La culpa es una perra

Cathy

Golpeo titubeante la puerta del despacho de mi tía, que se encuentra abierta, pero su ocupante mira a través de los ventanales sin ser consciente de lo que la rodea, y eso me incluye.

–Tía, ¿puedo pasar? –pregunto nerviosa, ya que tocar la puerta no dio el resultado esperado.

Mi tía se gira y me sonríe. –Claro, Cathy.

–Gracias –digo antes de acercarme al gran escritorio y sentarme frente a ella.

–¿Cómo te has sentido, cariño?

Miro mis manos en mi regazo, las cuales están blancas de tanto presionarlas.

–Mejor de lo que merezco, creo.

Mi tía arruga su aristocrática nariz. –¿Por qué dices eso, Catherinna? –pregunta y se acerca a mí.

–Porque es verdad.

Mi tía se sienta en la silla a mi lado y me mira con sus ojos color celeste cielo, nublados de preocupación.

–He cometido tantos errores, tía –susurro, odiándome por tantas cosas en este momento, que no sé si pueda volver a sentirme como antes.

–¡No hables así, Catherinna! –exclama a la vez que sujeta mis manos con ternura.

–Mentí. Y lo peor, te mentí a ti.

Mi tía palidece. –¿Mentiste respecto a lo que pasó con George?

–¡Nooooo! –me apresuro en responder y mi tía se relaja visiblemente–. Nunca haría algo así. Además, Black y Louis lo vieron todo.

–Lo sé. Lo siento, cariño –se disculpa colocando su pequeña mano sobre su cabello–. Estoy abrumada con todo lo que ha pasado. –Me mira y sus ojos se llenan de lágrimas¬–. Aún no puedo creer que alguien te haya lastimado –agrega colocando su palma sobre el gran hematoma que tengo en mi rostro.

–No es tu culpa, tía.

–Claro que lo es, eres mi responsabilidad y…

–¡Te mentí respecto al vestido! –la interrumpo.

–¿Vestido? No entiendo, cariño.

–Me puse el vestido del que Black te habló. –Sus ojos se clavan en los míos–. Yo… no sé por qué hago lo que hago… Es solo que quiero que mi vida sea mía y que no le pertenezca a los demás. –Lágrimas caen por mi rostro y las seco con rabia–. Me merezco todo lo que me ha pasado. Yo…. –Miro sus ojos abnegados en lágrimas y mi odio hacia mí misma, crece de forma exponencial¬–. Siento lo que te dijo el Marqués, es mi culpa también… Tía, has hecho todo bien, el problema… el problema soy yo, siempre seré yo. –Cubro mi rostro con ambas manos y dejo salir todo la culpa y el dolor que he sentido estos últimos tres días–. Mi prima acaba de llamar y me dijo cosas horribles, que supongo las merezco ya que arruiné su fiesta de compromiso, pero es que… Lo siento mucho –agrego con la voz rota por el llanto.

Siento los brazos de mi tía rodearme cuidadosamente y lloro más fuerte. No sé qué me pasa, pero no puedo dejar de llorar.

–No es tu culpa, cariño. No creas por ningún segundo que lo que te hizo ese pervertido es tu culpa, no lo es.

–Pero todos dicen que sí.

Acuna mi rostro y me obliga a mirarla. Sus ojos me observan con fiereza y resolución.

–A mí lo único que me importa es cómo te sientes tú, cariño. Nada más. No te culpes por esto, mi niña, podrías haber estado paseándote desnuda por el salón y nadie tendría el derecho de ponerte ningún solo dedo encima, ¿lo entiendes? –Pienso en lo que me dice, y aunque sé que tiene algo de razón, no puede evitar preguntarme si no he ido muy lejos esta vez–. ¿Lo entiendes? –insiste.

–Sí –susurro–. Lo siento mucho, tía, por todo, es solo que no puedo evitarlo. Yo… –Miro a mi alrededor y hago una mueca–. No soporto esta vida, ni este lugar y… Lo siento.

Mi tía seca mis lágrimas con ternura logrando que vuelva a sollozar. –Te entiendo, cariño, yo también pasé por lo que tú estás pasando ahora. Sé que el peso de la responsabilidad es demasiado, sobre todo para alguien tan joven como tú, pero es lo que nos tocó vivir.

–Lo sé –digo mirando mis manos–. Lo odio.

–Yo también lo odié, y a veces aún lo odio, pero no hay nada que podamos hacer, cielo.

–¿Nunca pensaste en huir?

Mi tía cierra sus ojos y asiente. –Sí, lo hice, hace muchos años, pero en el último momento recapacité.

–¿Te arrepientes?

–Yo… Yo… no lo sé.

Me aferro a mi tía al ver en sus ojos el mismo dolor que veo cada mañana en los míos frente al espejo. Nunca había pensado en el peso de mí tía, que es mucho mayor al mío, después de todo tiene que cuidar de mi abuelo y de mí, y también cuidó a mi abuela cuando enfermó, se preocupó de que estuviera lo más cómoda posible y de que pasara sus últimos días sin dolor.

–He sido una egoísta, ¿no? –pregunto.

