco de su piel–. Pensé que dijiste que no me tenías miedo –susurro cerca de su oído, sin poder evitar rozar la tierna piel bajo su oreja con mi nariz.

Un estremecimiento recorre su cuerpo y por supuesto mi cuerpo reacciona endureciéndose, y como estamos tan cerca ella lo nota. Lo sé porque sus ojos se abren dos veces su tamaño.

Suelta un jadeo que me suena a gloria.

A la mierda todo. Acuno su rostro con fuerza antes de lanzarme al precipicio.

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Comments

Lesly Argumelo

Lesly Argumelo

soldado caido

2024-11-28

5

Irma Ruelas

Irma Ruelas

❤️😍😍😍🤨🫣😔

2024-06-12

3

Francisca Alcantara

Francisca Alcantara

/Drool//Drool//Drool//Drool/

2024-06-11

2

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