La mujer del cuadro

Nick

Miro molesto el caserón que tengo delante, que más que casa parece un castillo. Le pedí a mi hermano que no me diera esta asignación, pero se rehusó. Me dijo que él iba a estar ocupado cuidándole la espalda a una modelo en una gira por Europa y los otros quince integrantes de la empresa de seguridad están ocupados.

Maldita sea, era mi momento de tomarme unas vacaciones, me las he ganado.

Maldigo a mi hermano, como lo he estado haciendo desde esta mañana. Sé que si quiero que me nombre socio a partes iguales debo esforzarme más, pero maldita sea, he estado los últimos dos años trabajando sin parar, sin tomarme ni siquiera un día libre.

Estoy agotado.

Y ahora en vez de descansar mirando las aguas del mediterráneo, quizá con una mujer a mi lado, tengo que hacer de niñero de una mocosa malcriada.

En el vuelo leí toda la información que tenía la carpeta que me preparó mi hermano con la información de Catherinna London, la duquesa de Maryland.

Lo que necesita esa mocosa son unas buenas nalgadas y ya.

Estoy seguro que todo lo que hace es por llamar la atención de los medios. Típica niña rica.

Estoy hasta las pelotas cuidando a mocosas malcriadas. En mi anterior asignación tuve que cuidar a la hija adolescente de los actores más famosos de Hollywood en este momento, en su viaje por el caribe, regalo de sus padres por su cumpleaños número dieciséis, con sus amigos; un grupo de mimados y drogadictos de la peor clase. Más que guardaespaldas parecía su niñero.

Y en la anterior a esa tuve que ir de gira con el nuevo cantante sensación del momento, un mocoso mal educado de quince años, que se dedicó a beber y a acostarse con prostitutas. Incluso tuvo el descaro de pagarle a una chica para que se acostara conmigo, como bono por mis servicios.

Repugnante.

Nunca he pagado por sexo en mi vida, y nunca lo haré.

Siento que en mis últimas cinco asignaciones me ha tocado hacer de niñero de los críos más malcriados del mundo.

Y ahora debo cuidar a esta niña, que algo me dice que será la más mimada e insoportable de todas.

Se rumorea que ha tenido una veintena de amantes desde los dieciséis años, un insulto para la aristocracia de Albia.

Albia.

Es un país de mierda con ocho millones de habitantes, perdido al este de Europa, con ínfulas de país grande e importante.

Todo en este lugar grita opulencia, desde que me bajé del avión que me siento incómodo. Todo está ordenado, limpio y recién pintado.

Extraño mi tierra, extraño Nueva York, extraño el suelo lleno de bolsas de basuras, el olor a comida chatarra rancia en las calles y a las ratas que corretean entre los basureros y en el subway.

Miro molesto la casa antes de acercarme a la puerta, dónde se encuentran dos hombres muy quietos en la entrada.

–Me temo que no puedo dejar que pase sin invitación, señor.

–Tengo una cita con Isabella London.

–¿Su nombre?

–Nick Black

Ambos asienten, sin embargo solo uno de ellos entra a la casa. El otro mira hacia adelante como si yo no estuviera ahí.

Malditos nobles y sus sirvientes.

–Puede pasar, señor –dice el guardia, que hasta hace unos segundos me ignoraba–. Lady London lo espera.

¿Lady? Deben estar bromeando.

Camino disgustado hacia la casa, ignorando toda la riqueza del lugar. Típico de las familias nobles.

Hace tres años cuidé a una condesa en Inglaterra, estoy acostumbrado a ignorar lo que me molesta.

De la nada se materializa frente a mí el guardia que entró a la casa.

–Sígame, señor Black, Lady London lo espera impaciente.

Camino por lo que se siente por siempre antes de llegar a un enorme despacho con cientos de cuadros de personas que debieron haber vivido hace muchos siglos.

Sobre el escritorio en donde se encuentra sentada, asumo que Isabella London, se encuentra un cuadro de una mujer muy atractiva.

Una lástima que esté muerta. El cuadro se ve lo bastante viejo para asumir que lo está.

Isabella London se pone de pie y con su mano me invita a sentarme frente a ella. Aunque frente es un decir, el escritorio mide más de dos metros de ancho.

La mujer menuda es atractiva, si mal no recuerdo tiene treinta y seis años, pero se ve mucho más joven. Aunque la tensión que hay en sus ojos y alrededor de sus labios la hace ver de su edad, quizá mayor.

–Permítame agradecerle, señor Black, el que haya venido tan pronto, estoy desesperada.

Levanto la carpeta. –La entiendo.

–Mi sobrina está incontrolable y mi papá no me ayuda con ella, todo lo contrario, le celebra todo.

–Entiendo.

–Ella es mi responsabilidad. Estamos hablando de la posible princesa de Albia –dice con un suspiro cansado.

Pongo cara de póker y cierro con fuerza mis labios. Para que la mocosa sea princesa, según lo que averigüé, tiene que ocurrir una gran tragedia que acabe con muchas familias.

–Ella es mi prioridad y debe ser la suya –dice firmemente–. Le voy a confiar a una de las personas que más quiero en mi vida. Espero que haga bien su trabajo.

–Lo haré –digo seriamente. Me puedo quejar mucho, pero no hay nadie mejor que yo, aparte de mi hermano.

–Mi Cathy es muy joven para entender la responsabilidad que tiene con el país, pero es una duquesa y debe comportarse como tal –dice–. Mi hermano me confió su educación y debo estar a la altura.

–Los padres de Catherinna murieron cuando ella era una niña –digo al recordar el informe que me preparó Rick.

–Así es, tenía siete años –susurra tristemente–. Fue terrible para ella.

–Imagino –digo por decir algo.

Mientras Isabella habla de su sobrina vuelvo mi mirada al cuadro de la mujer con la enigmática sonrisa.

Es bellísima.

Me pregunto quién habrá sido y hace cuánto tiempo vivió. Esos ojos y ese lunar son hermosos. Un hombre podría perder la cabeza con una mujer así.

Vuelvo mi atención a Isabella.

–En fin –dice recuperando el aliento–. Creo que ya le he dicho todo. Mandé a buscar a Catherinna para que la conozca y comience su trabajo.

Asiento.

En un dos por tres tendré a esa mocosa comportándose como espera su tía. Entre antes termine este trabajo antes podré tomarme unas vacaciones y follar con alguna desconocida. Mis ojos vuelven al cuadro. Sí que necesito follar, ha pasado bastante tiempo desde la última vez, tanto, que ahora me excito viendo una estúpida pintura. De una hermosa mujer, sí, pero pintura al fin y al cabo.

–Oh, Catherinna, por fin estás aquí. Déjame presentarte a tu guardaespaldas, el señor Nick Black –dice Isabella mientras yo me levanto y miro hacia la puerta.

Casi tropiezo al verla.

Oh, mierda. Frente a mí está la chica del cuadro.

–Oh, ahora sí que estoy en problemas –dice Catherinna al mirarme directamente a los ojos.

Mierda. Yo también.

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Comments

Zonia Guzman

Zonia Guzman

No está muy bueno el protagonista ella si es bonita lastima me agrada los protagonistas guapos

2025-03-27

1

Carmen Alejandra Arevalo

Carmen Alejandra Arevalo

jajajajajajaja y tú se las vas a dar 🫢🫢🫢

2025-01-12

3

Lesly Argumelo

Lesly Argumelo

si un cuadro lo tenia cachondo como sera ver la condesa

2024-11-27

2

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