Mi tía se aleja y me regala una sonrisa. –No, cariño. Lo que estás haciendo es revelarte contra lo que odias como toda jovencita vehemente lo haría. Y eso está bien. Eres como mi mamá –dice en un susurro–. La extraño tanto –agrega y ambas lloramos un poco más. –Respecto a lo del vestido –dice después de un rato–, gracias por decírmelo, aunque me lo imaginé ya que no quisiste sacarte el abrigo durante la velada. –Río y ella lo hace también–. Te amo, Cathy, y quiero que aprendas a ser feliz, cariño. Sé que es difícil, pero si alguien puede lograrlo esa eres tú. Y, quiero que me prometas que no me mentirás más.

–Lo prometo –digo y sonrío–. Gracias, tía.

–De nada, cariño. Ve a tomar aire, has estado encerrada muchos días y hace un hermoso día afuera –dice mirando hacia los ventanales.

–Lo haré –digo y después de unos segundos más la suelto y camino hacia la puerta, pero antes me giro–. Te amo, tía, más de lo que alguna vez amé a mis padres –digo y salgo antes de romperme una vez más.

Corro hacia el jardín sin responder a los guardias, quienes me preguntan preocupados qué a dónde voy o si necesito ayuda. Necesito estar sola unos minutos para volver a sentirme como yo, y no tan frágil y lastimada como me siento ahora.

Cuando estoy lo suficientemente lejos de la casa me siento en una de las banca bajo un magnolio blanco que huele maravillosamente, como el perfume que usaba mi abuelita.

Subo mis rodillas a mi pecho y las abrazo con fuerza, como si mi vida dependiera de la fuerza que aplico en el abrazo. Y sin poder evitarlo lloro como no lo hacía desde que mi abuelita murió. Ni siquiera lloré cuando enterramos a mis padres, no los conocía demasiado para extrañarlos y sufrir por su ausencia, ni siquiera sé si me amaron o si fui un error de cálculo en sus vidas, pero eso ya no importa. Mis abuelos y mi tía me dieron todo el amor que una niña puede pedir, y tuve una infancia feliz.

–¿Estás bien?

Me giro al escuchar a Black frente a mí, y me seco rápidamente las lágrimas.

–Lo estaré –susurro–. ¿Por qué estás aquí? Es tu día de descanso.

–Porque tú estás aquí –dice y mi corazón comienza a latir con tanta fuerza en mi pecho, que temo él pueda notarlo.

–¿Qué quieres decir?

Sus ojos azules se clavan en los míos y mi piel se eriza de inmediato.

–Eres mi responsabilidad, Duquesa.

Sonrío tristemente. –Sí, es verdad, supongo que soy tu carga –susurro y me castigo mentalmente por sentirme decepcionada.

Se sienta a mi lado en la banca y tengo que sujetarme a mis rodillas con más fuerzas para no ponerme en ridículo subiéndome en su regazo.

Lo miro de reojo y me digo que esto es una tontería, un capricho, pero no puedo evitar sentirme atraída hacia él, como si fuera un imán y yo un pobre metal arrojado en un vertedero.

–George y su primo estarán por lo menos dieciocho meses en la cárcel.

–El Marqués no dejará que eso suceda.

–Ya lo creo que sí –dice tensando su mandíbula–. Lo que te hicieron debe ser sancionado. Siento mucho no haber llegado a tiempo, Duquesa –murmura y algo en su voz hace que me gire hacia él.

Sus ojos azules me miran con culpa, como lo hacía mi tía hace un momento.

–Sí que llegaste a tiempo –contradigo–. Gracias por lo que hiciste, creo que no había tenido la oportunidad de agradecerte.

Su cuerpo se tensa. –Es mi trabajo –dice cortante.

–Lo sé –susurro y tomo su áspera y grande mano en la mía.

Jadeo al sentir su calor y una corriente que recorre mi brazo y calienta mi pecho y mi vientre. Ambos nos miramos atentamente, los ojos de Black se dilatan, y comienza a respirar con dificultad, al igual que yo.

Sin sopesar lo que estoy haciendo llevo su mano a mi rostro y beso sus nudillos. Me he sentido tan sola y triste últimamente. Pero lo peor es sentirme perdida en un océano oscuro, con grandes olas que apalean mi cuerpo, y en este momento la única boya que hay a mi alcance es su mano.

Sonrío al sentirme por unos segundos acompañada. Sin embargo ese sentimiento no dura mucho, ya que Black se levanta rápidamente y quita su mano de la mía.

–No vuelvas a hacer eso –masculla.

–Yo… lo siento –susurro y siento como la sangre abandona mi cuerpo de golpe.

–Solo no lo vuelvas a hacer. Ve a la casa –ordena, pero no me muevo–. ¡Maldita sea, vete ahora mismo!

Me levanto y corro hacia la casa sintiéndome más sola que nunca.

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Comments

Lesly Argumelo

Lesly Argumelo

me pregunto sera Cathy hija de Isabella y la hicieron pasar por hija del hermano?

2024-11-28

2

Irma Ruelas

Irma Ruelas

😭😭😭🤨🫣😒😔❤️😍

2024-06-12

3

Francisca Alcantara

Francisca Alcantara

Pobre chica

2024-06-11

1

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